Información del libro

Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 97 de 120 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE NOVENTA Y SIETE

LA MADUREZ:
LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ
(2)

g) Profetizar con bendición

En este mensaje examinaremos otra manifestación de la madurez en la vida de Jacob: él profetizó con bendición (49:1-28). Sabemos lo que significa profetizar, pero no estamos familiarizados con profetizar mientras uno bendice. Génesis 49 es el único capítulo que revela esto. Aunque la bendición que impartió Moisés en Deuteronomio 33 es parecida a la que encontramos en Génesis 49, la bendición dada allí no es tan rica como ésta. Ambas porciones de la Palabra son profecías acerca de Israel, pero Génesis 49 contiene una bendición más rica que Deuteronomio 33.

En el capítulo cuarenta y nueve, profetizar es una manifestación de la madurez, pues nuestras palabras siempre revelan en qué condición estamos y qué tan maduros somos. Un recién nacido no puede hablar en absoluto, mientras que un niño de más de un año puede balbucear algunas palabras. Lo que profiere revela que él es un niñito. Lo mismo es válido para las demás edades: un joven habla como joven; una persona de mediana edad, como tal; y un abuelo, como un abuelo. Por consiguiente, nuestras palabras no sólo denuncian nuestra edad, sino también la clase de persona que somos. Si somos muy activos, no hablaremos despacio. Si somos lentos, no hablaremos rápido. Si somos personas cultas, no hablaremos de manera ordinaria, y si somos personas vulgares, no hablaremos con educación. Por consiguiente, la forma en que hablamos pone en evidencia nuestra condición y nuestro nivel.

Se ha dicho que es de sabios no decir nada. Si permanezco frente a un grupo de personas sin decir nada, no se enterarían de lo profundo o superficial, lo rápido o lento que yo sea. Yo sería un misterio. Pero en estos catorce años, les he revelado cada fibra de mi ser con mis palabras. Aun los niños de siete u ocho años me conocen bastante bien porque han escuchado mis palabras. Como hablo tanto, no puedo esconderme. La mejor manera de mantenerse anónimo es no hablar. Durante los primeros años de mi ministerio, yo era bastante sabio, pues jamás decía nada en las conferencias de los colaboradores. Mi manera de obrar me convirtió en un misterio para ellos, y nadie me entendía. Es difícil hablar, pero resulta todavía más difícil no hacerlo. Cuando la oportunidad se presenta, usted simplemente no puede abstenerse de hablar. Dudo que usted pueda quedarse conmigo durante sesenta minutos sin proferir palabra. Estoy seguro de que después de unos cuantos minutos, hablará.

Ahora veamos brevemente lo que dijo Jacob, según se revela en Génesis. El primer relato de sus palabras está en 25:31, donde le dijo a Esaú: “Véndeme en este día tu primogenitura”. Jacob deseaba con todo su corazón obtener la primogenitura; ése era su sueño y su anhelo. Durante mucho tiempo estuvo esperando la oportunidad de quitársela a Esaú. Cuando la oportunidad se presentó finalmente, lo primero que profirió Jacob en las Escrituras fue los términos del negocio de la primogenitura.

En el capítulo veintisiete Jacob habló de una manera artificiosa a Isaac, su padre (vs. 19-20, 23). En 27:19 Jacob mintió a su padre, cuando le dijo: “Yo soy Esaú tu primogénito”. Cuando Isaac le preguntó cómo había podido hallar tan rápidamente la caza, Jacob dijo: “Porque Jehová tu Dios hizo que la encontrase delante de mí”. Entonces Isaac dijo: “La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú” (v. 22), y le preguntó: “¿Eres tú mi hijo Esaú?” (v. 24), a lo cual Jacob contestó: “Yo soy”. Por consiguiente, lo que dijo Jacob en el capítulo veintisiete era totalmente falso.

En los capítulos del veintinueve al treinta y dos, las palabras de Jacob están llenas de interés personal, de ambición y de ganancia propia. Mediante lo dicho en esos capítulos, quedan en evidencia muchos aspectos del yo. Las palabras de Jacob eran tan egoístas que él parecía no tener espíritu. Si nosotros tuviésemos un hermano así entre nosotros, dudaríamos de que fuese verdaderamente regenerado.

Lo que Jacob dijo a su hermano Esaú en el capítulo treinta y tres fue toda una farsa. En dicho capítulo Jacob se dirigió varias veces a Esaú, como “mi señor” (33:13-14). En lo profundo de su ser Jacob nunca reconoció a Esaú como su señor. La razón por la cual se dirigió a su hermano de esta manera fue el temor que tenía de que lo matara. Jacob era un actor, un diplomático, y su humildad ante Esaú fue fingida.

