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Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 39 de 120 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE TREINTA Y NUEVE

EL MOTIVO Y LA FUERZA DEL LLAMAMIENTO

En el mensaje anterior vimos que el Dios Triuno trató a Abraham, Isaac y Jacob como a un solo hombre corporativo y completo. Si queremos penetrar en la última sección del libro de Génesis, la sección sobre el llamamiento que Dios hace, debemos recordar que Abraham, Isaac y Jacob no son tres seres separados y completos como individuos, sino un solo hombre corporativo y completo, conforme a la dispensación de Dios. Dios se relacionó con cada uno de ellos, considerándolos parte de una unidad completa. Las experiencias de ellos no son experiencias separadas e individuales, sino aspectos de una experiencia completa.

2. El primer aspecto:
la experiencia de Abraham

En este mensaje veremos el primer aspecto de la experiencia completa de los llamados de Dios. Vemos claramente este aspecto en la vida de Abraham (11:10—25:18). Esto es bastante fundamental. La vida de Abraham es un ejemplo del primer aspecto de la experiencia completa de los llamados de Dios. Su experiencia va del llamamiento, pasa por el vivir por fe en comunión, y llega al conocimiento de la gracia.

a. Llamado

En la experiencia de Abraham, primero Dios lo llamó. Como ya vimos, los llamados no iniciaron este llamado. Lo originó el Dios que llama. Dios fue el originador de Su llamamiento.

1) El motivo y la fuerza

Así como el llamado de Dios no lo originaron los llamados sino el Dios que llama, el motivo y la fuerza de recibir dicho llamado no se originaron en los llamados sino en el que llama. El motivo y la fuerza por los cuales Abraham pudo responder provinieron de Dios mismo. ¿En qué consistieron este motivo y esta fuerza? Si examinamos detalladamente la situación, podremos ver tres cosas que motivaron a Abraham a aceptar el llamado de Dios: la aparición de Dios, el llamado de Dios y la promesa de Dios. Ahora consideraremos cada uno de estos puntos.

a) La aparición de Dios

El primer aspecto del motivo y la fuerza para aceptar el llamado de Dios fue la aparición de Dios. Si usted tuviera que recibirme a mí, eso no significaría nada porque yo no soy nadie. Pero si el presidente de Estados Unidos lo visitara personalmente a usted, usted estaría muy emocionado. Probablemente no dormiría en toda la noche. Ahora bien, ¿quién vino a visitar a Abraham? ¡El Dios de gloria! (Hch. 7:2). Aparte de las palabras de Esteban en Hechos 7:2, donde dijo a sus perseguidores que el Dios de gloria se había aparecido a su padre Abraham, ningún otro versículo de la Biblia menciona la aparición del Dios de gloria a Abraham. Mientras Esteban hablaba, se le apareció el Jesús de gloria (Hch. 7:55-56). Se abrieron los cielos y él vio a Jesús en gloria, de pie a la diestra de Dios. Esteban se atrevió a morir por Jesús, porque vio al Señor Jesús mientras sus opositores le resistían. Estos lo apedrearon, pero Jesús le sonrió. Le resultó fácil, y hasta le causó mucha alegría, sufrir persecución, porque el Señor se le había aparecido. Esa persecución no se podía comparar con la aparición de Jesús en gloria. Al estar Esteban en esa situación, se le apareció el Jesús en gloria. Sin esa aparición, un ser humano difícilmente podría resistir semejantes circunstancias.

Sobre este mismo principio, el Dios de gloria se apareció a Abraham, visitándole con Su aparición personal, porque en aquel tiempo Abraham se encontraba bajo la influencia de su marcado pasado caldeo. Como veremos en el mensaje siguiente, en hebreo “Caldea” significa demoníaco. Caldea era un lugar demoníaco, un sitio lleno de demonios. Josué 24:2 dice que Abraham y su familia servían a dioses ajenos. Adoraban a los ídolos, detrás de los cuales había demonios.

Caldea se encontraba en una región llamada Mesopotamia. La palabra “Mesopotamia” significa “entre ríos”. La geografía nos muestra que la región de Mesopotamia estaba rodeada de dos grandes ríos: el Eufrates (Perat en hebreo) y el Tigris (Hidekel en hebreo). Entre estos dos ríos había una gran llanura, la tierra de Mesopotamia. Caldea formaba parte de Mesopotamia. Esto significa que la morada de Abraham no sólo se hallaba en un lugar lleno de demonios sino también en un lugar rodeado por dos ríos grandes. A Abraham o a cualquiera le habría resultado muy difícil abandonar ese lugar, pues los demonios lo tendrían asido y los grandes ríos lo tendrían encerrado. Puesto que la gente carecía de medios modernos de transporte, tenía que caminar. ¿Cómo pudo Abraham salir de Caldea? Su trasfondo tan fuerte llevó a Dios a aparecérsele para que pudiera salir de ese lugar.

