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Estudio-vida de 1 y 2 Timoteo, Tito y Filemónpor Witness Lee

ISBN: 0-7363-2769-X
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Actualmente disponible en: Capítulo 28 de 28 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE FILEMÓN

MENSAJE DOS

UN HERMANO RECOMENDADO
PARA QUE SEA ACEPTADO EN EL NUEVO HOMBRE

Lectura bíblica: Flm. 17-25

El tema del libro de Filemón es: Un cuadro de la igualdad que existe entre los creyentes en el nuevo hombre. Aparentemente esta epístola no dice nada al respecto, pero en realidad, toca el meollo de este asunto.

Mientras escribía a Filemón, Pablo se hallaba en una prisión romana, y Filemón estaba en Colosas, muy lejos de allí. Uno de los compañeros de prisión de Pablo, Onésimo, había sido conducido al Señor y engendrado por Pablo en el Espíritu; como resultado, había llegado a ser no sólo un creyente en Cristo y un hijo de Dios, sino también un amado hijo para el propio Pablo. Ya que en Roma había una iglesia local, ¿por qué Pablo no recomendó a este recién salvo a la iglesia allí? No lo hizo porque Onésimo era un esclavo que había huido de su amo, Filemón, quien vivía en Colosas.

El hecho de que hubiera iglesias en Roma y en Colosas indica que las iglesias, como expresión del Cuerpo de Cristo, tienen un aspecto universal. Esto era tan cierto en la antigüedad como lo es hoy. La primera iglesia, la iglesia en Jerusalén, surgió aproximadamente en el año 34 o 35 d. de C. La Epístola a Filemón se escribió aproximadamente treinta años después. En este período relativamente corto, se habían establecido iglesias no sólo en Judea, sino también en el mundo gentil. Así, pues, la iglesia era universal. Esto sucedió conforme a la soberanía del Señor a fin de que se cumpliera la comisión que Él le había dado a Pablo. Esto también cumplió el deseo de Pablo, que consistía en poder ver un nuevo hombre en la tierra.

Con la expansión del Imperio Romano, muchas naciones y pueblos de los alrededores del mar Mediterráneo empezaron a relacionarse entre sí e incluso llegaron a unificarse políticamente. Había mucha circulación y comunicación entre los pueblos de distintas regiones del imperio. Esta comunicación tenía que ver absolutamente con el viejo hombre. Pero para cuando Pablo escribió a Filemón, había surgido otro hombre en la tierra. A partir del viejo hombre, había llegado a existir el nuevo hombre. Esto se revela claramente en Colosenses 3:10 y 11, donde dice: “Y vestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. Filemón era anciano de la iglesia en Colosas. En la Epístola a los Colosenses, Pablo recalcó que todos los creyentes forman parte del nuevo hombre y, además, que en el nuevo hombre no puede haber griego, ni judío, ni esclavo ni libre. Filemón era un hombre libre, y Onésimo era su esclavo. No obstante, en el nuevo hombre ellos eran considerados iguales.

En Colosenses 4 encontramos un relato de la comunión que es propia del nuevo hombre. Colosenses 4:9 habla de Onésimo, y el versículo 17, de Arquipo, hijo de Filemón. Un hombre libre y un esclavo, quienes eran miembros de la misma casa, eran también parte de la iglesia como nuevo hombre.

La Epístola a Filemón debe considerarse como una continuación de Colosenses 4 y como un cuadro de cómo en el nuevo hombre quedan excluidos todos los rangos sociales. En el mensaje anterior hicimos notar que esta breve epístola cumple el propósito especial de mostrarnos la igualdad que existe, en la vida eterna y en el amor divino, entre todos los miembros en el Cuerpo de Cristo. Las distinciones de niveles o rangos sociales entre los creyentes son anuladas, no por alguna disposición legal externa sino por un cambio interno de constitución. Los rangos han sido abolidos debido a que la vida de Cristo ha llegado a ser el elemento constitutivo de los creyentes. La vida de Cristo se había forjado en Filemón de modo que llegó a ser su constitución, y esta misma vida, con el mismo elemento divino, se había forjado en su esclavo, Onésimo. Según la carne, Filemón era el amo y una persona libre, mientras que Onésimo era un esclavo, alguien que no tenía ninguna libertad. Sin embargo, respecto a la constitución intrínseca de los dos, eran iguales. Debido a que los creyentes de Cristo han experimentado un nacimiento divino y viven por la vida divina, todos son iguales en la iglesia, la cual es el nuevo hombre en Cristo, donde no hay distinción alguna entre libres y esclavos.

