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Estudio-vida de 1 Corintiospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1445-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 69 de 69 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE
LA PRIMERA EPISTOLA A LOS CORINTIOS

MENSAJE SESENTA Y NUEVE

LO TOCANTE A LA COLECTA DEL DONATIVO
Y LA CONCLUSION

Lectura bíblica: 1 Co. 16:1-24

En este mensaje examinaremos 1 Corintios 16:1-24, la sección final de esta epístola. En los versículos 1-9 Pablo habla de la colecta del donativo, mientras que los versículos 10-24 concluyen la epístola.

I. LA COLECTA DEL DONATIVO

A. La dirección del apóstol

En el versículo 1 Pablo dice: “En cuanto a la colecta para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené a las iglesias de Galacia”. Este es el undécimo tema tratado por el apóstol en esta epístola, un asunto relacionado con el dinero, las riquezas y las posesiones materiales. Toda la humanidad caída se halla bajo el dominio de las riquezas y de las posesiones materiales (Mt. 6:19-21, 24-25, 30; 19:21-22; Lc. 12:13-19). En el día de Pentecostés, bajo el poder del Espíritu Santo, todos los creyentes derrocaron este dominio y tenían en común todas sus posesiones de manera que las distribuían a los necesitados (Hch. 2:44-45; 4:32, 34-37). Por causa de la naturaleza débil y caída de los creyentes (cfr. Hch. 5:1-11; 6:1), esa práctica no duró mucho tiempo; para la época del apóstol Pablo, ya había cesado. Por consiguiente, los creyentes requerían gracia para vencer el poder de las riquezas y de las cosas materiales, y para arrebatar estas cosas del dominio de Satanás y ofrecerlas al Señor para el cumplimiento de Su propósito. La vida de resurrección es el suministro que habilita a los creyentes a llevar tal vida, una vida que confía en Dios y no en las posesiones materiales, es decir, una vida no para el presente sino para el futuro, no para esta edad sino para la venidera (Lc. 12:16-21; 1 Ti. 6:17-19); una vida que derriba la usurpación de las riquezas temporales e inciertas. Tal vez ésta sea la razón por la que Pablo trató este asunto después de hablar de la realidad de la vida de resurrección. En todo caso, esto se relaciona con la administración de Dios entre las iglesias.

El hecho de que este tema se presente después de un capítulo que habla de la realidad de la vida de resurrección es muy significativo. La resurrección es el poder que vence no sólo el pecado y la muerte, sino también sobre las posesiones materiales. Por lo tanto, inmediatamente después del capítulo que trata de la resurrección, Pablo aborda el tema de las posesiones materiales.

En el versículo 1 vemos que Pablo dio la misma dirección a la iglesia de Corinto que a las de Galacia. Esto indica claramente que todas las iglesias locales deben ser iguales en sus prácticas (7:17; 11:16; 14:33).

En el versículo 2 Pablo añade: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que no se hagan las colectas cuando yo llegue”. El séptimo día de la semana, el sábado, se apartaba para conmemorar la obra creadora de Dios (Gn. 2:1-3; Ex. 20:8, 11). El primer día de la semana es un símbolo de la resurrección del Señor; pues ese día resucitó El de entre los muertos (Jn. 20:1 y la nota 1) y es llamado “el día del Señor” (Ap. 1:10). Los santos neotestamentarios se reúnen y ofrecen sus bienes en este día (Hch. 20:7), el día de la resurrección del Señor, lo cual significa que ellos han sido resucitados juntamente con el Señor (Ef. 2:6) en Su resurrección (1 P. 1:3), y que en resurrección, ellos se reúnen, no por su vida natural sino por la vida de resurrección, con el fin de recordar al Señor y adorar a Dios con sus ofrendas.

