Información del libro

Estudio-vida de Marcospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1437-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 23 de 70 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE MARCOS

MENSAJE VEINTITRES

LAS ACTIVIDADES QUE EL SALVADOR-ESCLAVO
REALIZO EN SU SERVICIO EVANGELICO

(7)

Lectura bíblica: Mr. 7:31—8:26

En este mensaje examinaremos Marcos 7:31—8:26, donde se tratan cinco asuntos: se sana a un sordomudo (7:31-37), se alimenta a cuatro mil (8:1-9), no se da señal a los fariseos (8:10-13), se advierte acerca de la levadura de los fariseos y de Herodes (8:14-21) y se sana a un ciego en Betsaida (8:22-26).

SANA A UN SORDOMUDO

En 7:31-37 se narra la sanidad de un sordomudo. Antes del capítulo siete, la mayoría de las sanidades que se hallan en este evangelio fueron sanidades generales. Por ejemplo, la suegra de Pedro estaba enferma de fiebre (1:30-31) y fue sanada, es decir, le fue restaurada su salud. Otro ejemplo de esta clase de sanidad es la del paralítico (2:3-12). Cuando éste fue sanado, todo su cuerpo recibió la sanidad. Lo mismo sucedió en el caso del leproso (1:40-45). Pero en 7:31-37 no se narra una sanidad general; más bien se sanan órganos específicos. De hecho, todas las sanidades efectuadas después de Marcos 7 tienen que ver con órganos específicos, y no con la salud general de las personas. Estas sanidades están dirigidas específicamente a tres órganos: los ojos, los oídos y la lengua.

Con relación a la sanidad, podemos decir que en el Evangelio de Marcos encontramos la siguiente secuencia: sanidades generales, la revelación de la condición del corazón del hombre, el Señor como pan y como suministro de vida, y la sanidad de órganos específicos. Esta secuencia concuerda con nuestra experiencia espiritual. Cuando fuimos salvos, experimentamos una sanidad general. Más tarde, la condición de nuestro corazón fue revelada. Posteriormente, tal vez después de ingresar a la vida de iglesia, aprendimos a disfrutar interiormente al Señor como pan, como nuestro suministro de vida. Después, experimentamos la sanidad de nuestros oídos, nuestra lengua y nuestros ojos. Algunos de los que han estado en la vida de iglesia por muchos años aún necesitan la sanidad específica de estos órganos.

Incapaz de oír la voz de Dios y de hablar por El

Marcos 7:32 dice: “Y le trajeron uno que era sordo y que hablaba con dificultad, y le rogaron que le impusiera la mano”. Este hombre tipifica a alguien que es sordomudo espiritualmente, uno que no puede oír la voz de Dios, ni alabarlo (Is. 35:6) ni hablar por El (Is. 56:10). La mudez de tal persona se debe a su sordera, y la salvación sanadora que brinda el Salvador-Esclavo hace frente a ambas; sana primeramente sus oídos y luego su lengua.

Los versículos 33-34 dicen: “Y tomándolo aparte de la multitud, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, le tocó la lengua; y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: ¡Efata!, es decir: ¡Sé abierto!” El Salvador-Esclavo metió los dedos en los oídos del sordo, y así sanó su órgano auditivo (véase Is. 50:4-5; Job 33:14-16), y cuando tocó con Su saliva la lengua del mudo, ungió el órgano parlante de éste con la palabra que procedió de Su boca, y así lo sanó.

Un cuadro de nuestra condición

El sordomudo que vemos en 7:31-37 representa nuestra condición. El versículo 32 dice que él hablaba con dificultad. ¿No le sucede a usted lo mismo en las reuniones de la iglesia? Creo que muchos de los que están entre nosotros reconocerán que tienen dificultad para hablar en las reuniones. Así que, el caso del sordomudo del capítulo siete describe la necesidad de todos nosotros.

La sordera casi siempre es la causa de la mudez. En la mayoría de los casos, una persona sorda también es muda. Esto se debe a que lo que hablamos se basa en lo que oímos. Un niño aprende a hablar al oír a los demás, y con el tiempo, habla lo que oye, o sea que un niño aprende a hablar escuchando.

¿Sabe usted por qué hablamos con dificultad en las reuniones? Porque somos descuidados para escuchar al Señor. Si somos más cuidadosos para oír, espontáneamente hablaremos con más facilidad.

Necesitamos escuchar al Señor continuamente. Si lo hacemos, la Palabra penetrará en nuestro ser y podremos hablar con fluidez. Muchos no pueden hablar bien debido a que no oyen como se debe. Si escuchamos diligentemente la Palabra de Dios, con el tiempo ésta llegará a ser lo que expresamos.

Los que presiden en la iglesia suelen animar a los santos a que hablen en las reuniones. Pero cuando algunos lo intentan, no parecen tener nada que decir. El problema yace en lo que oyen. Si no oímos la Palabra, no tendremos nada qué decir en las reuniones.


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