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Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
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ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE OCHENTA Y TRES

TRANSFORMADO

(6)

Todavía tengo la carga de compartir acerca de la columna. Basándonos en el principio según el cual casi todo lo que consta en el libro de Génesis es una semilla que se desarrolla en los siguientes libros de la Biblia, llegamos a 1 Reyes 7:13-22, una porción importante de la Palabra con respecto a las columnas. En el llamado de Jacob, el hecho de que Jacob fuese transformado se relacionaba principalmente con la columna. Después del sueño que Jacob tuvo en Bet-el, erigió una columna (28:18). Cuando volvió a Bet-el, también levantó una columna (35:14). Cuando Jacob erigió la columna la primera vez, dijo: “Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios” (28:22). Esto indica que la columna no era solamente la columna, sino que también se convertiría en Bet-el, la casa de Dios. En 1 de Reyes, se menciona el templo por primera vez. Antes sólo existía el tabernáculo, mas no el templo. Las dos columnas eran lo que más se destacaba en el exterior del templo. En el capítulo siete de 1 Reyes, tenemos una descripción detallada de estas columnas. Tengo la carga de que, después de examinar la semilla de la columna en Génesis, veamos ahora el desarrollo de la misma en los siguientes libros del Antiguo Testamento. Más adelante, consideraremos la consumación de esta semilla en el Nuevo Testamento.

(b) Se relaciona con
la construcción del templo

aa. Salomón construye por medio de Hiram

Las columnas del templo las construyó Salomón por medio de Hiram, “que trabajaba en bronce” y que “era lleno de sabiduría, inteligencia y ciencia en toda obra de bronce” (1 R. 7:14). Muchas cosas que encontramos en el Antiguo Testamento, tal como el tabernáculo y el templo, son figuras, tipos. Debemos conocer el cumplimiento de todos estos tipos. Salomón tipifica a Cristo, e Hiram tipifica las personas dotada mencionadas en el Nuevo Testamento. Indudablemente, el apóstol Pablo fue una persona dotada; él es el Hiram del Nuevo Testamento. Leamos Efesios 4:11 y 12: “Y El mismo dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos”. Las personas dotadas las da la Cabeza al Cuerpo para que los santos sean perfeccionados. El hecho de que las columnas no hayan sido construidas por Salomón directamente sino por conducto de Hiram, indica que hoy Cristo no edifica las columnas directamente sino por medio de las personas dotadas. Por tanto, debemos someternos a las personas dotadas, así como el bronce fue puesto en las hábiles y dotadas manos de Hiram.

bb. Dos columnas

Conforme a 1 Reyes 7:15, Hiram “vació dos columnas de bronce”. En la Biblia el número dos es el número del testimonio. Estas dos columnas se yerguen en frente del templo como testimonio. La columna del libro de Génesis conlleva la idea de testimonio. Después de concluir Jacob el trato con Labán, “tomó una piedra, y la levantó por señal” (31:45); esta columna de piedra fue un testimonio (31:51-52). Indudablemente, cuando Jacob erigió la columna en el capítulo veintiocho, su idea también era de expresar un testimonio. Por inspiración del Espíritu de Dios, él dijo que ese testimonio sería la casa de Dios. El templo del Antiguo Testamento era sin duda un testimonio para Dios. El principio es el mismo con respecto a la iglesia hoy. Según 1 Timoteo 3:15, la casa de Dios, la iglesia, es la columna. Esto significa que la iglesia en conjunto permanece en la tierra para dar testimonio de Dios al universo. Por tanto, las dos columnas erguidas en frente del templo en el Antiguo Testamento eran un firme testimonio del edificio de Dios.

