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Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 10 de 72 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE MATEO

MENSAJE DIEZ

EL UNGIMIENTO DEL REY

(3)

En este mensaje llegamos al ungimiento del Rey (3:13-17).

II. UNGIDO

A. Por medio del bautismo

El versículo 13 dice: “Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él”. Galilea y Jordán son las palabras cruciales de este versículo. Aquí no dice que Jesús vino de Belén a Jerusalén para ser santificado, sino que vino de Galilea al Jordán para ser bautizado. Debemos considerar el significado de la expresión “de Galilea al Jordán”. No es fácil ver por qué Jesús no vino de Belén sino de Galilea, y no fue a Jerusalén sino al Jordán. También debemos averiguar la razón por la cual fue a ver a Juan, una persona “salvaje”, y no a uno de los principales sacerdotes, los cuales eran personas cultas y religiosas. Además, debemos descubrir la razón por la cual fue con el propósito de ser bautizado y no de ser santificado.

1. Vino de Galilea

En el Nuevo Testamento, Galilea, una región menospreciada, representa el rechazo. Jesús no vino de Belén, porque en aquel tiempo Belén era un lugar de honor y acogimiento. Si uno procedía de Belén, todo el mundo le honraba y le recibía calurosamente. Pero si uno venía de Galilea, todo el mundo le menospreciaba y rechazaba. Jesús vino de tal lugar menospreciado y rechazado. Sin embargo, no era un lugar rechazado por Dios, sino por la religión y la cultura. Todos los que vienen al recobro del Señor no proceden de Belén; más bien, vienen de Galilea. No debemos presumir venir de un lugar de honor y de acogimiento, sino de un lugar menospreciado y rechazado por la religión y la cultura. Aun si el presidente de la nación tomara el camino de la iglesia, él también tendría que venir de Galilea al Jordán. Durante todos estos años he mirado y observado. He visto que los de alto rango que están en el camino de la iglesia, han sido menospreciados y rechazados por la religión y la cultura de estos tiempos. Estoy seguro de que si usted todavía recibe honor de la religión y la cultura de hoy, y si ellas todavía le reciben a usted, usted no está en el camino que va desde Galilea hasta el Jordán. El camino de Galilea al Jordán es el camino correcto para la iglesia. Hoy en día el camino de la vida de iglesia va de Galilea al Jordán y no de Belén a Jerusalén.

El camino de la iglesia es estrecho. Aun si las organizaciones cristianas no se opusieran al recobro del Señor, sino que lo apreciaran mucho, el número de los que están en el camino de la iglesia sería casi igual al de hoy en día, simplemente porque el camino es estrecho. Cuando algunos consideran la iglesia, tal vez digan: “Este es el reino de los cielos. Ciertamente este camino debe de ser muy alto”. Aunque es alto, no lo es según el concepto humano. Al contrario, es el camino de Galilea al Jordán.

2. Fue al Jordán

Como hemos dicho anteriormente, Jordán era un lugar de sepultura y resurrección. Por eso, el Jordán representa la terminación y la germinación. Los hijos de Israel viajaron por el desierto durante cuarenta años; finalmente fueron sepultados en el río Jordán. El Jordán los terminó, o sea, puso fin a su historia de vagar en el desierto y puso fin a la época de vagabundeos. Pero el Jordán también les dio un nuevo comienzo, pues los hizo germinar y entrar en una edad nueva. El Jordán sacó a los hijos de Israel del desierto y los hizo entrar en la buena tierra, la cual es Cristo. Este es el significado del Jordán.

Ahora en la vida de iglesia andamos en el camino de Galilea al Jordán, el camino que va desde el rechazo hasta la muerte y la resurrección. Todos debemos decir a los que nos menosprecian y rechazan: “Adiós. No voy a procurar lograr su aprobación. Voy al lugar donde llegaré a mi fin y germinaré”. En la vida de iglesia no se debe buscar el honor, sino la muerte. Día a día experimentamos la muerte del yo. En la iglesia ésta es una experiencia mutua: nos ponemos fin el uno al otro todos los días y cada hora. La terminación es buena, pues no es el fin sino el comienzo, porque nos lleva a la germinación. Por lo tanto, puedo testificar que cada vez que llegamos a nuestro fin, experimentamos más de la germinación.

Algunas veces las hermanas dicen: “Hermano Lee, la vida de iglesia es maravillosa, pero muchas veces es difícil para nosotras. Sabemos que como hermanas debemos ser sumisas para con los hermanos como a la Cabeza. Los hermanos son buenos, pero son muy fuertes. No podemos soportarlo. Muchas veces casi nos han aniquilado”. Cuando oigo esto, digo: “¡Qué bueno es llegar a nuestro fin! ¿Acaso no es bueno que los hermanos pongan fin a las hermanas?