En Tito 2:9-15 Pablo exhorta que los esclavos se porten apropiadamente dentro del sistema social esclavista. Les manda que lleven una vida humana como la de Jesús en medio de dicho sistema, mientras que en la Epístola a Filemón, él presenta a las iglesias un cuadro de cómo los esclavos así como los amos han sido reconstituidos de la vida de Cristo y que, por consiguiente, todos ellos forman parte del nuevo hombre. En el viejo sistema social, que pertenece al vivir del viejo hombre, se hacen distinciones entre los amos y los esclavos. Pablo en ningún momento se propuso reformar dicho sistema social; antes bien, por un lado, mandó a los esclavos llevar una vida humana como la de Jesús dentro de ese sistema social, y por otro, nos presentó un cuadro según el cual los esclavos y los amos son hermanos en el Señor y que, como miembros del nuevo hombre, son iguales.

Filemón 16 presenta muy claramente esta relación. En cuanto a Onésimo, Pablo declara: “No ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado, mayormente para mí, pero cuánto más para ti, tanto en la carne como en el Señor”. Por medio de la regeneración, Onésimo había llegado a ser más que un esclavo y más aun que un hombre libre, pues había llegado a ser un amado hermano. Ahora Onésimo tenía una relación con Filemón “tanto en la carne como en el Señor”: en la carne, como esclavo, y en el Señor, como hermano. En la carne, Onésimo era un hermano en calidad de esclavo, y en el Señor, él era un esclavo en calidad de hermano. Por consiguiente, Filemón debía recibir a Onésimo y acogerlo de manera afectuosa y entrañable. Por supuesto, él no debía recibirle conforme al viejo hombre, es decir, conforme al antiguo sistema social, sino en Cristo y en el nuevo hombre. Así, aunque Onésimo seguía siendo esclavo de Filemón, en Cristo él había llegado a ser hermano de Filemón. Ahora, en el nuevo hombre, Filemón debía recibir a Onésimo como a hermano y como alguien que era igual a él. Aquí vemos que Pablo recomienda a un hermano para que se le acepte en el nuevo hombre.

En el libro de Filemón no se menciona la expresión “el nuevo hombre”. No obstante, al examinar la situación descrita en este libro, vemos que Pablo recomendó a un hermano, no a una iglesia local en la ciudad donde él se hallaba en ese momento, sino a una iglesia local en una ciudad remota. Esto indica que la recomendación de Pablo se hallaba circunscrita a la esfera del nuevo hombre. Como dijimos anteriormente, esto lo demuestra Colosenses 3:11, donde se nos dice que en el nuevo hombre no hay ni esclavo ni libre. Así que, mientras Pablo escribía a Filemón, tal vez su pensamiento era el siguiente: “Onésimo ha venido a ser un amado hermano en el Señor. Ahora deseo recomendarlo a él, un esclavo, a un hermano que es un hombre libre. Deseo ayudar a ambos a darse cuenta de que como hermanos, ellos son iguales. Uno debe ser recibido, y el otro debe estar dispuesto a recibirle”. Es a esto que me refiero cuando afirmo que la Epístola a Filemón presenta un cuadro de la igualdad que existe entre los creyentes en el nuevo hombre.

Mientras veamos que los creyentes son iguales en el nuevo hombre, no habrá ningún problema entre nosotros respecto a rango social, nacionalidad o raza. No tendremos problemas con personas de diferentes pueblos. Aquellos que discriminan de algún modo a las personas no practican la vida de iglesia apropiada. Si queremos llevar una vida de iglesia genuina, debemos recibir a todos los santos sin importar cuál sea su raza, nacionalidad o nivel social. No obstante, es un hecho de que en muchos lugares, los creyentes no están dispuestos a hacer esto y, como resultado, no pueden experimentar la vida de iglesia apropiada.

Nunca debemos referirnos a una iglesia según la raza o el color; no existe una iglesia para blancos, otra iglesia para los de raza amarilla, otra iglesia para los de raza negra y otra para los que son morenos. La iglesia es de un solo color, y ese color es azul celeste. Una vez que usted empiece a participar de la vida de iglesia, no debe hacer ninguna distinción entre los creyentes según su raza o color de piel. Mientras en su interior haya discriminación, en lo que a usted se refiere, la vida de iglesia habrá quedado anulada. Los colores que representan las distintas razas ya fueron anulados por la cruz. Ahora debemos estar dispuestos a pagar el precio para que queden anulados en la vida de iglesia genuina y verdadera.

