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Estudio-vida de 2 Corintiospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2362-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

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ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS

MENSAJE DIECINUEVE

SU COMPETENCIA PROVIENE DE CRISTO,
QUIEN ES EL ALFABETO QUE SE USA PARA
REDACTAR CARTAS VIVAS CON EL ESPÍRITU VIVIFICANTE DEL DIOS VIVO

(1)

Lectura bíblica: 2 Co. 3:3-6

En el libro de 2 Corintios, un libro muy profundo, Pablo se presenta a sí mismo como un modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia. En esta epístola, Pablo nos presenta su vivir, la manera en que él vive. La vida de Pablo es un modelo para todos los cristianos.

A comienzos de mi vida cristiana, escuché repetidas veces que Cristo es nuestro ejemplo y que debemos imitarlo. También se me enseñó que el apóstol Pablo es un ejemplo para nosotros. En 1 Timoteo 1:15 y 16 Pablo dice que él era el más grande pecador, el primero de los pecadores, pero que recibió misericordia para convertirse en ejemplo, en modelo, para los creyentes. Sin embargo, yo nunca oí que en 2 Corintios Pablo se presenta a sí mismo como un modelo de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia.

Pablo es un modelo no solamente de uno que vive a Cristo, sino de uno que vive a Cristo por causa de la iglesia. Nuestro destino, como nueva creación de Dios, es vivir a Cristo. Además, hemos de vivir a Cristo no solamente para ser salvos, para ser espirituales, para tener poder o para realizar una obra evangélica, sino por causa de la iglesia. Vivir a Cristo por causa de la iglesia es el destino que Dios ha designado a Su nueva creación.

JUSTIFICACIÓN PARA VIDA

El vivir a Cristo por causa de la iglesia es algo que se ha perdido y que debe ser recobrado. Durante la Reforma, Martín Lutero recobró la justificación por fe. Por la gracia de Dios, Lutero estaba dispuesto a arriesgar su vida para recobrar la verdad de la justificación por fe. De manera objetiva, la justificación por fe se puede asemejar a la piel de un pollo, es decir, no es la carne. Según Romanos y Gálatas, la justificación por fe debe tener un resultado. Estos libros revelan que la justificación por fe es para vida, lo cual significa que la justificación se efectúa con miras a la vida. No debe ser un fin en sí misma, sino que debe dar por resultado la vida.

Caspar Schwenckfeld vio que la justificación tiene que dar por resultado la vida. Él puede ser considerado como uno que no solamente tocó la “piel” de la revelación de la Biblia, sino que también empezó a ver la “carne” que está debajo de la piel. Un día quedé muy sorprendido cuando me enteré de que Schwenckfeld empleó algunas de las expresiones que nosotros usamos hoy para hablar de la vida. Él incluso habló del Espíritu vivificante. Me refiero a Lutero y a Schwenckfeld con el fin de mostrar que el Señor desea recobrar no solamente la piel, es decir, ciertas enseñanzas fundamentales, sino también la carne que se halla debajo de la “piel” de la Palabra.

CRISTO: NUESTRA PORCIÓN NUTRITIVA

En el mensaje diecisiete de este estudio-vida, hice notar que se puede asemejar las verdades de la Biblia a las plumas, la piel y la carne de un pollo. Por ejemplo, al leer el primer capítulo de 1 Corintios tal vez prestemos atención a las plumas y descuidemos la piel. En 1 Corintios 1:12 Pablo dice: “Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo: y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo”. En este versículo encontramos plumas, pero no carne. Los que leen el primer capítulo de 1 Corintios a menudo prestan atención a las plumas de este versículo y pasan por alto la carne del versículo 9, donde Pablo dice: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor”. Muchos leen el primer capítulo de 1 Corintios sin prestar la debida atención a este versículo y a la carne que contiene. Otros lo estudian sin una comprensión adecuada de la palabra comunión. Piensan que tener comunión con el Hijo significa simplemente tener contacto con el Hijo de Dios a manera de oración. Pocos creyentes se dan cuenta de que la comunión del Hijo equivale al disfrute que tenemos del Hijo de Dios. Aquí el Hijo de Dios es la rica carne dada a nosotros por porción.

