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Estudio-vida de Efesiospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0334-7
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ESTUDIO-VIDA DE EFESIOS

MENSAJE VEINTITRES

ES DERRIBADA LA PARED
INTERMEDIA DE SEPARACION

En este mensaje hablaremos del derribo de la pared intermedia de separación (2:14-15).

I. CRISTO ES NUESTRA PAZ

Efesios 2:14, refiriéndose a Cristo, dice: “El mismo es nuestra paz”. La palabra “nuestra” se refiere a los creyentes judíos y gentiles. Por medio de la sangre de Cristo fuimos hechos cercanos a Dios y a Su pueblo. Cristo mismo, quien efectuó una redención completa para los creyentes judíos y gentiles, es nuestra paz, nuestra armonía, haciendo que ambos pueblos sean uno. Debido a la caída de la humanidad y al llamamiento del linaje escogido, hubo una separación entre Israel y los gentiles. Por medio de la obra redentora de Cristo esta separación ha sido eliminada. Ahora, en el Cristo redentor, quien es el vínculo de la unidad, los dos son uno.

En la actualidad, todavía existe una separación entre Israel y el resto de la humanidad. No obstante, según la economía de Dios, esta separación ya fue quitada. A los ojos de Dios, fue eliminada por la redención que Cristo efectuó en la cruz. Ahora el Cristo que derribó la pared intermedia de separación es el vínculo de la paz entre Israel y los gentiles.

II. CRISTO DERRIBO
LA PARED INTERMEDIA DE SEPARACION

A. La pared intermedia de separación
es la ley de los mandamientos
expresados en ordenanzas

El versículo 14 habla de la pared intermedia de separación. Esta pared es “la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas” (v. 15), la cual fue instituida debido a la carne del hombre. La primera de estas ordenanzas fue la circuncisión, cuyo fin era eliminar la carne del hombre. La circuncisión se convirtió en la pared intermedia de separación porque marcó la principal distinción entre los judíos, quienes son la circuncisión, y los gentiles, quienes son la incircuncisión. Así que, la pared intermedia de separación, dicha distinción, llegó a ser la enemistad entre los judíos y los gentiles.

La ley de Moisés contenía dos clases de mandamientos: los mandamientos morales, tales como el de no robar y el de honrar a los padres, y los mandamientos rituales, tales como el de guardar el sábado. Los mandamientos acerca de la circuncisión y los reglamentos alimenticios formaban parte de los mandamientos rituales, no de los morales. En Levítico 11 se dan diversos mandamientos alimenticios. Estos mandamientos indudablemente no tienen nada que ver con la moralidad. La moralidad de alguien no es afectada por el hecho de que la persona coma o deje de comer algo que se considera inmundo.

Las tres ordenanzas principales del judaísmo eran la circuncisión, la observancia del sábado y los reglamentos alimenticios. Todo varón israelita tenía que circuncidarse al octavo día. Además, los judíos debían guardar el sábado y guardar muchos reglamentos relacionados con su dieta. Estas ordenanzas eran las tres columnas principales del judaísmo. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, El derribó la columna referente a guardar el sábado. Durante los años de Su ministerio, El quebrantó a propósito la observancia del sábado al sanar a personas en día de sábado. Esto ofendió mucho a los judíos. Luego, Pedro, aunque débilmente, fue el primero en romper las reglas alimenticias. La visión que recibió en Hechos 10 lo llevó a abandonar dichos reglamentos. Sin embargo, en Gálatas 2 Pedro dejó de comer con los gentiles cuando ciertos hombres bajaron de Jerusalén. Con todo, al romper las reglas alimenticias, se derribó otra columna del judaísmo. El apóstol Pablo, por su parte, derribó la columna de la circuncisión. En Filipenses 3 aun le llamó a los de la circuncisión “mutiladores del cuerpo” y “perros”. A los filipenses les dijo que se guardaran de los perros. ¡Con razón lo querían matar los judíos! En cierto sentido, a los ojos de ellos él era peor que Jesús, pues la circuncisión era la ordenanza principal del judaísmo; tenía más importancia que guardar el sábado y observar las reglas alimenticias. Por tanto, mediante la obra de Pablo, fue derribada la estructura restante del judaísmo.

Debemos tener presente la diferencia entre las leyes morales y las leyes rituales. Los mandamientos morales nunca serán abolidos, ni en esta era ni en el milenio ni en la eternidad; en cambio, los mandamientos rituales no son permanentes. Lo que determina si a una persona se le permite comer cerdo, guardar el sábado o si se le obliga a circuncidarse, es la época en que ella vive. Todo varón judío nacido después de Abraham y antes de Juan el Bautista debía circuncidarse. Asimismo, los mandamientos respecto al sábado y a la dieta estuvieron vigentes sólo durante un tiempo específico.

Cuando Pablo habla de la pared intermedia de separación, se refiere a la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, a los mandamientos rituales relacionados con la circuncisión, el sábado y la dieta. La ley de los mandamientos rituales era una pared intermedia de separación entre judíos y gentiles. Como veremos, toda ordenanza o rito constituye una pared intermedia de separación.