En el capítulo treinta y cinco Jacob había tenido un cambio en su forma de hablar. Su conversación en este capítulo empieza a parecerse a la de una persona regenerada, la de un hijo de Dios.

En los capítulos siguientes a la pérdida de José, Jacob habla muy poco. Esto indica que mientras crecemos en vida, nuestra conversación va cambiando primeramente de naturaleza. El carácter de nuestras palabras cambiará. Nuestro hablar se reducirá notablemente. Cuanto más crezcamos, menos hablaremos. En este momento, quizá usted no sea capaz de resistir la tentación de hablar. Pero después de algunos años y de haber recibido mucho más crecimiento en vida, no hablará por muy grande que sea la tentación.

Podemos seguir el progreso en vida de Jacob al seguir el progreso de su conversación. El cambio en su modo de hablar revela su crecimiento. Con el tiempo, Jacob creció al punto que, aun cuando perdió a José, tenía muy poco que decir. No obstante, muchos de nosotros tenemos mucho que decir sobre insignificancias como la pérdida de un par de calcetines. Si un hermano joven que vive en una casa de hermanos pierde un par de calcetines, él quizá grite: “¿Dónde están mis calcetines? ¿Qué se me hicieron?”. Pero cuando Jacob perdió a José, el tesoro de su corazón, no dijo mucho. Esta era una buena señal, mientras que hablar mucho sobre un par de calcetines es señal de inmadurez e infantilismo. Hablar demasiado revela que uno es infantil. En eso vemos que nuestra forma de hablar pone de manifiesto nuestro crecimiento. Hay algunas personas entre nosotros que solían hablar mucho hace algunos años, pero ahora hablan poco. Yo espero que en cierto tiempo, casi no hablen. La razón por la cual no hablarán no será su tristeza, sino su crecimiento en vida. Cuanto más crecemos, menos hablamos.

Considere la reacción de Jacob al oír la noticia de que José estaba vivo en Egipto. El habló muy poco; de hecho, casi no dijo nada. Nosotros en su lugar nos habríamos enfurecido con los demás hijos y habríamos estado a punto de golpearlos, o nos habríamos entusiasmado, corriendo de un hijo a otro, y diciendo: “¡José aún vive!”. En ambos casos, se habría hablado mucho. Sin embargo, Jacob dijo muy poco. Más aún, él tuvo poco que decir cuando fue a Egipto. Cuando Jacob fue llevado a la presencia del faraón, no dijo nada. Solamente bendijo al faraón. Casi no habló, pero impartió firmes bendiciones (47:7, 10).

En el capítulo cuarenta y nueve las palabras de Jacob eran de mucho peso porque él era maduro. Todo lo que él dijo aquí se convirtió en una profecía. Por ser tan profundo este capítulo, está velado para muchos cristianos. Los que no han tocado la profundidad de este capítulo no saben de qué trata. En Génesis 49 vemos a una persona plenamente madura. Este hombre no habla de manera superficial, liviana ni ociosa; habla de una manera llena de vida y de madurez. Esto indica que nuestro crecimiento en vida será manifestado en nuestras palabras.

Este mensaje sobre profetizar con bendición es bastante profundo. No es profundo en doctrina, sino en experiencia. Pese a que entre nosotros pocos han llegado al nivel de esta experiencia de vida, es necesario incluir este mensaje como parte de nuestro estudio-vida de Génesis. Nos ayudará tanto en el crecimiento de vida como en la manera en que hablamos. Recuerden que lo que ustedes dicen revela su condición. Cuando usted esté a punto de hablar, debería decirse a sí mismo: “Mi conversación me pone en evidencia”. Estar conscientes de esto nos ayudará muchísimo.

El tipo de palabras que pronunció Jacob en el capítulo cuarenta y nueve no lo encontramos en ninguna otra parte. No son palabras de instrucción ni de aliento ni de exhortación. Tampoco son simples palabras de peso ni una predicción. Son palabras proféticas que contienen bendición. Aunque se trata de una profecía, es una profecía saturada de bendición. No es fácil proferir esta clase de palabras. Isaías fue el profeta más destacado. Sin embargo, entre las muchas profecías de su libro, resulta difícil encontrar una sola profecía que contenga bendición. Isaías profetizaba, mas no con bendición. No obstante, en Génesis 49 Jacob no solamente profetizó, sino que profetizó con bendición. Su bendición provino de sus palabras proféticas.


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