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Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 85 de 120 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE OCHENTA Y CINCO

EL CONSTRUCTOR DE LAS COLUMNAS:
EL HABIL HIRAM

(1)

En este mensaje, que es un paréntesis dentro de nuestro estudio de las columnas, dedicaremos nuestra atención a Hiram, quien las construyó (1 R. 7:13-15). En 1 Reyes y en 2 Crónicas la Biblia tiene mucho qué decir acerca de Hiram. David y Salomón consiguieron hombres hábiles para la edificación del templo, pero Hiram es el único de estos peritos constructores que se menciona por nombre. La Biblia no sólo menciona el nombre de Hiram, sino que también presenta su historial de manera detallada y muy significativa, hablándonos de su madre, de su padre y de él mismo. Al estudiar la Biblia, debemos tener en cuenta que ésta no derrocha palabras. Todo lo que recalca o repite tiene significado. En vez de considerar algún versículo como una simple repetición, debemos encontrar el sentido de cada repetición.

Cuando pasé mucho tiempo estudiando las columnas mencionadas en 1 Reyes 7 hace casi cincuenta años, no vi ninguna luz. Sólo vi que los nombres de las dos columnas eran Jaquín, que significa “El establecerá”, y Boaz, que significa “en ella está la fortaleza”. Sin embargo, al considerar el sueño de Jacob y la experiencia que tuvo en Bet-el, empecé a estudiar nuevamente estas dos columnas. Esta vez, resplandeció sobre mí muchísima luz, como la lumbrera del cuarto día (1:14-19). Al estudiar las columnas, descubrí que muchos versículos mencionan a Hiram, el que las construyó. Me di cuenta, por lo que me decía el Espíritu, que debía prestar atención a eso. Mientras estudiaba las columnas, vino también la luz acerca de la madre y el padre de Hiram, cuyos nombres no figuran en las Escrituras. Yo estaba muy turbado por el hecho de que, según el texto hebreo, se afirma en 1 Reyes 7:14 que Hiram pertenecía a la tribu de Neftalí. Al ahondar en estas cosas, me di cuenta de que necesitaba un mensaje completo para compartir mi carga sobre el hombre que construyó las columnas.

Cuando usted oiga hablar del constructor de las columnas, tal vez diga: “No creo que yo pueda ser un constructor. En tanto que la misericordia y la gracia de Dios hagan de mí una columna, quedo muy satisfecho”. Pero no debe restringirse uno tanto. La gracia de Dios es ilimitada. No sólo puede hacer de usted una columna, sino también un constructor de columnas. No digo que todos nosotros seremos columnas o constructores de columnas, pero sí creo que en los años venideros, muchos hermanos, y aun algunas hermanas, se convertirán en columnas. Si usted no me cree ahora, le sugiero que espere algunos años. Entonces verá muchas columnas levantadas en el recobro del Señor. Cuando venga ese tiempo, me alegraré. Además, creo que muchos de nosotros nos convertiremos también en Hiram, en constructores de columnas. Dios necesita estos Hiram. En los días de Salomón se construyó un solo templo, pero ahora es necesario edificar muchas iglesias locales. ¡Cuántos Hiram se necesitan para esta obra! Cada iglesia necesita por lo menos uno. Cuando hay un Hiram en una iglesia local, esta iglesia está en la gloria. Alabado sea el Señor porque El levantó a muchos como Hiram en el pasado. Pero creo que en el futuro, el Señor perfeccionará a muchos más.

I. SU MADRE ES UNA MUJER
DE LAS HIJAS DE DAN

Veamos ahora lo que constituye a un Hiram o su constitución. Debemos conocer la constitución de los que construyen específicamente las columnas, no el edificio en general. En primero lugar, la madre de Hiram era “una mujer de las hijas de Dan” (2 Cr. 2:14). No se define si este Dan se refiere a la tribu o a la ciudad de Dan. Indudablemente se refiere al pueblo de Dan, pues la ciudad de Dan también pertenecía a dicha tribu. El padre de Hiram era un hombre de Tiro, que era un país pagano. Por consiguiente, la madre de Hiram venía de la tierra santa y su padre de un lugar pagano. Por muy extraño que parezca eso, la Biblia añade que Hiram mismo pertenecía a la tribu de Neftalí (1 R. 7:14). Por consiguiente, su madre era de Dan, su padre de Tiro, y él mismo era de Neftalí. ¿Cómo pudo haber sido de la tribu de Neftalí, puesto que su madre era de Dan y su padre de Tiro? La Biblia no lo dice. Es un misterio. A la luz del Nuevo Testamento, podemos percibir el significado de este misterio. El Nuevo Testamento nos revela que nacimos como seres pecadores y mundanos. Pero fuimos regenerados y transformados en hombres resucitados. Ser un hombre resucitado por la regeneración y la transformación equivale a ser trasladado a la tribu de “Neftalí” y dejar de pertenecer a “Dan” y a “Tiro”.