Este es un cuadro o un ejemplo de nuestra situación antes de ser salvos. Todos estábamos en alguna especie de Caldea. Los jóvenes deben ver que el colegio es una Caldea, un lugar lleno de demonios. Muchos estudiantes son pequeños demonios que venden estupefacientes e intentan desubicarlos, diciendo: “¿Cómo puedes ser diferente de nosotros? Si quieres ser diferente de nosotros, ¿adónde irás? Hay dos ríos grandes que te mantienen aquí. ¡Debes quedarte con nosotros!”. A veces los maridos son demonios para las esposas, y éstas lo son para los maridos. En cuanto a la gente mundana, cuando un joven se casa, entra en un área demoníaca. Pasa lo mismo con toda joven que se casa. Considere el ejemplo de un joven que se enamora de una joven. Esta muchacha tiene un terrible trasfondo, compuesto de muchísimos parientes y amigos, todos los cuales son demoníacos. Si el joven se casa con ella, caerá en una región demoníaca. Si él viene a verme, le diría: “No pienses que esta mujer joven es muy bonita, simpática y amable. Debes ver su trasfondo. No te vas a casar solamente con ella; te casas con todo su trasfondo. Después de casarte con una muchacha que tiene un trasfondo tan demoníaco, te encontrarás en Caldea. Allí los demonios se asirán de ti”. Sin embargo, Dios escogió a dicho joven. No se imagine que le resultará fácil creer en el Señor Jesús y ser salvo. No se trata de ser salvo y tener la esperanza de ir a los cielos. No, en la Biblia, ser salvo consiste en ser llamado a salir del trasfondo, la región y el entorno en el que uno se encuentra. Usted debe escaparse.

Como ya vimos, la promesa que Dios hizo a Abraham fue una predicación del evangelio (Gá. 3:8). Como parte de su predicación, Dios le dijo a Abraham que saliera de su tierra. ¿Qué habría hecho usted si fuese Abraham? Detrás de Sara, pudo haber muchos demonios, y estos demonios no querían aceptar la salida de Abraham de la tierra de Caldea. Esta fue la razón por la cual el Dios de gloria se apareció a Abraham. El que apareció a Abraham no fue ni un ángel ni un dignatario, sino el Dios de gloria. Esta aparición fue una gran atracción que impulsó Abraham a aceptar el llamado de Dios.

En Mateo descubrimos que Jesús llamó a Pedro, a Andrés, a Jacobo y a Juan, mientras andaba junto al mar de Galilea (Mt. 4:18-22). El Señor Jesús dijo simplemente a cada uno: “Sígueme”, y ellos lo siguieron. Durante muchos años no pude entender eso. El pequeño Jesús de Nazaret pronunciaba la palabra: “Sígueme”, y ellos lo seguían. Pude entender eso el día en que observé que el Jesús que caminaba por el mar de Galilea era una gran luz (Mt. 4:16). Pedro, Andrés, Jacobo y Juan fueron atraídos por esa gran luz. Cuando Jesús los miraba y los llamaba, eran atraídos a El. Aparentemente, el que los llamaba era un pobre nazareno; en realidad, era el Dios de gloria. Del mismo modo, el Dios de gloria se apareció a Abraham en aquella tierra de demonios, una región rodeada de muchas aguas. Creo que, en principio, todos hemos experimentado esta aparición. La salvación no consiste simplemente en oír el evangelio, inclinar la cabeza, y luego confesar que uno es pecador y que cree en el Señor Jesús. Aunque eso es correcto, debo decir que un verdadero salvo es aquel a quien Jesús se ha aparecido.

En nuestra conversión muchos parecían ver “la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Co. 4:6). Esto se convirtió en un gran estímulo para muchos de nosotros.

Todos los salvos hemos recibido la aparición de Jesús. Esto no sucedió de un modo exterior, sino en lo profundo de nuestro espíritu. Aunque podamos olvidar el día y aun el año en que fuimos salvos, nunca podremos olvidar el momento cuando, en lo profundo de nuestro ser, vimos a Jesús. Jesús se apareció a nosotros y nos encontramos con El. Esta es la verdadera experiencia de la salvación. Ser salvo significa simplemente ser llamado. Antes de que el Señor se le apareciera, a usted le resultaba difícil ser un cristiano genuino. Su trasfondo y sus circunstancias no le permitían ser diferente de los demás. Pero un día El se le apareció a usted. El Jesús que vive en gloria se le apareció. Fue así como El lo llamó a usted. También fue así como lo separó y lo salvó. Al aparecerse a usted de ese modo, El lo llamó, lo salvó y lo separó. Abraham tuvo la misma experiencia. La aparición de Dios atrajo mucho a Abraham. Esta aparición fue lo que lo motivó y le dio fuerza para aceptar el llamado de Dios. Si usted considera el trasfondo y la situación de Abraham, se dará cuenta de que sin esta atracción y sin este estímulo, le habría sido imposible aceptar el llamado de Dios.


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