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Estudio-vida de Éxodopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0346-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 54 de 185 Sección 1 de 5

ESTUDIO-VIDA DE EXODO

MENSAJE CINCUENTA Y CUATRO

GUARDAR LA LEY AL AMAR A DIOS,
A SU PALABRA Y SER UNO CON EL
(1)

Lectura bíblica: Gn. 1:26; Jer 31:3, 32; 2:2; Jn. 3:29; Mt. 9:15; Ef. 5:25-27; 2 Co. 11:2; Ap. 19:7; Jn. 21:15-17; 2 Co. 5:14-15; Jn. 14:21, 23; Cnt. 1:2-4.

En este mensaje estudiaremos acerca de la ley que Dios le dio a Su pueblo en Exodo 20. Como todos los estudiantes de la Biblia saben, la ley es un tema muy importante tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo.

Si queremos entender por qué Dios da la ley en las Escrituras, debemos ver cómo este asunto se relaciona con el tema principal de la Biblia. Para entender cualquier libro, o alguna porción de éste, debemos buscar primeramente su tema principal. Supongamos que un libro habla acerca del amor. Pero en ese libro, se hacean muchas referencias acerca de la ley. Si el lector saca estas referencias de su contexto y les da un énfasis incorrecto, él cambiará el tema del libro del amor a la ley. Muchos cristianos han hecho esto al querer entender el lugar que ocupa la ley de Dios en las Escrituras. No han podido entender la ley a la luz del tema principal de la Biblia y por tanto, no tienen una visión adecuada y equilibrada de la misma.

Hemos señalado muchas veces que prácticamente todo en el universo tiene dos aspectos. Por ejemplo, en veinticuatro horas, tenemos el día y también la noche. Sería absurdo que alguien insistiera en que sólo existe uno de estos. Así como cae la noche, sale un nuevo día. No podemos prolongar el día ni extender la noche. Este ejemplo del día y de la noche puede aplicarse al hecho de que Dios dio la ley. La ley tiene dos aspectos, dos lados: el aspecto de las “tinieblas”, el lado oscuro, y el aspecto de “la luz”, el lado brillante. En estos mensajes, estamos cubriendo el aspecto claro, y no el aspecto oscuro, el cual abarcaremos más adelante. Ahora que estamos cubriendo el aspecto de “la luz” en la ley, mencionamos lo que está claro. Pero cuando volvamos al aspecto de las “tinieblas”, señalaremos lo que es oscuro. No intento engañar al pueblo de Dios ocultando alguno de los aspectos. Tampoco me contradigo al presentar los dos aspectos de la ley de Dios. Al contrario, simplemente presento ambos aspectos de la verdad.

En cuanto a la ley que Dios dio a Su pueblo, el aspecto oscuro no es lo principal. Dios no creó el universo para que hubiese tinieblas. Las tinieblas son necesarias, pero no son la meta de Dios. La meta de Dios consiste en tener un día eterno. Apocalipsis 21:25, un versículo que habla de la Nueva Jerusalén en la eternidad, declara: “Allí no habrá noche”. Además, Apocalipsis 22:5 afirma: “No habrá más noche”. Cuando el propósito de Dios haya alcanzado su cumplimiento final en la Nueva Jerusalén, no habrá noche en esa ciudad eterna. Así vemos que la meta de Dios consiste en tener luz, y no tinieblas.

Como lo afirma Pablo, somos “hijos del día” (1 Ts. 5:8, 5). No obstante, al hablar acerca de la ley de Dios, muchos instructores cristianos ponen demasiado énfasis en el aspecto oscuro. De ninguna manera digo que no prestan atención al otro lado. Sólo digo que su énfasis está en las “tinieblas”. Por tanto, ciertamente necesitamos cubrir el lado de la “luz” de la ley así como el lado de las “tinieblas”.

Si queremos entender correctamente lo que es la ley de Dios, debemos saber lo que es el propósito eterno de Dios. El propósito eterno de Dios consiste en tener un pueblo que lo exprese. Dios desea cumplir este propósito, y por esta razón, El debe impartirse a Sí mismo dentro de Su pueblo escogido y forjarse a Sí mismo dentro de ellos. Esta es la razón por la cual, según Génesis 1:26, Dios creó al hombre de una manera muy particular: a Su propia imagen y conforme a Su semejanza. Dios creó al hombre a Su propia imagen y conforme a Su semejanza para que el hombre pudiera tomar a Dios y contenerlo a El. Dios desea que el hombre lo contenga. Esta es la razón por la cual la Biblia se refiere al hombre como un vaso, un vaso de honra y de gloria (Ro. 9:23). El hombre es un vaso que debe contener a Dios.

El Nuevo Testamento revela claramente y recalca también que Dios ha venido en Cristo a fin de impartirse en nosotros. Dios no viene simplemente para visitarnos. El desea hacer Su morada con nosotros. El Señor Jesús dijo: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn. 14:23). En Colosenses 1:27, Pablo habla de “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Otros versículos indican claramente que Cristo está en nosotros (Ro. 8:10; 2 Co. 13:5; Gá. 2:20; 4:19). Sabemos por Efesios 4:6 que el Padre está en nosotros y por Juan 14:17 y Romanos 8:11 que el Espíritu mora en nosotros. 1 Juan 4:12 dice: “Dios permanece en nosotros”. El versículo 15 del mismo capítulo declara: “Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios”. Este asunto de morar en Dios y Dios morando en nosotros se repite varias veces en 1 Juan. Repetidas veces, el Nuevo Testamento señala que Dios permanece en nosotros. Aún somos llamados el templo de Dios (1 Co. 3:16; 6:19) y Su morada, Su casa (Ef. 2:22; 1 Ti. 3:15). Dios hace Su casa en nosotros. Efesios 3:17 indica que Cristo hace Su hogar en nuestros corazones. Sólo podemos expresarlo a El cuando El se forje dentro de nuestro ser.

Muchos cristianos contemporáneos descuidan este asunto crucial de la impartición de Dios dentro de nosotros y del hecho de que El se forje a Sí mismo dentro de nosotros. Cuando explicamos este punto y recalcamos su importancia, algunos nos acusan de enseñar el panteísmo y aún la evolución hacia Dios. ¡Qué ceguera! Efectivamente, decimos que Dios desea forjarse a Sí mismo dentro del hombre, pero ciertamente no enseñamos que el hombre evoluciona hacia la Deidad o que el hombre alcance algún día el estatuto de la Deidad. Los que nos acusan de enseñar esta doctrina están en tinieblas. Continuamente debemos recalcar un asunto fundamental: según la revelación divina en las Escrituras, Dios desea ser uno con Su pueblo y hacer que ellos sean uno con El. No tenemos la plena comprensión de cuanto Dios anhela ser uno con nosotros y hacernos uno con El. Los que piensan que eso es “evolucionar hacia Dios” ignoran totalmente la economía de Dios revelada en el Nuevo Testamento. A la luz de la palabra de Dios, vemos que El desea entrar en nosotros y morar en nosotros y hacernos morar en El. De esta manera, El y nosotros, nosotros y El, llegamos a ser uno.


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