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Estudio-vida de 1 y 2 Pedropor Witness Lee

ISBN: 0-7363-2858-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 21 de 47 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE 1 PEDRO

MENSAJE VEINTIUNO

LA VIDA CRISTIANA Y SUS SUFRIMIENTOS

(3)

Lectura bíblica: 1 P. 2:21-25

En el mensaje anterior vimos lo que significa que Cristo sea nuestro modelo. Vimos que Él es el “documento original”, y que, mediante un proceso de fotocopiado espiritual, nosotros llegamos a ser reproducciones de Cristo. En este mensaje consideraremos otros asuntos que se encuentran en 2:21-25.

En 1 Pedro 2:21 y 22 dice: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un modelo, para que sigáis Sus pisadas; el cual no cometió pecado, ni se halló engaño en Su boca”. No es fácil que no se halle engaño alguno en nuestra boca. Consideren cuántos errores han cometido en un día a causa de las palabras que han expresado. Puesto que nosotros, por nosotros mismos, no podemos llevar una vida sin engaño, Pedro dice específicamente que ningún engaño fue hallado en la boca del Señor.

UNA VIDA SOMETIDA AL GOBIERNO DE DIOS

En el versículo 23 Pedro dice con respecto al Señor: “Quien cuando le injuriaban, no respondía con injuria; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba todo al que juzga justamente”. Según el uso del verbo encomendaba en el griego, es necesario agregar el complemento todo. Esta palabra se refiere a todos los sufrimientos que experimentó el Señor. El Señor siempre encomendaba los insultos y las heridas que recibía a Aquel que juzga justamente en Su gobierno, al Dios justo, a quien Él mismo se sometió. Esto indica que el Señor reconoció el gobierno de Dios mientras llevó una vida humana en la tierra.

Me preocupa un poco que usted, al leer este versículo, pase por alto la palabra “juzga”. Estamos acostumbrados a decir que encomendamos todas las cosas al Señor fiel, misericordioso, benévolo. Pero, ¿alguna vez ha dicho usted: “Encomiendo todo al Dios que juzga justamente”? No creo que muchos de nosotros solemos decir esto. Y la razón por la que no oramos así es que nuestras oraciones, expresiones y declaraciones todavía son demasiado tradicionales. Esto nos impide aplicar muchos de los pensamientos y expresiones contenidos en la Palabra pura. Es por ello que al leer un versículo como 2:23, es posible que no le demos la importancia que merece ni captemos su verdadero significado.

Mientras el Señor Jesús pasaba por sufrimientos en la tierra, Él siempre encomendaba todo a Aquel que juzga justamente. Estas breves palabras indican que el Señor no solamente llevó una vida que era un modelo para nosotros, sino que también, a lo largo de Su vida, Él se sometió absolutamente al gobierno de Dios. El propio Señor se sometió siempre al gobierno de Dios, y encomendó todo lo relacionado consigo mismo al juicio de Dios.

Pedro ya se había referido al juicio de Dios en 1:17, donde dice: “Y si invocáis por Padre a Aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor durante el tiempo de vuestra peregrinación”. Pedro “no habla aquí del juicio final del alma. En ese sentido, ‘el Padre no juzga a nadie, sino que todo el juicio lo ha dado al Hijo’ (Jn. 5:22). Aquí se está hablando del juicio que Dios ejecuta a diario en Su gobierno sobre Sus hijos en este mundo. Ésta es la razón por la cual aquí dice: ‘el tiempo de vuestra peregrinación’” (Darby). Éste es el juicio que Dios trae sobre Su propia casa.

Puesto que estas dos epístolas tratan del gobierno de Dios, se refieren repetidas veces al juicio de Dios y del Señor (2:23; 4:5-6, 17; 2 P. 2:3-4, 9; 3:7), como uno de los puntos principales. El juicio de Dios empezó con los ángeles (2 P. 2:3-4) y siguió ejecutándose en la humanidad a través de las generaciones en el Antiguo Testamento (2 P. 2:5-9). En la era del Nuevo Testamento, el juicio comienza por la casa de Dios (1 P. 1:17; 2:23; 4:6, 17) y continuará ejecutándose hasta que llegue el día del Señor (2 P. 3:10), el cual será un día de juicio ejercido sobre los judíos, los creyentes y los gentiles antes del milenio. Después del milenio, todos los que hayan muerto, incluyendo a los hombres y a los demonios, serán juzgados y perecerán (1 P. 4:5; 2 P. 3:7), y los cielos y la tierra serán quemados (2 P. 3:10, 12). El resultado de los diversos juicios no siempre es el mismo. Algunos juicios dan como resultado una prueba disciplinaria, otros, un castigo dispensacional, y otros, la perdición eterna. Sin embargo, mediante todos estos juicios el Señor Dios purificará todo el universo con el fin de tener un cielo nuevo y una tierra nueva destinados a un nuevo universo lleno de Su justicia (2 P. 3:13) para el deleite del Señor.


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