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Estudio-vida de Gálataspor Witness Lee

ISBN: 0-87083-671-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 46 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE GALATAS

MENSAJE OCHO

LA VERDAD DEL EVANGELIO

Lectura bíblica: Gá. 2:5b, 14a, 16, 19-20a; 3:11, 23-25; 4:2; 6:15

En 2:5 y 14 Pablo habla de la verdad del evangelio. La palabra “verdad” en estos versículos no se refiere a la doctrina o enseñanza del evangelio, sino que denota la realidad del evangelio. Aunque Gálatas es un libro breve, nos proporciona una revelación completa de la realidad del evangelio. Esta revelación, sin embargo, no es dada en detalle, sino a manera de ciertos principios básicos. Por lo tanto, en este mensaje abarcaremos la verdad del evangelio revelada en estos principios básicos.

I. EL HOMBRE NO ES JUSTIFICADO POR
LAS OBRAS DE LA LEY

El primer aspecto de la verdad del evangelio es que el hombre caído no puede ser justificado por las obras de la ley. En 2:16 Pablo dice: “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley”. Al final de este versículo Pablo declara: “Por las obras de la ley ninguna carne será justificada”. La palabra “carne” mencionada en 2:16 se refiere al hombre caído, el cual ha llegado a ser carne (Gn. 6:3). Ningún hombre será justificado por las obras de la ley. Además, en 3:11 Pablo dice: “Y que por la ley ninguno se justifica ante Dios, es evidente”. En estos versículos Pablo nos dice claramente que nadie es justificado por las obras de la ley.

Los adventistas del séptimo día insisten en la estricta observancia del sábado. Sin embargo, parece que se les olvida que al esforzarse por guardar la ley con respecto al sábado, se hacen a sí mismos deudores tocante a guardar todos los mandamientos. El Nuevo Testamento dice que si guardamos todos los mandamientos menos uno, infringimos toda la ley (Jac. 2:10). Romanos 7 prueba que no podemos guardar todos los mandamientos. En el versículo 7 Pablo se refiere al mandamiento acerca de la codicia: “Yo ... tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: ‘No codiciarás’ ”. Luego, en el versículo 8 él dice además: “Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia”. Cuanto más trató Pablo de guardar este mandamiento, más fracasó. Esto indica que es imposible que el hombre caído guarde todos los mandamientos de Dios. ¡Qué ridículo es volver a la ley y tratar de guardarla! Simplemente no tenemos la capacidad de guardar la ley. Como Pablo dice en Romanos 7:14, la ley es espiritual, pero nosotros somos carnales, vendidos al pecado. Por lo tanto, por las obras de la ley ninguna carne será justificada.

II. LA LEY ES EL CUSTODIO
QUE GUARDABA AL PUEBLO ESCOGIDO DE DIOS
HASTA QUE CRISTO VINIESE

Ya que no es posible que el hombre caído guarde la ley, podemos preguntarnos por qué fue dada la ley. No era la intención de Dios al dar la ley que el hombre la guardara. Cuando Dios dio la ley, El sabía que el hombre no podría guardarla. El propósito de Dios al dar la ley fue usarla como un custodio para guardar a Su pueblo hasta que Cristo viniese (3:23-24; 4:2). La intención de Dios era usar la ley como un redil para guardar a Sus ovejas.

Tal vez usted se pregunte por qué Cristo no vino antes de cuando lo hizo. ¿Por qué no vino en los tiempos de Moisés? Si Cristo hubiese venido mil seiscientos años antes, la ley no habría sido necesaria. ¿Por qué no vino antes que la ley fuese dada? La mejor manera de contestar esta pregunta es recurrir a las Escrituras. Romanos 3:19 y 20 dicen: “Ahora bien sabemos que todo lo que la ley dice, lo dirige a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ninguna carne será justificada delante de El; porque por medio de la ley es el conocimiento claro del pecado”.

En Gálatas 3:19 Pablo pregunta: “Entonces, ¿para qué sirve la ley?”. En el mismo versículo él contesta su propia pregunta: “Fue añadida a causa de las transgresiones”. La ley fue dada para exponer qué es el hombre y dónde está. La mejor manera de que el hombre sea expuesto es hacer que su situación sea vista a la luz de los atributos de Dios. Los Diez Mandamientos se componen principalmente de cuatro atributos divinos: santidad, justicia, luz y amor. Dios es santo y justo; El es también luz y amor. Si usted examina los Diez Mandamientos, verá que son la expresión de la santidad, la justicia, la luz y el amor divinos. Por esta razón, la ley llegó a ser el testimonio de Dios. En otras palabras, los Diez Mandamientos testifican que Dios es santo y justo, y que Dios es luz y amor. Dios usó este testimonio para exponer al hombre. Cuando el hombre está ante este testimonio, su naturaleza pecaminosa se ve expuesta.

Cuando la ley fue dada, los hijos de Israel prometieron obedecer los mandamientos de Dios (Ex. 19:8). Antes de que los hijos de Israel respondieran de esta forma, la atmósfera en torno al Monte Sinaí no era amenazadora. Pero cuando el pueblo declaró que ellos guardarían los mandamientos de Dios, la atmósfera cambió y se volvió aterradora. Dios ejercitó Su Santidad y al pueblo ya no se le permitió acercarse. Aterrorizados por la manifestación de la santidad de Dios, el pueblo pidió a Moisés que intercediera ante Dios por ellos. Esto indica que la función de la ley es exponer a la humanidad caída.

Al mismo tiempo que la ley funciona para exponer a la gente, también los guarda. Por eso, la ley fue usada por Dios como un custodio para guardar a Su pueblo, de la misma manera que un redil guarda a un rebaño durante el invierno o durante una tormenta. La época anterior a la venida de Cristo puede ser comparada con una estación de invierno. Por eso, Dios usó la ley como un redil para guardar al pueblo. En su ceguera los judaizantes pensaron que la ley había sido dada para que ellos la guardaran. No comprendieron que la ley fue dada para guardar al pueblo de Dios en custodia. Pablo aclara este principio básico en Gálatas 3:23. “Pero antes que viniese la fe, estábamos bajo la custodia de la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada”. En el versículo 24 él dice además: “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe”. Estos versículos revelan claramente que la ley tiene la función de guardián. Al mismo tiempo que exponía la transgresión del hombre, guardaba al pueblo de Dios hasta que Cristo viniese.

Ahora que Cristo ha venido, la ley ha llegado a su fin. Pero los insensatos judaizantes querían volverse a la ley y tratar de guardarla. No se dieron cuenta de que la ley tiene una función dispensacional. Una vez cumplida esta función, la ley ya no debe permanecer. Los necios judaizantes no sabían el propósito que Dios tenía al dar la ley. Por lo tanto, aún después de que Cristo hubo venido, se aferraron a la ley. Esto está en contra del principio básico de la economía de Dios.


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