Los mandamientos rituales fueron dados inicialmente debido a la carne del hombre. La circuncisión, por ejemplo, fue necesaria porque el hombre se volvió carnal. Por lo tanto, Dios mandó que el hombre se despojara de la carne. Los mandamientos rituales con respecto a la dieta se dieron con el fin de que el pueblo escogido de Dios se mantuviera limpio. Los animales que no tenían la pezuña hendida y que no rumiaban, eran inmundos. La pezuña hendida significa discernimiento al andar e indica que no debemos andar en lugares que nos contaminen. El pueblo de Dios debe tener un discernimiento agudo en su caminar cotidiano. Además, debe aprender a “rumiar”, es decir, a ingerir la palabra de Dios y meditar en ella continuamente. El hombre caído, en general, no tiene el discernimiento necesario ni le interesa la palabra de Dios. Por ello, era importante que los escogidos recibieran estos mandamientos. Sin embargo, estas ordenanzas se convirtieron en una pared intermedia de separación entre los judíos y los gentiles. Además, esta distinción y separación llegaron a ser la causa de la enemistad entre la circuncisión, o sea, los judíos, y la incircuncisión, los gentiles.

Toda ordenanza genera enemistad. En 1963 me invitaron a hablar en una reunión en Tyler, Texas. Durante la reunión comencé a susurrar “amén”. Inmediatamente alguien me advirtió que la gente de este país no tolera eso. Después de esa advertencia, ya no me atreví a decir “amén”. Si hubiera insistido en hacerlo, se habría erigido una separación y se habría generado una enemistad.

Incluso el orar-leer puede convertirse en una pared intermedia de separación y una fuente de enemistad. Aunque para usted el orar-leer sea muy provechoso, no debe insistir en que se practique si otros no están de acuerdo, pues hacer esto causa separación y genera enemistad.

Debemos ser cuidadosos y no introducir ninguna ordenanza a la vida de iglesia, porque toda ordenanza mata. A algunos les gusta gritar en las reuniones, mientras que otros prefieren el silencio. Si no tenemos cuidado, cualquiera de los dos se puede convertir en una ordenanza, y las ordenanzas no solamente provocan división, sino también enemistad. A mí me ha tocado ver la enemistad generada por tales ordenanzas.

En 1963 fui con unos hermanos a Los Angeles a visitar a cierto grupo de creyentes. En la reunión, yo simplemente hacía todo lo que ellos hacían. Un hermano me preguntó por qué hacía yo eso, y le contesté lo siguiente: “¿Qué tiene de malo? ¿Acaso están haciendo algo pecaminoso? ¿Por qué no hizo usted lo mismo? ¿Por qué insiste en ser diferente de otros santos?” Personalmente no me gustaba lo que se practicó en aquella reunión; no obstante, participé de ello para derribar la pared intermedia de separación.

En 1933 tuve una experiencia semejante en Manchuria. Durante mi visita allí, me quedé un día en casa de unos creyentes japoneses. Al igual que muchos jóvenes chinos, se me había enseñado a rechazar a los japoneses debido a la relación poco amistosa entre China y Japón. Sin embargo, cuando entré a ese hogar, me quité los zapatos y me senté en el tatami, como todos los demás. Obviamente no tiene nada de malo sentarse en un tatami en vez de sentarse en una silla. No podemos decir que lo uno está bien y que lo otro está mal. Pasa lo mismo con respecto a guardar silencio o gritar en las reuniones. En la Biblia hay versículos que dan lugar para ambos.

Aunque tal vez prefiramos ciertas prácticas, no debemos insistir en ellas, pues si lo hacemos, convertimos las prácticas en ordenanzas, las cuales dividen y crean enemistad. Los cristianos se han dividido por causa de las ordenanzas, como por ejemplo, las que tienen que ver con el bautismo. Algunos creyentes insisten en bautizar a las personas de frente, mientras que otros, de espalda. Otros se dividen por causa de los instrumentos musicales. Unos permiten que se use el piano, mas no el órgano; y otros practican lo opuesto. Una vez que se producen las ordenanzas, surge inmediatamente la división. Aunque en las reuniones prefiero que se eleve la voz y que se alabe en voz alta, no estoy en pro de esas cosas. Insistir en las prácticas es causar división. Así que, no debemos tener ninguna ordenanza. Cristo las abolió todas en la cruz.

Ya que las ordenanzas crean enemistad y división, debemos hacerles frente terminantemente. En algunos casos las ordenanzas han fomentado odio entre personas allegadas. Es posible que dos hermanos que han disfrutado de una comunión agradable por años, terminen enemistados simplemente porque a uno le gusta alabar en voz alta y el otro prefiere el silencio. En vez de amarse, pueden llegar a odiarse. El celo religioso es terrible. La historia nos cuenta que por causa de este celo, muchos, influidos por la astucia de Satanás, el homicida, han llegado a matar. Así que, debemos repudiar todas las ordenanzas y seguir lo que los santos hacen, siempre y cuando sus prácticas no sean pecaminosas, inmorales ni idólatras. Aunque no estemos de acuerdo con ciertas prácticas, debemos hacer lo que ellos hacen para no dar lugar a las ordenanzas.


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