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Estudio-vida de Hebreospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3845-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 69 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE HEBREOS

MENSAJE NUEVE

EL CAPITÁN DE LA SALVACIÓN
(1)

En este mensaje veremos a Cristo como el Capitán de nuestra salvación, lo cual es difícil de entender en términos doctrinales. Lógicamente podría parecernos que para nuestra salvación necesitamos que Jesús sea nuestro Salvador y Redentor, pero no nuestro Capitán, Pionero o Precursor. No obstante, en la maravillosa salvación que Dios nos ha provisto, en Su “salvación tan grande”, ciertamente necesitamos de este Capitán. Un capitán es un líder que conduce a un grupo de personas a cierto lugar. ¿Hacia dónde nos está conduciendo este Capitán? Él nos está conduciendo a la gloria.

La gloria de Dios es para cualquier persona difícil de definir o explicar. El Señor Jesús, cuando oró al Padre en Juan 17, dijo: “La gloria que Me diste, Yo les he dado” (Jn. 17:22). Pero ¿qué es está gloria? La gloria a la cual nuestro Capitán nos está conduciendo es la gloria que Él ya nos ha dado. No obstante, aunque esta gloria ya nos ha sido dada, aún necesitamos entrar en ella. ¡Qué difícil es hablar de esta gloria! Algunos dicen que esta gloria consiste en un estado excitante de opulencia en la cual ingresaremos en el futuro que nos va a estremecer de emoción. Cuando escuchaba esta clase de hablar en el pasado no me quedaba contento. En lo profundo sentía que este hablar era muy superficial; no tenía sustancia ni sentido. Ahora bien, si ustedes me pidieran que explicara este asunto, les diría que es extremadamente difícil definir la gloria divina que Dios ha dispuesto para nosotros.

El Nuevo Testamento nos dice que fuimos llamados a la gloria y que dicha gloria fue diseñada en la eternidad pasada conforme a la sabiduría de Dios. En 1 Corintios 2:7 dice que en la eternidad pasada Dios predestinó esta gloria para nosotros. Tanto en 1 Tesalonicenses 2:12 como en 1 Pedro 5:10 se nos dice que fuimos llamados a esta gloria. Y según Colosenses 3:4, cuando Cristo se manifieste, nosotros seremos manifestados con Él en Su gloria. ¿Qué es esta gloria? Tal vez la mayoría de los cristianos piensen que la gloria sea solamente cierto brillo o resplandor. Yo no podría negar que la gloria sea tal brillo o resplandor; puesto que aún no he entrado en ella, no me atrevo a decir que dicho concepto sea equivocado. No obstante, sí me atrevería a decir que este concepto es demasiado objetivo y que sólo responde a consideraciones objetivas. Decir que la gloria en la cual entraremos no es sino una especie de irradiación o esplendor puede ser correcto; pero éste es un concepto totalmente objetivo.

Una semilla de clavel nos puede servir de ejemplo para ilustrar la gloria. La semilla del clavel es muy pequeña. Una vez que se siembra, ella crece gradualmente hasta que finalmente llega al punto de echar flores. Cuando el clavel florece, ésa es su glorificación. Un largo proceso opera desde la etapa en que se sembró hasta que llegó a florecer. A medida que avanza este proceso, la semilla del clavel tiene que luchar mucho. Si usted fuera una semilla de clavel, podría contarnos cuánto ha tenido que luchar. La semilla de clavel tiene que luchar primero consigo misma; debido a que el elemento de vida que se encuentra en ella tiene que luchar contra la cáscara que la envuelve para abrirse paso y poder brotar. Luego el clavel tiene que luchar contra el suelo en el cual crece. Por un lado, el suelo ayuda a la semilla a crecer; en este sentido podríamos llamarlo “suelo germinador”. Por otro lado, el mismo suelo representa un obstáculo para la semilla. Aunque la planta necesita del suelo que la ayuda a crecer, el suelo a la vez representa un obstáculo para el crecimiento de la planta. Por tanto, el clavel tiene que luchar contra el mismo suelo que le ayuda a crecer. Finalmente, después de mucha lucha, el clavel llega a la etapa de echar flores, que representan la gloria del clavel. El florecer es su gloria.

Todos nosotros, sin excepción alguna, somos como una semilla de clavel. Por medio de la regeneración entró en nosotros la vida de gloria. Ahora, dentro de nosotros tenemos la semilla de gloria. La vida que está en nuestro interior en forma de semilla es la vida de gloria, la cual es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria (Col. 1:27). La gloria no es simplemente un brillo resplandeciente en el cielo; esta definición es muy objetiva. Si la gloria fuese meramente un resplandor externo, sería como cualquier otra cosa vana. Pero ésta no es la gloria a la que se refiere la Biblia. La gloria que se revela en la Biblia es el florecimiento mismo del elemento divino de Dios. Un día el elemento divino florecerá. ¿Les molesta que les diga que la gloria a la que entraremos no es algo externo, sino el florecimiento del elemento divino desde nuestro interior? Si les molesta, eso significa que al menos en cierta medida ustedes siguen aferrándose a las viejas doctrinas. Por lo tanto, necesitan cruzar el río.

