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Estudio-vida de Levíticopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6571-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 33 de 64 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO

MENSAJE TREINTA Y TRES

LA LECCIÓN Y LAS NORMAS
PARA LOS SACERDOTES

(1)

Lectura bíblica: Lv. 10:1-11

En los capítulos del 1 al 9 de Levítico, hemos visto las ofrendas y sus respectivas leyes, la consagración de Aarón y de sus hijos, el inicio del servicio sacerdotal y el resultado de dicho servicio. El resultado del servicio sacerdotal incluye la aparición de Dios, la aparición de la gloria de Dios, la bendición dada al pueblo y el fuego que sale de delante de Dios y que consume el holocausto (9:24). Este fuego consumidor, que representa la santidad de Dios, lo usa Dios en dos casos distintos, uno positivo y otro negativo. En el caso positivo, cuando tenemos algo que presentarle a Dios y se lo ofrecemos, Él lo acepta consumiéndolo por fuego. Esta acción de consumir es positiva; ello significa que Dios ha aceptado lo que somos, lo que hacemos y lo que tenemos para Él. En el caso negativo, el fuego santo viene de parte de Dios como juicio. Este caso negativo —el caso de Nadab y Abiú— se encuentra en Levítico 10:1-11, la sección que consideraremos en este mensaje.

El caso de Nadab y Abiú descrito en 10:1-11 concuerda con los eventos relatados en el capítulo anterior. Pareciera que este triste incidente ocurrió el mismo día en que “salió fuego de delante de Jehová y consumió el holocausto y las grosuras que estaban sobre el altar” (9:24).

Nadab y Abiú, hijos de Aarón, hicieron algo que aparentemente era bueno: ellos ofrecieron algo a Dios. No obstante, ofrecieron “fuego extraño” (10:1), esto es, fuego común, no el fuego que viene de los cielos. Dios juzgó el ofrecimiento del fuego extraño consumiendo a los dos sacerdotes que lo ofrecieron. Esto nos muestra, por una parte, que Dios es misericordioso y benévolo, y por otra, que Él es muy severo y estricto. Después de las bendiciones de aquel excelente y glorioso día descrito en el capítulo 9, el día en que Dios dio inicio a la aplicación de Cristo para el disfrute de Su pueblo, probablemente nosotros habríamos tolerado el error relatado en el capítulo 10. Pero Dios no lo toleró. Inmediatamente después de bendecir, Dios vino a juzgar.

El fuego celestial que consumió las ofrendas fue totalmente positivo. Este fuego consumidor fue una clara confirmación de que Dios es el Dios vivo y verdadero, y que Él estaba con Su pueblo, el pueblo de Israel. Además, este fuego consumidor era una confirmación de lo que Moisés había hecho y de lo que había dicho al pueblo respecto a Dios. Antes de aquel momento, los Israelitas quizás se preguntaban qué clase de Dios tenían, porque aunque habían oído hablar de Él por medio de Moisés, no lo habían visto. Ahora habían tenido un día especial, un día formal y oficial, en que se dieron toda clase de leyes, normas y ofrendas. En ese día apareció la gloria de Dios, y Su bendición descendió sobre Su pueblo; más aún, en aquel día hubo la aceptación divina de las ofrendas. Esta aceptación vino en forma de fuego consumidor. Este fuego descendió del cielo; no provenía de la tierra, ni se había originado en los hijos de Israel. Cuando el fuego descendió del cielo a un lugar específico —al altar—, donde estaban las ofrendas, y consumió dichas ofrendas, todos los del pueblo lo vieron, dieron un grito resonante y se postraron sobre sus rostros (9:24b).

Poco después, el fuego consumidor apareció de nuevo, pero esta vez en forma negativa. En lugar de mostrar aceptación, el fuego santo juzgó. En el capítulo 9, el fuego santo consumió en señal de aceptación; en el capítulo 10, el fuego santo consumió en señal de juicio. Refiriéndose a Nadab y Abiú, 10:2 dice: “Salió fuego de delante de Jehová y los consumió, y murieron delante de Jehová”. Algo semejante a esto ocurrió en Hechos. En el día de Pentecostés, la gloria de Dios descendió del cielo (Hch. 2:1-4), pero no mucho después, una pareja engañó al Espíritu Santo y murió como consecuencia de ello (5:1-11). En el caso de Levítico 10, el ofrecimiento de algo no santificado, un fuego común y mundano, acarreó juicio. El fuego santo y celestial consumió a Nadab y Abiú, y éstos murieron.

Cuanto más consideramos el caso de Nadab y Abiú, más nos percatamos de que Dios no sólo es misericordioso, sino también santo, y que Él no sólo es benévolo, sino también severo. Por consiguiente, no debemos ser descuidados en nuestro servicio a Él ni tampoco en la manera en que tratamos las cosas divinas.

Levítico 10:9 y 10 dice: “Cuando entréis en la Tienda de Reunión, no bebáis vino ni bebida embriagante, ni tú ni tus hijos contigo, para que no muráis; esto será estatuto perpetuo por todas vuestras generaciones, para que hagáis distinción entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio”. Esta orden indica que la razón por la que Nadab y Abiú ofrecieron fuego extraño podría haber sido que ellos se habían embriagado con vino. Fue por eso que actuaron a la ligera, descuidadamente y sin ningún temor. Como resultado, ellos sufrieron el juicio santo de Dios.

Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, este mismo principio se aplica con respecto al resultado de servir a Dios y tocar las cosas divinas descuidadamente. En el caso de Nadab y Abiú, y en el de Ananías y Safira, el resultado fue la muerte. Esto nos muestra que tocar los asuntos divinos descuidadamente es algo muy serio y que puede acarrear muerte. Conforme al Nuevo Testamento, esta muerte quizás no sea física, sino espiritual.

Consideremos ahora más detalladamente el caso de Nadab y Abiú.


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