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Estudio-vida de 2 Corintiospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2362-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

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ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS

MENSAJE DIEZ

LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO

(3)

Lectura bíblica: 2 Co. 4:7-15

Los capítulos tres y cuatro de 2 Corintios son los capítulos más importantes de 1 y 2 Corintios. En estas epístolas, ningún otro capítulo presenta el hecho de que Cristo se forja en las personas para que experimenten más profundamente la vida divina. Estos dos capítulos son muy profundos en cuanto a la experiencia de vida. Primero, revelan cómo los apóstoles, en calidad de ministros del nuevo pacto, fueron intrínsecamente constituidos tales. Los apóstoles, al ser hechos ministros del nuevo pacto, experimentaron una reestructuración en su ser, un cambio total.

Pablo se consideraba a sí mismo el principal de los pecadores. ¿Cómo ese hombre que se rebeló contra Dios pudo llegar a ser un ministro del nuevo pacto, un ministro de Cristo cuyo objetivo era llevar a cabo la economía de Dios? Indudablemente, es algo sumamente importante lo de convertir a una persona que se rebela contra Dios en un ministro de Cristo cuya meta es llevar a cabo la administración de Dios en la era neotestamentaria.

Pablo, para llegar a ser un ministro de Cristo, primero tuvo que nacer de nuevo y luego tuvo que recibir una nueva constitución. Nacer de nuevo no es suficiente para hacer de alguien un ministro del nuevo pacto; es necesario también que la persona experimente una reestructuración en su ser, un cambio total, que reciba una nueva constitución. Sin embargo, para recibir una nueva constitución se requiere un nuevo elemento. Sin el elemento que sea la esencia de la constitución, nada puede forjarse en nosotros. La redención de Cristo nos devuelve a Dios, pero no forja en nosotros una nueva constitución. Para esto se requiere un elemento además de la sangre redentora de Cristo. Este elemento no es solamente la vida o el Espíritu; es el Dios procesado.

Quisiera que consideráramos los pasos del proceso por el cual pasó Dios: la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Estos cuatro pasos fundamentales del proceso que experimentó Dios también son los ingredientes del Dios procesado, quien es el elemento que llega a ser nuestra nueva constitución. Estos ingredientes son tipificados por las cuatro especias que se mezclan con el aceite de oliva para formar el ungüento de Éxodo 30. El aceite de oliva era el elemento básico, y las cuatro especias eran los ingredientes que se mezclaban con dicho elemento. El elemento que se producía como resultado de este proceso era el ungüento compuesto por todos sus ingredientes.

Dios es el Espíritu, el aceite de oliva, es decir, el elemento básico. Las cuatro especias tienen que ver con la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. La encarnación introdujo la divinidad en la humanidad y las convirtió en una sola entidad. Sin embargo, ni la divinidad ni la humanidad cambió de naturaleza. La divinidad sigue siendo la divinidad, y la humanidad sigue siendo la humanidad. Esto lo ejemplifica la mezcla del aceite con la harina fina en la preparación de la ofrenda de harina. El aceite y la harina se mezclaban y llegaban a formar una sola entidad con dos naturalezas. Sin embargo, cada una de las naturalezas permanecía separada y completa por sí misma; ni el aceite ni la harina cambiaban de naturaleza. Lo que sí sucedía es que el aceite y la harina se mezclaban y producían una sola entidad. Pero esta entidad no constituía una tercera naturaleza, algo que no era ni aceite ni harina; más bien, era una entidad completa que poseía dos naturalezas: la naturaleza del aceite y la naturaleza de la harina. Esto ejemplifica cómo la encarnación introdujo la divinidad en la humanidad, e hizo de ambas una sola entidad y propició que ambas vivieran como una sola.

El Señor Jesús, una maravillosa persona que posee dos naturalezas, la divinidad y la humanidad, vivió en casa de un carpintero de Nazaret durante treinta años. Después de terminar Su ministerio, fue crucificado. El hecho de que llevó una vida humana implica que Él experimentó todo lo humano relacionado con la primera creación. Cuando Él fue crucificado, llevó toda la vieja creación a la cruz y allí le puso fin. Puesto que a la vieja creación ya se le dio fin, ya no deben abrumarnos nuestros problemas. A los ojos de Dios, se le puso fin a todos estos problemas. Dios, quien está sentado en Su trono, puede decir a Satanás: “Pequeño Satanás, ¿qué intentas hacer? ¿Todavía estás causando problemas? Te voy a dar un poco más de tiempo para que juegues, pero debes darte cuenta de que ya te aniquilé. Ya te puse fin, a ti y a la vieja creación”. La muerte de Cristo en la cruz le puso fin a Satanás y a la vieja creación, así como también a nosotros. En esto consiste el verdadero significado de la crucifixión.