cc. De bronce

Ahora llegamos a un punto crucial: las dos columnas son hechas de bronce (1 R. 7:15). En Génesis la columna es de piedra, pero en 1 Reyes 7, las columnas son de bronce. Una piedra denota transformación. Nosotros somos barro, pero podemos ser transformados en piedra. ¿Qué representa el bronce? Representa el juicio de Dios. Por ejemplo, el altar que estaba a la entrada del tabernáculo estaba cubierto de bronce, que denota el juicio de Dios (Ex. 27:1-2; Nm. 16:38-40). El lavacro también era de bronce (Ex. 30:18). Además, la serpiente de bronce que fue puesta sobre un asta (Nm. 21:8-9) también era un testimonio de que Cristo fue juzgado por Dios en nuestro lugar (Jn. 3:14). Por consiguiente, en la tipología, el bronce siempre representa el juicio de Dios. El hecho de que las dos columnas fueron hechas de bronce indica claramente que si queremos ser una columna, debemos ser conscientes de que estamos bajo el juicio de Dios. No sólo debemos estar bajo el juicio de Dios, sino también bajo nuestro propio juicio. Igual que Pablo en Gálatas 2:20, debemos decir: “Estoy crucificado. Estoy crucificado porque no sirvo para nada en la economía de Dios. Solamente soy digno de muerte”. Muchos hermanos son inteligentes y hábiles, y muchas hermanas son bastante agradables. No obstante, debemos reconocer que en realidad no somos buenos. No valemos ni un centavo. Unicamente merecemos la muerte. El decir: “He sido desechado, condenado y muerto”, es una especie de juicio de uno mismo. ¿Cuál es el juicio que tiene usted en cuanto a sí mismo? Usted debe contestar: “El juicio que tengo de mí mismo es que no sirvo para nada y que fui crucificado”.

Si usted piensa que está calificado para ser una columna, entonces ya está descalificado. Permítame contarle algo sobre la manera en que el hermano Nee designaba ancianos. El dijo que ninguna persona que ambicione el oficio de anciano debería ser anciano. Por consiguiente, muchos de los que estábamos en la China continental decíamos: “No piense que usted puede ser un anciano ni ambicione llegar a serlo. Si usted ambiciona ser anciano, nunca lo será”. Cuando fui a Shangai por primera vez en 1933, me encontré con cierto hermano. Descubrí más tarde que él anhelaba el puesto de anciano. El hermano Nee me dijo que por el hecho de ambicionar el cargo de anciano, este hermano no estaba calificado para ser anciano. Todo aquel que ambiciona ser anciano se descalifica de dicho oficio. Algunos hermanos pueden testificar que hemos practicado eso en cierta medida durante muchos años en los Estados Unidos. Entre nosotros algunos han procurado el puesto de anciano. Inclusive, se han mudado de un lugar a otro buscando la oportunidad de ser ancianos. Al darse cuenta de que había suficientes ancianos en una localidad dada, se mudaban a otra localidad donde hubiese vacantes. Sin embargo, los que no tienen ninguna ambición de ser ancianos son los únicos que pueden llenar las vacantes. Cuando descubrimos que un hermano ambiciona el oficio de anciano, sabemos que está completamente descalificado por la eternidad. La razón es sencilla: un hermano así no está bajo el juicio de Dios. Todos debemos decir: “No estoy calificado. Soy vil, pecador, soy un ser caído y corrupto”. Además debemos decir: “Señor, soy un ser caído, pecador y corrupto, ¿cómo podría llevar la responsabilidad de ser anciano? No estoy calificado para eso”. En esto consiste experimentar el bronce. Justificarnos a nosotros mismos y considerarnos aptos equivale a no tener relación alguna con el bronce. Aquellos que experimentan el bronce están continuamente bajo el juicio.

Al principio de mi ministerio en China, me preguntaba a veces por qué el hermano Nee era tan estricto en este asunto. Finalmente, aprendí que todo aquel que ambicionaba ser líder en cualquier posición de la vida de iglesia se convertía en un problema. No hubo ni una sola excepción a esta regla. Pero todos los que no pensaban que estaban calificados para ser líderes llegaron a ser de provecho para la edificación de la iglesia. Por el contrario, siempre decían: “No estoy calificado. Soy demasiado vil. No tengo la disposición para eso, y todavía permanezco mucho en mi vida natural. No me considero bueno”. Decir eso no significa solamente estar bajo el juicio de Dios, sino también bajo nuestro propio juicio. ¿Cuál es su evaluación de sí mismo? No diga: “Nadie es más apto que yo”. Cuando usted dice eso, está acabado, y el Señor jamás pondría Su sello sobre tal evaluación. Todos debemos ser conscientes de que somos seres caídos, corruptos e inútiles. Todos debemos comprender que en nosotros, es decir, en nuestra carne, no hay nada bueno (Ro. 7:18). Deberíamos decir: “No soy digno de nada; sólo merezco la muerte. ¿Cómo pueden los hermanos pensar que yo debo ser anciano? Me atemoriza la sola posibilidad”. No digo eso en vano. En años anteriores, algunos dijeron: “¿Por qué el hermano fulano de tal fue nombrado anciano y no yo?” El fue nombrado en lugar de usted porque usted cree estar calificado. El hecho de que usted se apruebe a sí mismo lo descalifica. El Señor jamás escogería a una persona que se considere calificada. Si usted piensa que es apto, entonces no tiene nada que ver con el bronce, y se ha hecho oro en su propia opinión. Experimentar el bronce equivale a estar siempre bajo el juicio de Dios y bajo nuestro propio juicio. Todos nos debemos aplicar esto a nosotros mismos y decir: “Señor, ten misericordia de mí, porque en mí no hay nada bueno”. Esta es la razón por la cual fuimos crucificados. Si pensamos que hay algo bueno en nosotros, somos mentirosos.