Hace algunos años me invitaron a visitar cierta iglesia. Los hermanos me dijeron que las hermanas eran muy emocionales y tercas, y por eso les era difícil tener comunión con ellas. Ellos simplemente no sabían cómo tratar con el problema. Unos días después algunas de aquellas hermanas me invitaron a almorzar. Su intención era tener una oportunidad para expresar su opinión. Me dijeron que su paciencia había sido agotada porque los hermanos eran muy duros. Querían que yo les diera una manera de tratar el problema. Hacía unos pocos días los hermanos habían ejercido presión sobre mí, pero ahora las hermanas lo hacían. Vi cuán seria y terrible era aquella experiencia para los hermanos así como para las hermanas. Los hermanos y las hermanas experimentaban la muerte del hombre natural. Pero esta experiencia mutua es muy positiva. ¿No ama usted llegar a su fin? Si nunca ha llegado a su fin en la vida de iglesia, prepárese. Puedo asegurarle que en la vida de iglesia todos vamos a morir al yo, porque todos estamos en el camino de Galilea al Jordán.

Cuando los nuevos creyentes entran en la vida de iglesia, tal vez digan: “¡Aleluya! ¡He visto la vida de iglesia! ¡Cuán maravilloso!” Cuando oigo esto, digo para mí mismo: “Sí, es maravilloso, pero espere un momento. Tarde o temprano, la maravillosa vida de iglesia dará fin a todo su ser”. En la vida de iglesia he tenido esta experiencia miles de veces. He experimentado por lo menos diez grandes muertes. Me dieron fin en Chifú, Shanghai, Taipei, Manila, Los Angeles y Anaheim. La maravillosa vida de iglesia, sin lugar a dudas, nos da fin a todos nosotros, poniendo fin a todo nuestro ser. Prepárese. Probablemente, los que han estado en la vida de iglesia por muy poco tiempo siguen disfrutando de la “luna de miel” que experimentan con la iglesia. La luna de miel está bien. Pero de acuerdo con la experiencia de los casados, la luna de miel con el tiempo se convierte en la muerte del yo. Casi todos los maridos ponen fin a sus esposas, y todas las esposas dan muerte a sus maridos. Pero esto es positivo porque siempre conduce a la germinación. ¡Aleluya, el fin del yo trae la resurrección!

La vida de iglesia es verdaderamente maravillosa, pero no según nuestro concepto. La admirable vida de iglesia tarde o temprano acabará con todos nosotros. Nos dará fin así como nos hará germinar. Le aseguro a usted que todo lo que usted sea y todo lo que tenga y haga llegará a su fin. Tal vez una larga historia de diez años en la vida de iglesia será necesaria para que se cumpla. Los que han estado en la iglesia diez años pueden dar testimonio de que ésta ha dado fin a cada parte de su ser. Cuanto más tiempo estemos en la iglesia, más de nuestra persona llegará a su fin. Al principio, esta experiencia nos parece agria. Pero después se vuelve dulce. Ahora para mí es dulce experimentar el fin del yo. Después de varios años de pasar por la muerte en la vida de iglesia, usted estará contento con el proceso. Al principio de la vida de iglesia, uno siente vergüenza al llegar a su fin. No obstante, poco a poco llega a ser algo muy dulce para usted. Estamos en el camino de Galilea al Jordán, del lugar del rechazo al lugar de la terminación.

En el lugar de la muerte nos encontramos con el Rey. Aquí, en la vida de iglesia lo encontramos. Desde el momento en que vine a la iglesia, he sido traído al Señor una y otra vez. Día tras día, la vida de iglesia me trae a Cristo, y me lleva a mí a Cristo, el Rey. Con el tiempo, hallamos que el reino está aquí. Es por esto que la vida de iglesia equivale al reino.

Cuando estaba con la Asamblea de los Hermanos me enseñaron que el reino había sido postergado hasta un tiempo futuro. También me dijeron que la vida de iglesia de hoy no es el reino. No obstante, en mi propia experiencia poco a poco pude ver que cada vez que experimenté la muerte fui llevado al Rey, y el Rey me fue traído. Por experiencia aprendí que esto era la realidad del reino y que la vida de iglesia es el reino. Llegué a comprender que las enseñanzas de los Hermanos acerca del reino no eran exactas. Según mi experiencia, comprendí que yo estaba en el reino. Cada vez que experimenté el fin del yo, conocí más a mi Rey, y el reino estuvo presente. Esto no tiene que ver con la doctrina, sino con la experiencia. Más tarde, al estudiar más el Nuevo Testamento, recibí la luz referente al reino, la cual confirmó mi experiencia. Ahora puedo decir con toda confianza que según el Nuevo Testamento el reino está aquí hoy en día. Algunos maestros cristianos, por no haber muerto al yo, dicen que el reino ha sido postergado hasta un tiempo futuro. No han sido llevados al Rey, y el Rey no ha sido presentado a ellos. Por consiguiente, en su experiencia, día tras día, no tienen el reino. No obstante, después de que uno llegue a su fin en el camino de Galilea al Jordán, tanto el Rey como el reino estarán presentes.


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