Tomemos por ejemplo a un anciano que ha sido transformado. Un anciano no debe ser un caballero, sino un hombre transformado. Aunque cierto anciano sea hijo de una mujer de “Dan” y de un hombre de “Tiro”, él debe ser una persona trasladada a la tribu de “Neftalí”. En la vida de iglesia, la tribu de “Neftalí” es la tribu de la transformación. Cuando estamos en la tribu de “Neftalí” dejamos de ser como nuestra madre “de Dan” y como nuestro padre “de Tiro”. Usted pensará que voy demasiado lejos al decir que Neftalí se puede interpretar como la tribu de la transformación. Pero si sigue leyendo, ciertamente se convencerá de que así es. Entre las doce tribus, sólo una tribu, la tribu de Neftalí, es la tribu de la transformación. Judá es la tribu del reinado, Leví la del sacerdocio, y José la de la doble porción. Neftalí es la tribu de la resurrección. Estar en la resurrección denota estar en transformación.

La tribu de Dan es la tribu de la idolatría que hizo caer al pueblo de Dios y lo alejó del camino. Génesis 49:17 declara: “Será Dan serpiente junto al camino, víbora junto a la senda, que muerde los talones del caballo, y hace caer hacia atrás al jinete”. Según Jueces 18, eso fue exactamente lo que hicieron los danitas. Tomaron las imágenes que Micaía tenía en su casa y al sacerdote que Micaía había contratado para servir en su casa. Jueces 18:31 afirma: “Así tuvieron levantada entre ellos la imagen de talla que Micaía había hecho”. Esto fue lo que más hizo caer a los hijos de Israel; fue el mordisco de la víbora lo que hizo caer hacia atrás al jinete. Además, Jeroboam, el rey de las tribus del norte, estableció becerros de oro en Bet-el y en Dan para que los hijos de Dios cayeran (1 R. 12:28-30). Por esta razón, no se menciona a Dan en 1 Crónicas del 2 al 9, donde todas las demás tribus de Israel se enumeran en detalle. En dichos capítulos Dan queda excluido del registro del pueblo de Dios. Además, en Apocalipsis 7, donde los hijos de Israel son sellados, no se menciona la tribu de Dan.

Detengámonos en algunos detalles relacionados con la tribu de Dan. Génesis 49:17 afirma que Dan era “serpiente junto al camino, víbora junto a la senda”. Dan era una serpiente, una víbora venenosa, que mordía los talones de los caballos, y hacía caer hacia atrás al jinete. En la carrera de la economía de Dios, esta víbora muerde el caballo y hace caer hacia atrás al jinete. Lo dicho en 49:17 no fue pronunciado por un calumniador, sino por Jacob como parte de la bendición para sus hijos. Cuando llegó el momento de dar su bendición a Dan, Jacob tuvo que ser fiel a la inspiración de Dios. Inmediatamente después de decir las palabras mencionadas en 49:17, Jacob dijo: “Tu salvación esperé, oh Jehová”. Esto significa: “Señor sálvame de esta serpiente, esta víbora”. En 49:16 Jacob dijo: “Dan juzgará a su pueblo, como una de las tribus de Israel”. Aquí Jacob ora pidiendo que Dan permaneciera como tribu. Esto indica que Dan corría el peligro de ser omitido. Por consiguiente, la oración de su padre también fue un vaticinio. Dios oyó esta oración. En el libro de Ezequiel vemos que en el milenio venidero la tribu de Dan será recobrada (Ez. 48:1).

Estos detalles acerca de Dan indican que una madre que sea “una mujer de las hijas de Dan” es una madre en pecado. Todas nuestras madres son madres en pecado. En Salmos 51:5 David dijo: “En pecado me concibió mi madre”. El hecho de que la madre de Hiram perteneciera a la tribu de Dan indica que su origen, igual que el nuestro, era pecaminoso. El propio apóstol Pablo dijo que él era el primero de los pecadores (1 Ti. 1:15). En la esfera espiritual, a los ojos de Dios la madre de Pablo también era “una de las hijas de Dan”. Todos debemos confesar que nuestras madres también pertenecen a “Dan”. Si usted desea convertirse en un constructor de columnas, primero debe reconocer que nació en pecado. Podemos dar la apariencia de ser personas amables, humildes, buenas y puras; pero nuestro origen o nacimiento es el origen de la serpiente porque nuestra madre pertenece a “las hijas de Dan”. En Mateo 23:33 el Señor Jesús llama “serpientes” y “cría de víboras” a los religiosos. Si ustedes me dijeran: “Hermano Lee, usted no es bueno, usted es de una cría de víboras”, yo asentiría. En nosotros, es decir en nuestra carne, no hay nada bueno (Ro. 7:18). Todos debemos reconocer cuál es nuestro origen. Nuestro origen es el de una mujer que pertenece a la tribu de Dan, la tribu de una serpiente que muerde los talones de los caballos y que hace caer de la economía de Dios a los jinetes.


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