Consideremos la transfiguración del Señor Jesús que ocurrió en la cima del monte (Mt. 17:1-2). Cuando el Señor Jesús ascendió a la cima de aquel monte y se transfiguró, ¿creen que la gloria shekiná descendió de improvisto sobre Él desde del tercer cielo o que Él entró en un resplandor o brillo físico? No, la gloria más bien resplandeció de Su interior. Es por eso que a este acontecimiento se le llama la transfiguración. Asimismo, la gloria a la que seremos llevados es la misma gloria que está ahora en nuestro interior. Esta gloria no es solamente una realidad objetiva, sino que se trata por completo de algo muy subjetivo. ¡Qué gran diferencia notamos entre este concepto y la enseñanza tradicional acerca de la gloria! En el momento en que fuimos regenerados, la semilla de gloria fue sembrada en nosotros. Esto es algo misterioso.

En la regeneración, un elemento de vida entró en nuestro ser. Este elemento de vida no es nada insignificante, pues se trata del elemento divino mismo. Todo lo que Dios es, está incluido en esta sustancia, en este elemento de vida, que ha entrado a nuestro ser. ¡Oh, qué importante es entender lo que nos sucedió cuando fuimos regenerados! El propio elemento de Dios entró en nosotros.

Cuando los hijos de Israel entraron en la buena tierra de Canaán, ellos empezaron a florecer. Esa fue su gloria. Aquella etapa de florecimiento fue también una etapa de lucha, porque comenzaron a combatir casi inmediatamente después de haber entrado en la buena tierra. La primera batalla que libraron sucedió en Jericó. Después de esa batalla, ellos siguieron combatiendo hasta que David venció a todos los pueblos enemigos y fue edificado el templo. Entonces la nube de la gloria de Dios llenó el templo (1 R. 8:10). Aparentemente la gloria que llenó el templo vino de lo alto, pero en realidad ya estaba con los hijos de Israel. Desde el día en que ellos cruzaron el mar Rojo, la gloria estaba con ellos. La gloria estaba en la columna de nube y en la columna de fuego (Éx. 14:19, 24). Así pues, cuando ellos edificaron el templo, éste se llenó de gloria. Repito que la gloria no descendió de lo alto, sino que ya se encontraba presente, esperando a que el pueblo “creciera” y “se desarrollara” para manifestarse. Una vez que el pueblo de Israel se desarrolló completamente, la gloria llenó el templo.

De la misma manera, todos tuvimos nuestro comienzo cuando fuimos regenerados. Ésa fue nuestra Pascua. Desde entonces, es decir, desde que la semilla de gloria fue sembrada en nosotros, ella ha seguido creciendo. Tal crecimiento es un proceso de lucha. Aun ahora mismo, todavía estamos en el proceso de entrar en la gloria.

Ahora podemos comprender lo que significa el título el Capitán de la salvación. La salvación de la cual Cristo es el Capitán es la misma salvación que nos introduce en la gloria. Esta “salvación tan grande” nos introduce en la gloria, y Cristo nuestro Salvador es el Capitán de esta salvación. ¿Qué quiere decir esto? Simplemente quiere decir que nuestro Salvador fue el primero en combatir para entrar en la gloria. El Señor Jesús no entró repentinamente en la gloria. A lo largo de todos Sus días sobre esta tierra, Él experimentó un proceso de lucha. La semilla de gloria se hallaba en Él y luchaba por brotar. Si leemos los Evangelios, nos daremos cuenta de que la vida de Jesús fue una vida de lucha. La historia de Su vida es una historia de batallas. Él estaba siempre peleando la batalla a fin de que la semilla de gloria pudiera crecer. Él combatía para que la gloria brotara y así Él mismo pudiera entrar en la gloria.

No crean que el Señor entró en la gloria cuando ascendió a los cielos. No, antes de Su ascensión Él entró en la gloria el día de Su resurrección, mientras aún se encontraba en la tierra. Lucas 24:26 indica que Cristo no entró en la gloria cuando ascendió sino cuando resucitó. Su resurrección significó Su ingreso en la gloria. Toda Su vida, desde que nació hasta el día en que resucitó de los muertos, fue un proceso de lucha. El Señor no sólo combatió para obtener la victoria, sino también por la gloria. Él combatió por Su glorificación; Su lucha preparó el camino que lo conduciría a la gloria. En este asunto de combatir por la gloria, Él fue el Pionero que inauguró el camino a la gloria. Por lo tanto, Él espontáneamente está calificado para ser el líder de aquellos que han de entrar en la gloria. Es por eso que Él es el Capitán de nuestra salvación. Hoy estamos siguiendo a este Pionero que preparó el camino y entró en la gloria. Esta gloria es ahora la buena tierra. Debemos cruzar el río y entrar en esta tierra. En cierto sentido, Cristo ya cruzó el río y ahora se encuentra en la orilla opuesta, en la tierra de la gloria. No obstante, aunque Él ya está en la gloria, nosotros no hemos entrado en ella todavía. Estamos en el camino siguiéndolo a Él como nuestro Capitán.


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