Debemos ofrendar en la vida de resurrección y no en nuestra vida natural. Sin embargo, la mayoría de los cristianos de hoy ofrendan conforme a su vida natural. Se levantan ofrendas valiéndose de la vida natural y en una manera que corresponde totalmente a la vieja creación. Además, los que ofrendan grandes sumas a menudo reciben un reconocimiento público, mientras que a los que dan pequeñas cantidades, no se les toma en cuanta. La manera en que nosotros damos debe ser completamente diferente. Debemos presentar nuestras ofrendas en resurrección y por medio de ella.

En el versículo 3 Pablo escribe: “Y cuando haya llegado, a quienes hubiereis aprobado, a éstos enviaré con cartas para que lleven vuestro donativo a Jerusalén”. La palabra griega traducida “donativo” también puede traducirse gracia. Esta era una clase de comunión llevada a cabo bajo la dirección del apóstol, entre las iglesias del mundo gentil y la iglesia en Jerusalén (2 Co. 8:1-2; Ro. 15:25-27).

Hemos dicho reiteradas veces que en la segunda sección de 1 Corintios, en los capítulos del once al dieciséis, Pablo aborda temas relacionados con la esfera de la administración divina. Esta sección empieza con el orden que Dios estableció en el universo, y concluye con un tema aparentemente insignificante: los donativos materiales que se dan a los santos. Lo que pone a prueba si estamos o no en la administración divina, si estamos entregados a ella y si estamos contribuyendo a su cumplimiento, es la manera en que nos relacionamos con las cosas materiales y cómo manejamos nuestro dinero. Si usamos nuestro dinero de manera mundana, por más que hablemos de la resurrección, no estamos verdaderamente en la administración de Dios. El grado en que participemos en la administración divina y nos dediquemos a ella, lo determina cuánto nos interese el dinero y las posesiones materiales.

Al paso de los años, en el recobro del Señor hemos escuchado Su Palabra y hemos sido edificados con las riquezas de Cristo. Ciertamente nos hemos alimentado de la Palabra divina. Ahora, si todos somos fieles y vivimos para la administración de Dios con relación al dinero y las cosas materiales, no habrá ninguna necesidad económica en el recobro. Por ejemplo, seguramente podemos ejercitar nuestro espíritu y nuestra voluntad y ahorrar una pequeña cantidad de dinero cada semana, quizás dos dólares con cincuenta centavos, y darlo al Señor para Su mover en la tierra. Un día, en lugar de salir a un restaurante, podemos comer un platillo sencillo preparado en casa, y dar al Señor lo que ahorremos. ¡Imagínense cuánto se lograría si todos fuésemos fieles e hiciésemos algo así semana tras semana!

En una epístola tan elevada que aborda temas espirituales y celestiales, Pablo aborda por último un asunto tan práctico como el de las finanzas. Es fácil hablar de la autoridad, y decir: “¡Alabado sea el Señor que estoy bajo la autoridad de Cristo! El es mi Cabeza, y con respecto a esto, no tengo ningún problema”. Pero ¿podría decir que no tiene ningún problema con el tema que Pablo trata en el capítulo dieciséis? Podemos hablar de la victoria de la resurrección sobre el pecado y la muerte, pero ¿qué pasa con la victoria sobre la manera en que usamos el dinero y las posesiones materiales? Es fácil que cuando hablamos de la autoridad de Dios, de discernir el Cuerpo, de los dones, y de la resurrección, lo hagamos de una manera abstracta y poco práctica. Por esta razón, Pablo, en la sabiduría de Dios, aborda el tema de ofrendar, inmediatamente después de hablar de la resurrección. Si vivimos verdaderamente en resurrección, no tendremos ningún problema con el dinero ni con las cosas materiales.

En el versículo 2 Pablo específicamente menciona el “primer día de la semana”. Hemos visto que este día, el día del Señor, representa la resurrección de Cristo. Nosotros no vivimos ni actuamos en el séptimo día de la semana, porque ese día se usaba para conmemorar la vieja creación. Más bien, debemos vivir en resurrección en el primer día de la semana. Esto significa que no debemos ser personas del séptimo día, sino del primer día. Si vivimos en resurrección, en el primer día de la semana, el recobro no experimentará ningún problema relacionado con las necesidades económicas.


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