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Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 53 de 72 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE MATEO

MENSAJE CINCUENTA Y TRES

LOS REQUISITOS DEL REINO

En este mensaje llegamos a Mateo 19:1-22, una porción en la que Mateo relaciona ciertos eventos de la vida de Cristo con el fin de mostrar los requisitos del reino. En Mateo 19:3-12 los fariseos le tentaron al Señor preguntándole acerca del divorcio, y del versículo 16 al 22 un hombre rico le pregunta acerca de la vida eterna. El Evangelio de Juan no menciona ninguno de estos casos, pero no sólo constan en el Evangelio de Mateo, sino que los dos aparecen en la misma porción de este evangelio. En el capítulo diecinueve enfocamos el problema del divorcio y el del amor a las riquezas. Entre estos dos asuntos tenemos lo de recibir a los niños pequeños (vs. 13-15). Aparentemente estas tres cosas no están relacionadas entre sí, pero cuando profundizamos el significado de estas cosas, vemos que las tres tienen que ver con la entrada al reino de los cielos. Por consiguiente, concluimos que estas cosas son los requisitos del reino.

I. REVELADOS EN LAS REGIONES
DE JUDEA AL OTRO LADO DEL JORDAN,
CON EL PODER DE SANIDAD

Mateo 19:1-2 dice: “Y aconteció que cuando Jesús terminó estas palabras, partió de Galilea, y vino a las regiones de Judea al otro lado del Jordán. Y le siguieron grandes multitudes, y los sanó allí”. Debido a que los judíos habían rechazado al Rey celestial, El los dejó y se dirigió a Galilea, en el norte. Después El regresó a Jerusalén para realizar Su muerte y resurrección, según había profetizado en 16:21 y 17:22-23, para el establecimiento del reino. Regresó con el poder de sanidad, lo cual indica que, como Rey del reino celestial, El tenía autoridad sobre las cosas negativas que dañaron la creación de Dios.

II. DE LA LEY ESCRITA A LO QUE
DIOS DISPUSO ORIGINALMENTE

A. Terminar con la concupiscencia

Si en serio nos hemos entregado a los intereses del Señor en cuanto al reino, debemos terminar con la concupiscencia, el orgullo y el amor a las riquezas. El Evangelio de Juan no dice nada acerca de tratar con la concupiscencia, porque es un libro de vida. Pero debido a que el tema del Evangelio de Mateo es el reino, aquí se habla de terminar con la concupiscencia así como con otros asuntos negativos. El reino es un adiestramiento, el cual requiere que nos neguemos en lo que se refiere a la concupiscencia, el orgullo y el amor a las riquezas, los cuales nos impiden entrar en el reino. El amor al dinero sin duda está relacionado con el yo. Por naturaleza, todos amamos al dinero. Sin embargo, para entrar en el reino de los cielos debemos negarnos y rechazar este amor al dinero. Una y otra vez el Evangelio de Mateo toca el asunto de la concupiscencia. En la constitución del reino celestial, el Rey explícitamente habla de la necesidad de enfocar este problema. La referencia de sacarnos el ojo o cortarnos la mano, en Mateo 5:29-30, nos muestra cuán estrictos y serios debemos ser en cuanto a este asunto. De otra forma, no hay manera de entrar en el reino de los cielos. Lo de negar la concupiscencia cabalmente ha sido descuidado por los cristianos de hoy. Muy pocos creyentes han escuchado una palabra sobria de Mateo 5 y 19 acerca de la concupiscencia. Por causa de esta deficiencia, la práctica genuina de iglesia o la vida del reino no existe entre los cristianos de hoy. ¡Cuánta necesidad tiene el Señor de un testimonio sobre la tierra! El testimonio del Señor necesita ser recobrado. Por nuestra parte, no estamos preocupados por tener un gran número. En los tiempos del profeta Elías, el Señor solamente contaba con siete mil personas. Si el Señor tuviera siete mil personas en este país, El tendría un testimonio prevaleciente contra todos los asuntos relacionados impuros.

