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Estudio-vida de Levíticopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6571-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 39 de 64 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO

MENSAJE TREINTA Y NUEVE

LA INMUNDICIA PROCEDENTE DEL INTERIOR
DEL HOMBRE

(1)

Lectura bíblica: Lv. 13:2-28

En Levítico 11 vimos que necesitamos ejercer discernimiento en cuanto a la dieta, discernimiento en el comer; esto es, debemos tener cuidado con respecto a lo que contactamos y recibimos. En el capítulo 12 vimos que el nacimiento humano conlleva inmundicia, ya que al nacer éramos la inmundicia misma. Ahora, en el capítulo 13 llegamos al asunto de la lepra.

El discernimiento en cuanto a la dieta guarda relación con lo que debemos contactar externamente y con lo que debemos recibir de nuestro entorno. En contraste, nuestro nacimiento en inmundicia no guarda relación con lo que contactamos externamente, sino con lo que somos interiormente. Nosotros somos la inmundicia misma por nacimiento. Esta inmundicia está dentro de nosotros. Nacimos pecadores. No llegamos a ser pecadores porque hubiéramos hecho algo pecaminoso o porque hubiéramos recibido algo de nuestro entorno que produjo un cambio en nuestra manera de ser o en nuestra constitución intrínseca. No, somos pecadores por nacimiento. Ya sea que tengamos contacto con algo que es limpio o inmundo, seguimos siendo pecadores. Ser pecador no tiene nada que ver con lo que contactamos externamente; más bien, ser pecador está relacionado con nuestro nacimiento.

Es difícil analizar la lepra. Podríamos decir que la lepra se origina fuera de la persona, es decir, que es causada cuando los gérmenes de la lepra entran en la persona. No obstante, también podríamos decir que la lepra se origina en el interior de la persona, ya que ella no desarrolla lepra sino hasta que el elemento de la lepra ha entrado en su ser para dar lugar a dicha enfermedad. La lepra, por tanto, involucra una causa externa y un efecto interno. La causa proviene del entorno, pero el efecto se da en el interior de la persona.

Debemos tener en cuenta tres asuntos: el discernimiento en cuanto a la dieta, el nacimiento humano con su inmundicia y la lepra. Estos tres asuntos abarcan todos nuestros problemas, y el hecho de llevar una vida santa está muy relacionado con todos ellos. Debemos reflexionar acerca de las cosas con las cuales tenemos contacto, sobre nuestro nacimiento y sobre la causa externa y el efecto interno de la lepra. Si no podemos resolver los problemas que tenemos en relación con estos asuntos, nos resultará imposible llevar una vida santa. ¿Cómo podríamos llevar una vida santa si tenemos contacto con las cosas equivocadas, si somos personas inmundas conforme al nacimiento y si somos afectados por la causa externa y el efecto interno que nos hacen leprosos? ¡Sería imposible! ¿Puede acaso un leproso llevar una vida santa? ¡Por supuesto que no! Si hemos de llevar una vida santa, tenemos que tomar medidas con respecto a lo que contactamos, con respecto a nuestro nacimiento y con respecto a nuestra condición leprosa.

I. LA LEPRA REPRESENTA TODO PECADO GRAVE
PROCEDENTE DEL INTERIOR DEL HOMBRE

La lepra (v. 2b) representa todo pecado grave procedente del interior del hombre, tales como el pecado premeditado, el pecado de presunción o el de oponerse a Dios resueltamente (cfr. Miriam, Nm. 12:1-10; Giezi, 2 R. 5:20-27; y Uzías, 2 Cr. 26:16-21).

La lepra en realidad no se origina en el interior de una persona, sino que empieza por fuera, cuando ciertos gérmenes o bacterias entran en el ser de la persona. Entonces la lepra brota del interior de la persona, tal como lo muestran tres casos del Antiguo Testamento: el caso de Miriam, el de Giezi y el de Uzías.

La lepra siempre es causada por la rebelión. Miriam se rebeló contra Moisés, quien era la autoridad delegada por Dios. Su rebelión tenía una causa, la cual era que Moisés había contraído matrimonio con una mujer cusita (Nm. 12:1). Como consecuencia de su rebelión, Miriam se volvió leprosa (v. 10). Su lepra se debió a su rebelión.

En 2 Reyes 5:20-27 Giezi, siervo de Eliseo, se rebeló contra la manera de proceder de Eliseo. Eliseo no había querido recibir ninguna recompensa de parte de Naamán, un gentil que fue sano de lepra. Después de que Giezi recibiera regalos de parte del leproso que había sido purificado, la lepra de éste se le pasó a Giezi. Giezi también contrajo lepra a causa de la rebelión.

En 2 Crónicas 26:16-21, el rey Uzías se rebeló contra lo que Dios había ordenado con respecto al sacerdocio. Según esta norma, el rey no podía participar en el sacerdocio. Pero Uzías se rebeló contra esta norma y, como resultado de ello, se volvió leproso. En cada uno de esos tres casos, la lepra primero entró en la persona que se rebeló y luego brotó de su interior.

Según el Antiguo Testamento, la lepra tiene una causa, y esta causa es rebelarse contra la autoridad de Dios, contra la autoridad delegada de Dios, contra las normas dispuestas por Dios y contra la economía de Dios. Todos debemos reconocer que nos hemos rebelado contra la autoridad de Dios y contra Su autoridad delegada. Además, a menudo nos hemos rebelado contra las normas dispuestas por Dios. Por último, también nos hemos rebelado en contra de toda la economía de Dios. Por consiguiente, a los ojos de Dios, todos nos volvimos leprosos. La lepra entró en nosotros y luego brotó de nuestro interior.

La lepra es pecado. En la Biblia, el primer caso de pecado fue la rebelión de Satanás. Satanás se rebeló contra Dios, y esa rebelión se convirtió en el pecado que ahora está presente en el universo. Antes de la rebelión de Satanás no existía tal cosa como el pecado. El pecado fue algo inventado, no creado, por el arcángel rebelde Lucifer.

El pecado, de hecho, es lepra. En el sentido bíblico, el pecado denota rebelión. Así que, el pecado es rebelión contra Dios, contra la autoridad representativa de Dios o delegada por Dios, y contra el plan, arreglo, gobierno y administración de Dios. En un sentido general, el pecado es rebelión contra la economía de Dios. Esta rebelión fue inventada, iniciada, por Satanás mismo. Con el tiempo, el pecado entró en la humanidad. “El pecado entró en el mundo por medio de un hombre” (Ro. 5:12a). Este pecado, esta lepra, habiendo entrado en el hombre, produce muchas clases de pecados. Como consecuencia de ello, somos leprosos. Siempre que hacemos algo en contra de Dios, aquello es leproso. Así pues, vemos que el pecado guarda relación con la lepra. La lepra representa el pecado.

Cuando el Señor Jesús descendió del monte donde decretó la constitución del reino de los cielos, lo primero que hizo fue limpiar a un leproso (Mt. 8:1-4). Este leproso representa a los descendientes caídos de Adán, todos los cuales son leprosos. El pecado que fue inventado por Satanás entró en la humanidad a través de Adán y nos constituyó a todos leprosos. Ahora la lepra produce muchas clases de pecados, es decir, diversas expresiones o manifestaciones propias de la rebelión.


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