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Estudio-vida de Éxodopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0346-0
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ESTUDIO-VIDA DE EXODO

MENSAJE TRECE

LA EXIGENCIA DE DIOS
Y LA RESISTENCIA DE FARAON

(1)

En este mensaje, comenzaremos a estudiar el asunto de la exigencia de Dios y de la resistencia de Faraón. La exigencia de Dios y la resistencia del faraón produjeron muchos conflictos, que están relatados en los capítulos 5 al 14 de Exodo. En este mensaje llegamos al primero de estos conflictos.

I. EL PRIMER CONFLICTO

A. La exigencia de Jehová, Dios de Israel,
Dios de los hebreos, para con Faraón

Leamos Exodo 5:1 “Después Moisés y Aarón entraron en la presencia de Faraón y le dijeron: Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a Mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto”. En este versículo, vemos un título importante de Dios: Jehová, el Dios de Israel. En el versículo 3, Dios se llama el Dios de los hebreos. Por consiguiente, la exigencia para con Faraón fue hecha por Jehová, el Dios de Israel, el Dios de los hebreos.

Hemos señalado que en hebreo, el título Jehová es una forma del verbo ser. Esto indica que Jehová es el único que existe por Si mismo. El es Aquel que era, que es, y que será. El verbo ser puede aplicarse solamente a El en un sentido absoluto. Sólo Dios es; nosotros y todas las demás cosas no somos. En 6:3, Dios dice: “Y aparecí a Abraham, a Isaac, y a Jacob como Dios omnipotente, más en mi nombre JEHOVA no Me di a conocer a ellos”. Dios se reveló a Si mismo como Jehová por primera vez en Exodo 3. Abraham, Isaac y Jacob, no recibieron esta revelación de El.

En 5:1, Dios es llamado también el Dios de Israel. Este título es diferente del título el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, un título que significa Dios como el Dios de resurrección. El título el Dios de Israel indica que Dios es el Dios de un pueblo transformado. Jacob era el nombre de un hombre natural, pero Israel era el nombre de un hombre transformado. Jacob no recibió el nombre Israel desde su nacimiento. Por el contrario, él fue llamado Jacob, que significa alguien que agarra el calcañar, un suplantador. Pero en el transcurso de su vida, Jacob fue transformado, y finalmente Dios cambió su nombre a Israel. Este nombre implica victoria y reinado. Por una parte, el pueblo transformado es un pueblo de triunfadores; por otra parte, de reyes. Aún cuando los hijos de Israel se encontraban en una situación lamentable en Egipto, Dios todavía no los consideraba como Jacob, sino como Israel. A los ojos de Dios, Su pueblo escogido ya había sido transformado en triunfadores y reyes.

El mismo principio se aplica a la manera en que Dios mira a la iglesia hoy. A los ojos de Dios, la iglesia ya es gloriosa. No obstante, si ponemos nuestros ojos en nuestra condición espiritual, podríamos considerarnos como algo muy miserable. Podríamos vernos como Jacob, y no como Israel. No obstante, Dios nos ve, como Israel. En Sus tratos con Satanás, el perseguidor y el usurpador, Dios le dijo que El es el Dios de un pueblo transformado, victorioso y real.

Todos debemos ver y creer que somos un Israel. Quizá usted no crea esto ahora, pero ciertamente lo creerá en el futuro, ya sea en la era venidera o en la eternidad. En la eternidad, todo el pueblo escogido de Dios será un Israel. No sea miope, con una visión limitada por su situación presente. Dios no lo considera a usted como alguien que todavía está en cautiverio bajo Faraón. Por el contrario, El lo ve a usted como alguien que ha sido liberado e introducido en el Cristo todo-inclusivo representado por la buena tierra.

¿Se atreve usted a creer que es Israel, victorioso y reinante? Todos debemos tener el denuedo suficiente para creer esto y declararlo. No se aferre a la opinión que tiene de sí mismo, sino crea en la palabra de Dios. Si Dios afirma que usted es un Israel, entonces usted es un Israel, ya sea que lo sienta así o no.

Efectivamente, en el capítulo 5 de Exodo, los hijos de Israel todavía estaban en cautiverio en Egipto. No obstante, Dios sabía que pronto serían liberados de este cautiverio e introducidos en el desierto, en el monte, y finalmente en el país de Canaán. En la buena tierra, serían Israel, y Dios sería su Dios. Por consiguiente, al venir Dios a Faraón para negociar con él, El no estaba desilusionado por la condición de Su pueblo. El no les pidió a Moisés y a Aarón que le dijeran a Faraón que El era el Dios de Jacob. Por el contrario, El se dio a conocer a Faraón como Jehová, el Dios de Israel. Parece que Dios estaba diciendo: “Faraón, debes entender que Yo soy. Yo soy el que era, el que es, y el que será. Tu no me puedes cambiar. Además, a Mis ojos, Mi pueblo ha sido transformado en un Israel. Ellos también son hebreos, los que cruzan ríos. Puesto que ellos son hebreos, no intentes mantenerlos en este lado del mar Rojo. Yo soy Jehová, y todo lo que digo sucede. Digo que Mi pueblo es hebreo; por tanto, son hebreos. Tu no los puedes guardar en Egipto. Debes dejarlos ir”.

Los títulos de Dios mencionados en el capítulo 5 son sumamente importantes. Aún en relaciones diplomáticas entre las naciones del mundo, los títulos tienen una gran importancia. Si un representante de cierta nación debe negociar con el gobierno de Estados Unidos, él debe tener un título apropiado. Si es simplemente un cónsul o un ministro, su posición no sería lo suficientemente elevada. El necesita llevar el título de embajador. Así él podría iniciar relaciones diplomáticas. Asímismo mientras Dios negociaba con Faraón, El se presentó a Sí mismo conforme al título apropiado: Jehová, el Dios de Israel, el Dios de los hebreos. El se dio a conocer a Faraón como el gran Yo soy. Como el Yo soy, El lo era todo, y Faraón no era nada. Además, El se reveló a Sí mismo ante Faraón como el Dios de Israel, el Dios de un pueblo transformado para ser victorioso y reinante. Como Aquel que tiene este título maravilloso, o sea, Dios presentó Su exigencia a Faraón.


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