Mateo 19:3 dice: “Entonces se le acercaron unos fariseos, poniéndole a prueba y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?” Los fanáticos religiosos no dejaban tranquilo al Señor, sino que volvían para probarlo. No obstante, las pruebas que le ponían le proporcionaban la oportunidad para revelarse a Sí mismo y para revelar la economía de Dios. En este versículo la oposición de los religiosos le proporcionaron al Señor la oportunidad para exponer la seriedad del divorcio. Este es motivado por la concupiscencia; si no hubiera concupiscencia no habría ningún divorcio.

Lo dicho por el Señor en Mateo 19:4-6 no sólo reconoce que Dios creó al hombre, sino que también confirma lo que Dios dispuso con respecto al matrimonio, es decir, que un solo hombre y una sola mujer sean unidos y uncidos como una sola carne, y que no deben ser separados por el hombre. El matrimonio entonces es la unión de un hombre y una mujer. Así Dios lo dispuso, y es muy serio que alguien se atreva a quebrantarlo. Lo que Dios ordenó aquí no sólo incluye lo físico, sino también lo espiritual, porque la unión de un hombre y una mujer en matrimonio representa la unidad de Cristo y la iglesia. Así como hay un solo esposo para una esposa, así también hay sólo un Cristo para una iglesia. No debe haber más que una esposa para un hombre, ni más que un esposo para una mujer. ¡Cuán serio sería que hubiera un Cristo para muchas iglesias, o una iglesia para más de un Cristo! Según lo dispuso Dios, hay un solo Cristo y una sola iglesia. En figura y sombra, debe haber una sola esposa para un solo hombre. Está escrito claramente en la Palabra que ésta fue la ordenanza de Dios en la creación original.

En el versículo 7 los fariseos le preguntaron al Señor: “¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?” Este mandamiento no formaba parte de la ley básica, sino que fue añadido a la ley. Fue dado por Moisés no conforme a lo que Dios dispuso desde el principio, sino como algo temporal, debido a la dureza del corazón del hombre.

El Señor, en lugar de discutir con los fariseos, les dijo: “Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero desde el principio no ha sido así”. El mandamiento que Moisés dio con respecto al divorcio era una desviación del mandato original de Dios, pero para el reino de los cielos Cristo como Rey celestial restauró lo que era en el principio. Esto indica que el reino de los cielos, que corresponde al mandato original de Dios, no permite el divorcio.

En el versículo 8 vemos el principio fundamental de recobro. Recobrar significa regresar al principio. Es posible que las cosas que existen ahora no se remonten al principio, y por eso necesitamos regresar al principio. En el principio Dios dispuso que fuesen un esposo y una esposa, y no existía el divorcio. Pero debido a la dureza del corazón del hombre, Moisés toleró el divorcio y permitió que el hombre se divorciara de su esposa extendiéndole una carta de divorcio. El Señor estaba preguntando a los fariseos si a ellos les importaba más el mandato de Dios o la dureza de su corazón. Todo aquel que busca genuinamente a Dios debería decir: “Oh Señor, ten misericordia de mí para que a mí me interese más lo que Tú dispusiste originalmente. No quiero inclinarme más por la dureza de mi corazón. La condeno y rechazo y regreso a Tu plan original”. Este es el significado de recobro.

Hoy ciertos cristianos se aferran a ciertos asuntos. Por causa de la dureza del corazón del hombre caído, el Señor tolera algunos de estos asuntos. ¿Debemos estar de acuerdo con esta tolerancia y con la dureza del corazón humano? Ciertamente que no. En lugar de eso, debemos echar mano de la gracia del Señor para regresar al mandato original de Dios. En otras palabras, debemos regresar al principio.

El versículo 9 dice: “Y Yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio”. La palabra griega para fornicación significa prostituirse, lo cual es peor que el adulterio. Aquí la palabra del Señor indica que sólo la fornicación puede romper la relación conyugal. (Por supuesto, la muerte la rompe espontáneamente.) Así que, con excepción de la fornicación, no debe haber pretexto para divorciarse.


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