El pensamiento de disfrutar al Señor como una carne rica y nutritiva se halla en Lucas 15. En la parábola del hijo pródigo, el pródigo se arrepiente y vuelve a casa. El padre lo recibe y lo viste con el mejor vestido. Algunos maestros bíblicos usan esta parábola para enseñar que la salvación es por gracia, no por obras. El hijo tenía pensado decir al padre que lo hiciera como a uno de sus jornaleros; no obstante, el padre lo interrumpió y pidió a los siervos que le pusieran el mejor vestido. Este vestido representa a Cristo como nuestra justicia. Nosotros no recibimos este vestido por nuestras obras, sino por la gracia, el don gratuito, de Dios el Padre.

También yo prediqué mensajes evangélicos usando Lucas 15, en los cuales recalqué este punto. Con todo y eso, es necesario ver que esta parábola contiene más que el vestido; también incluye el becerro gordo. El vestido se asemeja a la piel, y el becerro gordo, a la carne. Por años prediqué el “evangelio del vestido” es decir, el mensaje de que la salvación es por gracia. Pero un día me di cuenta de que Lucas 15 habla también del becerro gordo. El vestido es algo externo, algo que nos cubre; mientras que ingerir el becerro gordo es algo interno, es alimento que nutre. Después de ver eso, empecé a predicar el evangelio de una manera distinta, haciendo hincapié en el becerro gordo así como también en el vestido. No obstante, algunos que sólo vieron el vestido y no el becerro gordo, sólo la piel y no la carne, no estaban contentos con esta clase de predicación del evangelio. No estaban de acuerdo con la enseñanza de que debemos comer el becerro gordo.

A veces, cuando predicaba basándome en Lucas 15, decía que el hijo pródigo se arrepintió y volvió no porque su ropa estuviese sucia, sino porque tenía hambre. El hijo volvió a casa porque tenía hambre, tenía tanta hambre que estaba dispuesto a comer incluso las algarrobas que se daban a los cerdos. Lucas 15:17, refiriéndose al hijo pródigo, dice: “Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!” Entonces, decidió: “Me levantaré e iré a mi padre” (v. 18). Él no dijo que en la casa de su padre había muchos vestidos; al contrario, él se acordó que allí había “abundancia de pan”. En lugar de permanecer donde estaba y perecer de hambre, decidió volver a casa.

Supongamos que el padre hubiera dicho: “Pobre hijo mío, pareces limosnero. Pediré a los jornaleros que saquen el vestido que he preparado para ti y te lo pongan para que tengas una buena apariencia”. Si el padre únicamente le hubiera proporcionado vestido a su hijo, éste habría dicho: “Padre, tengo hambre; para ti, el vestido es suficiente, pero yo necesito algo para comer. Por favor dame alimento”. No obstante, el padre no se preocupó solamente por el vestido. Después de pedir a los jornaleros que trajeran el mejor vestido, el padre dijo: “Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y regocijémonos” (v. 23).

Además, el hijo mayor tuvo celos, no por el vestido, sino por el banquete, y se quejó con su padre y le dijo: “He aquí, tantos años te he servido, sin haber desatendido jamás un mandato tuyo, y nunca me has dado ni un cabrito para regocijarme con mis amigos” (v. 29). El hijo mayor no dijo que el hijo pródigo tenía el mejor vestido; sus celos se debían a que al hermano menor se le había preparado el becerro gordo.

En ciertos aspectos, lo que se enseña en el recobro del Señor difiere de lo que es común entre los cristianos de hoy. Aquellos que se interesan únicamente por el vestido y no por el becerro gordo se atreven a afirmar que nuestra enseñanza es herética, pero en el recobro, tenemos el vestido y también el becerro gordo. Lutero recobró el vestido, pero ahora estamos disfrutando el recobro del becerro gordo. Por la misericordia del Señor, estamos en Su recobro disfrutando a Cristo, el becerro gordo, como nuestra porción rica y nutritiva.


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