En Gálatas 2:20 Pablo dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. También podemos aplicar lo que dijo en 1 Corintios 15:10, donde leemos: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. En Gálatas 2:20 Pablo dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”; y en 1 Corintios 15:10 dijo: “Pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. Pablo parecía decir: “Lo que yo sea, lo soy por la gracia de Dios. Por mí mismo, no soy nada. Por mi propia cuenta jamás podría ser ni apóstol ni ministro de la palabra viva de Dios. He trabajado más que los demás, pero no he sido yo quien lo ha hecho sino la gracia de Dios”. Esto es experimentar el bronce.

En los tipos y las figuras, las dos columnas de bronce que aparecen en 1 Reyes 7 nos dicen que nosotros debemos estar bajo el juicio de Dios y también bajo nuestro propio juicio. Debemos juzgarnos a nosotros mismos como personas que no son nada y que sólo son aptas para ser crucificadas. No solamente digo eso a los hermanos sino también a las hermanas. Ninguno de nosotros sirve para nada. Debemos considerarnos personas que están bajo el juicio de Dios. Si un anciano no está bajo el juicio de Dios, no puede ser un buen anciano, y si una hermana que tiene cierta responsabilidad no está bajo el juicio de Dios, no puede asumir la responsabilidad adecuadamente. Tengo la certeza de que siempre debo estar bajo mi propio juicio para ministrar la palabra de Dios y doy testimonio de ello. Puedo pasar un breve tiempo orando de manera positiva por la reunión, y un largo rato juzgándome a mí mismo como vil, indigno, carnal y natural. A veces hasta suspiro y gimo, diciendo: “Oh Señor, ¿cuándo llegará el día en que pueda ministrar Tu palabra fuera de mi carne?” No se imagine que soy muy bueno por el hecho de pararme al frente de ustedes a ministrar. No, soy muy vil. Mientras estemos en la vida natural y en la vieja creación, seremos viles. Debemos servir bajo el juicio de Dios y ministrar estando conscientes del juicio de Dios. Yo ya he sido juzgado. Mi ser natural, mi carne, y mi yo han sido juzgados por Dios, y yo todavía estoy bajo ese juicio. Si somos conscientes de esto, entonces nos convertiremos en bronce.

Aunque el bronce brilla, no tiene ninguna gloria. Pero sí hay gloria en el resplandor del oro. El brillo del bronce significa que estamos bajo el juicio de Dios. Si un anciano resplandece como bronce, entonces es un anciano que ha estado y sigue estando bajo el juicio de Dios. No es el candelero de oro que exhibe la gloria de Dios, sino la columna de bronce que proclama el juicio de Dios. ¿Desea usted ser una columna, o un líder, entre los hijos de Dios? Si tal es el caso, usted debe someterse al juicio de Dios. Espero que el Espíritu Santo le diga esto a usted. En el templo de Dios no hay ni orgullo ni jactancia propia. Las columnas del templo de Dios son de bronce. Los que llevan la carga son seres que han sido juzgados. Todos los ancianos han estado y todavía están bajo el juicio de Dios. Además ellos mismos son conscientes de este juicio. Reconocen que están bajo el juicio de Dios porque son pecadores, caídos y corruptos, porque no hay nada bueno en ellos y porque no están calificados para la economía de Dios. Yo podría repetirlo continuamente. ¿Sabe usted porque hay tanto conflicto en el cristianismo? Porque no hay bronce. No está el juicio de Dios por ninguna parte. Y todas las “columnas” son de madera. Cuanto más responsabilidad lleve usted en la vida adecuada de iglesia, más debe ser consciente de que se encuentra bajo el juicio de Dios. Usted no es más que bronce bajo el juicio de Dios. No eluda este juicio de sí mismo ni por un momento. Por el contrario, debe estar siempre consciente del juicio de Dios y quedarse con el bronce.


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