Cristo, mediante Su resurrección, introdujo en Dios aquellos que Dios había escogido y redimido. La encarnación introdujo a Dios en el hombre, y la resurrección introdujo al hombre en Dios. Ahora nosotros, el pueblo que Dios remidió, no sólo tenemos a Dios en nosotros, sino que también estamos en Dios. Tener a Dios en nosotros es maravilloso, pero es todavía más maravilloso estar en Dios.

Quizás usted no esté tan consciente del hecho de que usted está en Dios. Por la misericordia del Señor, yo puedo testificar que ciertamente tengo la sensación y estoy consciente de que soy un hombre que está en Dios. Aparentemente soy un hombre que vive en la tierra; pero de hecho, soy un hombre que está en Dios. Dios está en mí, y yo estoy en Él.

Dios entró en nosotros por medio de la encarnación, y nosotros entramos en Dios mediante la resurrección de Cristo. Éste es el Dios Triuno, el Dios procesado. El Dios Triuno procesado es el elemento mismo que llega a ser nuestra nueva constitución.

Algunos dirán: “Yo no siento que el Dios Triuno procesado esté forjado en mí”. Quizás no lo sienta, pero debe creerlo. Como cristianos, debemos vivir por fe y andar por fe, no por vista (5:7). Somos creyentes, no somos personas que andan por vista. ¿Es usted un creyente o una persona que anda por vista? Un creyente es uno que no confía en las cosas que se ven, sino que se apropia de ciertas cosas invisibles, las confiesa y las experimenta por fe. Ser una persona que actúa conforme a los sentimientos es todavía peor que ser uno que anda por vista. Tal vez usted no sienta que está viviendo en cierto lugar, pero de hecho vive allí. Los sentimientos no son confiables. Tal vez sienta que usted es maravilloso, pero es posible que su condición sea deplorable. No crea en sus sentimientos; crea en los hechos. Es un hecho que todos fuimos introducidos en Dios. El Dios Triuno procesado es el elemento mismo que se ha forjado en nosotros. Tal vez no sienta que tiene una nueva constitución, o que ha ocurrido un cambio en su interior, pero de nuevo le digo, sea un creyente, uno que anda por fe, no sea uno que anda conforme a sus sentimientos. Cuando Dios declara algo, usted también debe declararlo, simplemente porque la Biblia así lo dice. La Biblia revela que Dios se procesó pasando por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Ahora en resurrección, Él es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu como el elemento constitutivo. La Biblia dice esto, y nosotros debemos creerlo.

El hermano Nee solía decir que primero tenemos el hecho, luego la fe y después la experiencia. La secuencia no es experiencia, fe y hecho. Los hechos siempre van primero. Pero ¿cómo nos damos cuenta de los hechos? Los hechos constan en el Nuevo Testamento. Este testamento es algo más fuerte y mejor que un pacto. Un pacto constituye un acuerdo parecido a un contrato. Pero un testamento alude a algo que ya se cumplió. Supongamos que un testamento lega un millón de dólares a una persona. La evidencia, la prueba, de ello es el testamento mismo.

El Nuevo Testamento es lo mismo. Este testamento declara que el Dios procesado se encuentra ahora en nosotros, que Él es nuestra porción, y que Él es nuestro elemento constitutivo. Definitivamente hemos recibido una nueva constitución. Debemos creer este hecho, así como creemos que somos hijos de Dios. A veces el diablo nos dice: “¡Mírate a ti mismo! ¿te dices ser hijo de Dios? ¿Cómo puedes decir que eres hijo de Dios cuando esta mañana te enojaste?” Aunque nos enojemos, debemos seguir creyendo que somos hijos de Dios. Así que debemos declarar: “Satanás, a pesar de haber perdido la calma muchas veces, sigo siendo hijo de Dios. El hecho de perder la calma no cambia el hecho de que soy hijo de Dios. Satanás, al declararte este hecho te ahuyento”.


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