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Estudio-vida de 1 y 2 Samuelpor Witness Lee

ISBN: 0-7363-1280-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 30 de 38 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE 1 Y 2 SAMUEL

MENSAJE TREINTA

EL DIOS TRIUNO PROCESADO REALIZA UNA SOLA OBRA: SE FORJA EN NUESTRO SER

Lectura bíblica: 2 S. 7:11b-14a; Jn. 14:23; Ef. 3:16-17; Mt. 13:3, 8, 23; 16:18; Ap. 21:2, 9-10, 12, 14, 22

Damos gracias al Señor porque, al paso de los años, El nos ha abierto Su Palabra y nos ha hablado en Su recobro. En este mensaje, siento la carga de ayudarles a comprender cuál es la obra principal que realiza Dios en Su recobro, en Su economía.

EL RECOBRO DE DIOS Y LA ECONOMIA DE DIOS

Las palabras recobro y economía aluden a lo mismo desde dos puntos de vista. Desde la perspectiva de Dios, es economía, mientras que desde la nuestra, es recobro. Dios reveló Su economía por medio de los apóstoles, pero debido a que los creyentes perdieron el adecuado entendimiento de la misma, tuvo que surgir un recobro. Por tanto, lo que se está recobrando hoy es la economía de Dios.

El recobro que el Señor realiza consiste en restaurar la unidad del Cuerpo, lo cual significa que en el recobro necesitamos ver lo que es el Cuerpo universal, y permitir que dicha visión limite y rija lo que hacemos. Es menester participar en la restauración del Cuerpo de Cristo.

DIOS REALIZA UNA SOLA OBRA

La economía de Dios gira en torno a una sola cosa: la obra de Dios. La obra singular que Dios en Cristo ha llevado a cabo en el universo a través de las eras y generaciones, es la de forjarse en Su pueblo elegido y hacerse uno con él. Esto supone la mezcla de lo divino con lo humano.

Dios se hizo hombre y llevó una vida humana sobre la tierra. Luego, pasó por la muerte, entró en resurrección y ascensión y llegó a ser el Espíritu consumado y vivificante, listo para entrar en nosotros. Cuando entró en nosotros, El regeneró nuestro espíritu. Ahora opera y se incrementa en nosotros con el propósito de formarse en nuestro ser.

CRISTO HACE SU HOGAR EN NUESTROS CORAZONES

La Biblia revela que Dios opera en nosotros, y que Cristo vive en nosotros. Con todo, en ella encontramos un término especial para referirse a la obra que Dios realiza en nuestro ser: edificar. En Efesios 3:16-17 Pablo ora al Padre, lo siguiente: “Para que os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu; para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe”. El hecho de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones alude a una edificación. Si queremos construir un hogar, primero debemos edificar una casa. Tener un hogar implica establecerse en un lugar específico. Sin embargo, esto requiere que tengamos una casa. Las palabras “para que Cristo haga Su hogar” indican claramente que El está en nosotros realizando una obra de edificación. Cristo está edificando un hogar en nuestro ser interior.

LOS MATERIALES CON LOS
QUE SE PRODUCE EL EDIFICIO

La divinidad y la humanidad

Para construir una casa se necesita el material adecuado. Cuando Dios creó el universo, El no usó ningún material; El simplemente habló, y todo fue hecho. Por ejemplo, El dijo: “Hágase la luz”, y fue la luz. Sin embargo, para que Cristo edifique una casa en nosotros, El necesita materiales. Por una parte, este material es Cristo mismo como elemento; por otra, el material incluye algo de nosotros, algo de nuestro elemento humano.

Otro versículo que indica que el Dios Triuno lleva a cabo una obra de edificación en nosotros es Juan 14:23. En este versículo, el Señor Jesús expresa: “El que me ama ... Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Las palabras haremos morada de este versículo equivalen a la expresión haga Su hogar de Efesios 3:17. El Dios Triuno entró en nosotros para realizar una obra de edificación consigo mismo como elemento y también con algo de nosotros como material. Lo que se dice acerca de la edificación en estos versículos implica que el hecho de que Dios en Cristo se forje en nosotros tiene mucho que ver con lo que somos.

La semilla y la tierra con sus nutrientes

La parábola del sembrador de Mateo 13 muestra que la semilla se siembra y los elementos de la tierra la hacen crecer. La semilla no crece por sí misma; ella necesita los elementos que se hallan en la tierra. Como resultado de ello, el producto contiene los elementos de la semilla y de la tierra. En esto vemos un principio espiritual importante: para que crezca la semilla, debe sembrarse en buena tierra. Si se siembra en la arena o entre las piedras, no crecerá, porque ni la arena ni las piedras proporcionan la nutrición adecuada.

En Mateo 13, la semilla es la divinidad, mientras que la tierra con sus nutrientes es la humanidad. Cuando Dios nos creó, El puso en nosotros ciertos nutrientes como una preparación para entrar y crecer en nosotros. Dios creó el espíritu humano, el cual contiene los nutrientes humanos. Por ello, los humanos pueden creer en el Señor y recibirle.

La semilla que se sembró en nosotros es Cristo como corporificación del Dios Triuno, y su crecimiento depende del nutrimiento que le proporcionemos. Cuanto más nutrientes le proveamos, más rápido crecerá la semilla y más pronto florecerá.

La Biblia enseña que el crecimiento equivale a la edificación. El Señor Jesús dijo: “[Yo] edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:18). Esta edificación se efectúa al crecer la semilla divina en nosotros.

En Cristo, El Dios Triuno, quien es la fuente de la vida, se sembró en nuestro ser. Cuando esta semilla entra en nosotros, encuentra los nutrientes espirituales y empieza a crecer. El crecimiento de la semilla divina no depende de ella, sino del número de nutrientes que le proporcionemos. Mateo 13 indica que sólo la buena tierra (vs. 8, 23) proporciona los nutrientes adecuados que hacen crecer la semilla divina.


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