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Estudio-vida de 1 Corintiospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1445-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 23 de 69 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE LA PRIMERA
EPISTOLA A LOS CORINTIOS

MENSAJE VEINTITRES

LA IGLESIA:
LA LABRANZA DE DIOS Y EL EDIFICIO DE DIOS

(2)

Lectura bíblica: 1 Co. 3:5-17

PLANTAR EN DOS ASPECTOS

En 3:6-7 Pablo habla de plantar y de regar: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento”. Plantar es ministrar e impartir la vida a alguien que está espiritualmente muerto y así vivificarlo. Cuando se imparte vida a una persona que está muerta en sus pecados, ella llega a ser una planta viva. Pablo impartió la vida en los corintios y así se constituyó padre de ellos en Cristo. En 4:15 dice: “Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tenéis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio”. Antes de que Pablo fuera a Corinto, los corintios no eran plantas; eran pecadores muertos. Pero al visitarles, les impartió la vida, y ellos se volvieron plantas vivas. Esto es plantar en su primer aspecto.

En el segundo aspecto, plantar es poner las plantas vivas en contacto con la tierra apropiada y ubicarlas en ella. Ciertamente la tierra apropiada en la cual pueden crecer las plantas es la vida de iglesia. Por una parte, necesitamos aprender a impartir a Cristo en los pecadores predicándoles el evangelio en vida. Cuando Cristo se imparte en ellos, los pecadores llegan a ser plantas vivas. Por otra parte, necesitamos poner estas plantas en la tierra apropiada, en la vida de iglesia. Estos dos pasos constituyen la acción de plantar.

UNA OBRA ORGANICA

Plantar, regar y hacer crecer están relacionados con la vida, lo cual indica que los creyentes son la labranza donde Dios cultiva a Cristo. Los ministros de Cristo solamente pueden plantar y regar, y Dios es el único que da el crecimiento. Los creyentes corintios estimaban demasiado al que plantaba y al que regaba, y pasaban por alto al que daba el crecimiento. Por eso no crecían en Cristo, quien era Su vida.

Los creyentes corintios estaban bajo la influencia prevaleciente de la sabiduría filosófica de los griegos, y prestaban atención excesiva al conocimiento, descuidando así la vida. En este capítulo la intención de Pablo era volver su atención del conocimiento a la vida, señalándoles que él era quien alimentaba y plantaba, Apolos era quien regaba, y Dios era quien daba el crecimiento. En 4:15 aun les dijo que él era su padre espiritual, quien los había engendrado en Cristo por medio del evangelio. Desde el punto de vista de la vida, la perspectiva divina, ellos eran la labranza de Dios donde Cristo era cultivado. Esto está totalmente ligado a la vida, lo cual ignoran por completo los creyentes que son dominados por la vida natural, la vida anímica, los que yacen bajo la influencia de su propia sabiduría natural.

En el versículo 7 Pablo dice: “Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento”. En cuanto al crecimiento en vida, los ministros de Cristo, sean los que plantan o los que riegan, no son nada; Dios lo es todo. Debemos dejar de poner nuestros ojos en ellos y ponerlos únicamente en Dios. Esto nos libra de la división que resulta de estimar más a un ministro de Cristo sobre otro.

PLANTAR, REGAR Y CRECER

En la vida de iglesia todos debemos aprender no sólo a plantar, sino también a regar. De hecho, regar a otros es muy fácil. Digamos que un hermano viene a usted con un problema. No intente resolvérselo. En realidad, nosotros no podemos resolver problemas. ¿Acaso usted mismo no tiene muchos problemas sin resolver? Si usted no ha resuelto sus propios problemas, ¿cómo espera ayudar a los demás a resolver los de ellos? Así que, al regar a los santos, debemos olvidarnos de resolver sus problemas. La experiencia me ha enseñado que la mejor manera de regar a alguien es orar y leer algunos versículos con él. Por ejemplo, digamos que un hermano le cuenta un problema de trabajo o de familia. En lugar de hablar del problema, ore y lea la Palabra con él. Si lo hace, ambos serán regados. Usted sabrá que el hermano fue regado por el hecho de que usted mismo lo fue. Esta sensación es una prueba de que usted regó al hermano.

En nuestra relación con los demás, es demasiado el tiempo que desperdiciamos hablando cosas vanas. Los problemas no se resuelven discutiéndolos. Incluso si usted pudiera resolverlos, esto no le suministra vida al hermano ni le riega; más bien, le mata. Reitero, no debemos intentar resolver los problemas de los demás. Cuanto más lo intentemos, más problemas surgirán, y más nuestros esfuerzos infundirán muerte en los hermanos.

En nuestro contacto con los que vienen a tener comunión con nosotros, en lugar de involucrarnos con sus problemas, evitemos toda complicación. Dios es nuestro Padre, y al fin y al cabo El se encargará de todos los problemas. Lo que importa es que reguemos a otros. Hicimos notar que al orar y leer con un hermano, le regamos. En ocasiones, sencillamente orar con él es suficiente. Al orar, la persona es conducida al Señor, y nosotros entramos en una unión más profunda con El. Como resultado, ambos somos regados. Esta es una manera muy práctica de regar a los santos en la vida de iglesia.

En los versículos 6-7 Pablo habla no sólo de plantar y de regar, sino también de crecer. Da énfasis al hecho de que sólo Dios hace crecer. El crecimiento que se da en la labranza de Dios produce los materiales necesarios para el edificio de Dios. Si es Dios quien da el crecimiento, debemos dejar este asunto en sus manos. Nuestra responsabilidad no es ayudar a otros a crecer, sino plantar y regar. Cuando intentamos ayudarles a crecer, traspasamos el limite de nuestra responsabilidad. Nosotros no tenemos la capacidad de hacer que los santos crezcan. Ninguno puede hacer que otro creyente crezca. Ni siquiera Pablo pudo hacer esto. El entendía claramente que nosotros podemos plantar y regar, pero sólo Dios da el crecimiento.

Al plantar y regar debemos tener la certeza por fe de que Dios dará el crecimiento. Debemos creer que El está presente y que hará crecer todo lo que plantemos y reguemos. Si tenemos esta certeza, no intentaremos ayudar a otros a crecer.

Si intentamos ayudar a otras plantas a crecer, tal vez las dañemos y hasta las arranquemos. Una vez leí una anécdota acerca de un niño que le inquietaba que el césped de su patio no creciera bien. Queriendo ayudarle a crecer, arrancó muchas briznas del césped, y como resultado, en lugar de crecer el césped, se secó. Lo que hizo el niño muestra lo que hacen algunos santos en la vida de iglesia hoy. Los ancianos de algunas iglesias no plantan ni riegan, sino que, en su afán de ayudar a los santos a crecer, los arrancan. Cuanto más obran los ancianos de esta manera, menos crecen las plantas.

Es crucial que tengamos la plena certeza de que Dios dará el crecimiento a lo que plantemos y reguemos. Así que, después de plantar y regar, debemos reposar y no intentar ayudar a otros a crecer. El crecimiento no lo damos nosotros; lo da Dios. Mediante la vida de iglesia y de nuestro riego, Dios suministrará las plantas y las hará crecer. Si los santos permanecen en la vida de iglesia y son regados, Dios los hará crecer.


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