En la sociedad se siguen haciendo distinciones basadas en el color de la piel, la nacionalidad o el nivel social. Pero tales distinciones no pueden existir en la iglesia, en el nuevo hombre. El viejo hombre ha sido dividido por estas distinciones; pero en el nuevo hombre todas las distinciones basadas en el color de la piel han sido anuladas. Pablo fue enfático al enseñar esto, y nosotros debemos considerarlo como parte del pleno conocimiento de la verdad.

Como hemos dicho en repetidas ocasiones, el pleno conocimiento de la verdad, que se menciona en 1 y 2 Timoteo y Tito, se refiere al contenido de la economía neotestamentaria de Dios en cuanto a Cristo y la iglesia. Si todavía hacemos distinciones basadas en el color de la piel, la raza o la nacionalidad, estamos sujetos a ser reprobados con respecto a la verdad y no retenemos el pleno conocimiento de la verdad.

Ciertamente no fue fácil para Pablo, siendo judío, decir que en el nuevo hombre no hay judíos. Sin embargo, puesto que esto formaba parte del pleno conocimiento de la verdad, lo declaró abiertamente y lo enseñó con toda claridad. Conforme al pleno conocimiento de la verdad, en el universo existe un solo y nuevo hombre, un solo Cuerpo de Cristo y una sola iglesia de Dios. Aun más, en una localidad sólo debe haber una iglesia local. Todos debemos conocer de manera experimental este aspecto de la verdad.

Conforme a la soberanía del Señor, la Epístola a Filemón se escribió antes de las epístolas a Timoteo y Tito, pero fue puesta al final de este grupo de cuatro libros del Nuevo Testamento. Estos libros revelan cómo se lleva a la práctica la economía neotestamentaria de Dios, y en Filemón se nos muestra un aspecto específico de esa práctica.

Al poner en práctica la economía de Dios, es crucial que sean absorbidos todos los diferentes rangos sociales y todas las distinciones de raza y nacionalidad. Si permitimos que permanezcan estos rangos y distinciones en la vida de iglesia, el nuevo hombre será anulado y la vida de iglesia apropiada será destruida. ¡Qué maravilloso es que en el Nuevo Testamento haya una breve epístola acerca de un esclavo que fue conducido al Señor y a la vida de iglesia! Si este libro nos contara que César Nerón había sido salvo, yo no lo valoraría tanto. Pero este libro nos habla de un esclavo que fue salvo, de alguien que dentro del sistema social romano era considerado poco más que un animal, sin ningún derecho legal. Quizás algunos piensen que no valía la pena que Pablo hubiera escrito acerca de él. Tal vez otros digan que un esclavo debe conformarse con ser salvo y tener la certeza de ir al cielo. Sin embargo, Pablo mostró mucha sabiduría al escribir esta epístola. Jamás se ha escrito otra carta semejante.

¿Por qué mostró Pablo tanto amor y preocupación por un esclavo que había sido salvo? Lo hizo porque sentía la carga de mostrar que entre todos los santos y todas las iglesias locales, los creyentes son iguales en el nuevo hombre. Onésimo y Filemón son un buen ejemplo de esta igualdad. Ciertamente fue por la soberanía de Dios que Onésimo hubiera sido salvo en la cárcel por medio de Pablo. La salvación de Onésimo fue lo que le proporcionó a Pablo la oportunidad de presentar un cuadro tan maravilloso acerca de la vida del nuevo hombre. Él pudo mostrar que un esclavo, que en ese tiempo se encontraba en Roma, y su amo, que vivía muy lejos de allí, en Colosas, eran iguales como creyentes en el nuevo hombre.

Pablo sabía que, por causa de su conciencia, debía cuidar debidamente de Onésimo. Él conocía muy bien a Filemón y su familia. Así que, quizás se dijo a sí mismo: “Ahora el esclavo de Filemón ha sido salvo por medio de mí. ¿Qué haré con él? ¿Lo devolveré a su amo? ¿Y qué le diré a Filemón acerca de Onésimo?”. De hecho, éste era un asunto muy importante, que había sido dispuesto soberanamente por el Señor. Ningún otro cuadro habría descrito mejor el hecho de que todas las distinciones de rango han sido anuladas en el nuevo hombre. El caso de Onésimo y Filemón describen a la perfección que en el nuevo hombre, todos los creyentes son iguales. ¡Cuán crucial es que veamos esto! ¡Alabado sea el Señor por la salvación de Onésimo, y alabado sea el Señor por este cuadro de la igualdad que existe en el nuevo hombre!


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