Información del libro

Estudio-vida de Éxodopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0346-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 149 de 185 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE EXODO

MENSAJE CIENTO CUARENTA Y NUEVE

EL ALTAR DE ORO PARA EL INCIENSO
(3)

Lectura bíblica: Ex. 30:6-10; 40:5, 26-27; Sal.. 84:3; 141:2; Ap. 8:3-6; Ex. 30:26-28

Tengo una carga muy grande en cuanto al altar del incienso, ya que algunos de los puntos relacionados con el mismo son relativamente nuevos para nosotros. Por lo tanto, nos va a tomar algún tiempo para estudiar a fondo la verdad acerca del altar del incienso.

Debemos prestar atención al hecho de que el altar del incienso estaba en el centro del tabernáculo. No estaba afuera del tabernáculo ni en el atrio. Si consulta el diagrama del tabernáculo y del atrio que aparece en el mensaje ciento cuarenta y siete, verá que el altar del incienso estaba en el centro del mismo.

EL DIOS ENCARNADO

En cuanto al tabernáculo, Juan 1:14 dice: “Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”. Conforme Juan 1:1, el Verbo que se hizo carne es Dios mismo. Así que, tenemos a Dios, el Verbo y el tabernáculo. Este tabernáculo era Jesús, y El es Dios mismo. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo ... y el Verbo era Dios”. El Verbo se hizo carne, y esta carne es el tabernáculo. Por medio de esto vemos que el tabernáculo es en realidad el Dios encarnado. En otras palabras, Jesús es el Dios encarnado.

El Dios encarnado esta disponible para que tengamos contacto con El. No solamente podemos tener contacto con El; también podemos entrar en El. Esto significa que podemos pasear por el tabernáculo y disfrutar de su contenido.

Al estudiar el tabernáculo presentado en Exodo, nos debe impresionar que éste representa al Dios encarnado. Dios es invisible, abstracto y misterioso. Sin embargo, como el tabernáculo, el Dios encarnado, el que es invisible, abstracto y misterioso, se hace real, práctico y concreto. Se podía tocar, y de una manera muy real, era visible. Por esta razón, 1 Juan 1:1 dice: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida”. Aquí vemos que el apóstol Juan tocó al Dios encarnado. Hasta podríamos decir que se puede entrar en el Dios encarnado. Por lo tanto, El ahora, no sólo es visible y se puede tocar, sino también se puede entrar en El.

CRISTO COMO LAS OFRENDAS

Cuando el Señor vino como el tabernáculo, también lo hizo como las ofrendas. Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” ¿Dónde fue que el Cordero de Dios quitó el pecado del mundo? El lo hizo en la cruz, la cual es representada por el altar del holocausto. Como el Cordero de Dios, Cristo es las ofrendas ofrecidas en el altar. Por tanto, El es tanto el tabernáculo como las ofrendas.

Cristo es Dios encarnado, en el cual podemos entrar, y también El es todas las ofrendas, las cuales podemos comer. Comer las ofrendas es un asunto muy peculiar, ya que el resultado de este es nuestra entrada al tabernáculo. Si sólo tenemos el tabernáculo sin las ofrendas, en especial, la ofrenda por el pecado y por la transgresión, no tendremos la manera de entrar en Dios. Cristo como las ofrendas nos califica para entrar en el tabernáculo, es decir, dentro del Dios encarnado. Por esta razón El dice: “Yo soy el camino, y la realidad, y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí” (Jn. 14:6). Fuera de Cristo no podemos llegar al Padre. Si no lo tuviéramos como las ofrendas, existiría el tabernáculo, pero no tendríamos la manera de entrar en él.

¿Usted se considera calificado para entrar en el tabernáculo, para entrar en el Dios encarnado? Todos somos pecaminosos, inmundos y hemos cometido muchas transgresiones. Debido a nuestra condición, nos encontramos bajo la condenación de Dios. Si tratáramos de entrar en el tabernáculo, moriríamos. Entonces, ¿cuál es la entrada al tabernáculo? ¿Por dónde podemos entrar? La entrada, el camino, es Cristo como las ofrendas.

Sin el altar del holocausto y las ofrendas, no tendríamos la forma de entrar en el tabernáculo. Por esta razón el libro de Hebreos habla acerca del camino nuevo que ha sido consagrado para nosotros: “Así que, hermanos, teniendo firme confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, entrada que El inauguró para nosotros como camino nuevo y vivo a través del velo, esto es, de Su carne” (10:19-20). La sangre de las ofrendas que se derramaba sobre el altar, abre el camino para que entremos en el tabernáculo. Esta fue la sangre de Cristo que fue derramada sobre la cruz. El fue nuestra ofrenda por el pecado y por la transgresión. Debido a que Su sangre abre el camino, llega a ser el medio por el cual estamos calificados para entrar en Dios.

Además, cuando entramos en el tabernáculo, no debemos estar vacíos. Más bien, debemos estar llenos. No sólo ofrecemos los sacrificios a Dios, sino que después de ofrecerlos, podemos comer una porción de los mismos. Por lo tanto, tenemos la sangre por fuera e internamente la comida, la carne de las ofrendas. La sangre del sacrificio abre el camino para que entremos en Dios, y la carne nos llena internamente. No tenemos hambre cuando vamos al tabernáculo, sino que estamos satisfechos.


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