Información del libro

Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 44 de 72 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE MATEO

MENSAJE CUARENTA Y CUATRO

LA SENDA QUE CONDUCE A LA GLORIA

(3)

III. LA TORMENTA A MEDIO CAMINO

Lo primero que experimentamos mientras seguimos al Señor hacia la gloria es el rechazo, posteriormente, sufrimos escasez en lo necesario para vivir. Después de esto viene la tormenta a medio camino (Mt. 14:22-33). La tormenta del capítulo catorce indica que en la senda por la que seguimos al Rey rechazado, siempre hallaremos problemas. Desde el final del capítulo trece hasta el fin del dieciséis suceden muchas cosas negativas. Hablando en términos humanos, mientras seguimos al Rey rechazado por el sendero hacia la gloria no hay nada bueno. Pareciera que todo es un problema. ¿A usted le gusta el rechazo? ¿Le gusta sufrir carencia de lo más básico para vivir? ¿Le agrada enfrentar una tormenta a medio camino en alta mar? Si en nuestro camino no encontramos rechazo, escasez ni tormentas, tenemos indicio de que no estamos realmente en la senda que conduce a la gloria, porque si lo estuviéramos, enfrentaríamos problemas y dificultades.

A. Los discípulos navegan en la barca,
la cual es la iglesia

El versículo 22 dice: “En seguida Jesús hizo a los discípulos entrar en la barca e ir delante de El a la otra orilla, mientras El despedía a las multitudes”. Inesperadamente el Señor pidió a Sus discípulos que salieran. El no fue con ellos, sino que los hizo salir por barca porque quería más tiempo para orar al Padre en privado. Como lo indica el versículo 23, El subió al monte a orar. Antes de que el Señor los enviara, los discípulos disfrutaron de lo provisto por el Señor. La escasez había resultado en una experiencia muy agradable. Los discípulos estaban felices disfrutando lo que el Señor les había abastecido. Si nosotros hubiéramos estado allí, ciertamente habríamos estado gozosos. Creo que Pedro debe haber hablado mucho acerca de lo que el Señor había hecho. El debe haber dicho: “¿Juan, no es maravilloso? ¡Mira lo que el Señor hizo con sólo cinco panes y dos pequeños peces!” Entonces parece como si el Señor respondiera: “No habléis, subid a la barca y adelantaos al otro lado. Yo sé que habéis pasado un tiempo muy agradable, pero ahora debéis iros”. Ellos deben haber dicho: “Pero Señor, ¿no irás con nosotros?” Luego, el Señor debe haber respondido: “No, vosotros idos solos, Yo voy a la montaña a orar”. En muchas ocasiones, inmediatamente después de haber tenido un placentero disfrute del Señor, El inesperadamente nos pide que lanchemos al mar y luego nos deja. Esta es una descripción de la situación actual. El Señor se ha ido a la montaña, a los cielos. Sin embargo, ha ordenado que Su iglesia avance en el mar, donde a menudo soplan vientos contrarios y azotan tormentas.

B. El Rey celestial ora en la montaña

El versículo 23 dice: “Una vez despedidas las multitudes, subió al monte, a solas, a orar; y cuando llegó la noche, estaba allí solo”. Manteniendo Su posición de hombre (4:4), el Rey celestial, como Hijo amado del Padre (3:17), necesitaba orar a solas a Su Padre que está en los cielos, para ser uno con El y tener Su presencia en todo lo que hacía en la tierra con miras a establecer el reino de los cielos. Esto lo hizo en un monte, no en el desierto, separado de toda la gente, incluso de Sus discípulos, para tener contacto con el Padre a solas.

C. La barca con los discípulos a bordo
fue azotada por la tormenta
debido a que el viento era contrario

El versículo 24 dice: “Y la barca ya estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario”. Sin lugar a dudas el Señor se dio cuenta de que la barca estaba en apuros a causa de la tormenta. Cuando El urgió a los discípulos a subir a la barca y adelantarse, anticipó que se aproximaba una tormenta. Sin embargo, no fue con ellos, sino que se apartó al monte a orar. Hoy el Señor Jesús se encuentra en la montaña, esto es, en los cielos (Ro. 8:34; He. 7:25), y la iglesia se encuentra navegando en el mar. A diario nos enfrentamos con vientos contrarios. Desde el día en que llegamos a Anaheim, los vientos contrarios no han dejado de soplar. No hemos tenido un solo día en calma. La barca de la iglesia es azotada constantemente. Pero, al fin de cuentas, esto es nuestro destino. El hecho de que el Señor esté en los cielos orando por nosotros es una fuente de aliento y ánimo. No importa la fuerza de los vientos contrarios porque sabemos que el Señor se encuentra en la montaña orando por nosotros. La tormenta no está bajo el control del enemigo, sino bajo los pies del Señor.

No debemos temer a los vientos contrarios; no vale la pena preocuparnos por ellos. Los que están cerca de mí pueden afirmar que no importa lo que suceda, yo no tengo temor alguno. Mi esposa puede dar testimonio de que cada noche duermo profundamente y que todas las tardes tomo una buena siesta, sin ninguna preocupación. En ocasiones mi esposa se sorprende porque no me preocupo por los problemas. Como tengo tantas cosas que hacer, estoy obligado a descansar bien. Y ya que nuestro destino depende del Señor, no es necesario estar temerosos de nada. Los vientos contrarios y la oposición están bajo los pies del Señor. El está en una montaña alta orando e intercediendo por nosotros. El sabe lo fuertes que son los vientos, pero El se mofa de los vientos y parece decir: “Vientos débiles, vosotros no significáis nada para Mí. ¿Qué es lo que tratáis de hacer? No podéis perjudicar a Mi iglesia. Los que están en la barca son Mis seguidores; de hecho, no son otra cosa que Yo mismo. Aunque estoy aquí en los cielos, también estoy con ellos”. ¡Qué maravillosa descripción de la montaña, de las adversas olas, de los vientos contrarios, y de la pequeña barca en medio del mar! En realidad los vientos y las olas ayudan para nuestro bien. ¿No cree usted que la oposición obra para nuestro provecho? ¡Ciertamente lo hace! En Anaheim hemos visto cuánto provecho nos ha traído la oposición.

Algunos me han condenado por afirmar que yo no creo que Jesucristo esté en los cielos. Ellos me acusan por inclinarme por la vida interior, y por decirles siempre que no vean hacia los cielos sino al Cristo que está dentro de ellos. La verdad es que debemos mirar en dos direcciones. Primero debemos ver al Señor que está dentro de nosotros y decir: “Oh Señor Jesús, ¿estás contento de morar en mí? ¿Te gusta este lugar?” Todos nosotros debemos darnos cuenta de que Cristo vive en nosotros. Para poder disfrutarle tenemos que darnos cuenta de que El mora en nosotros. Si se encontrara lejos, no podríamos disfrutarle. Por otro lado, para confiar en el Señor, debemos ver que El mora también en los cielos donde está sentado con autoridad e intercede por nosotros. El pronto regresará. ¡Aleluya porque El está en nuestro interior y también en los cielos intercediendo por nosotros! Si vemos esto, ninguna tormenta nos preocupará ni angustiará, pues tendremos la seguridad de que la barca es Suya, de que la iglesia es Suya. El mar no puede dañar la barca; por el contrario, le es de ayuda. Como veremos en seguida, los vientos y las olas le dieron a Pedro una gran lección.


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