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Estudio-vida de Hechospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1419-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 33 de 72 Sección 1 de 5

ESTUDIO-VIDA DE HECHOS

MENSAJE TREINTA Y TRES

LA PROPAGACION EN JERUSALEN, JUDEA
Y SAMARIA MEDIANTE EL MINISTERIO
DE LA COMPAÑIA DE PEDRO
(25)

Lectura bíblica: Hch. 11:19-30

En este mensaje abarcaremos 11:19-30. En esta sección de Hechos vemos la propagación del evangelio a Fenicia, Chipre y Antioquía por medio de los discípulos que habían sido esparcidos (vs. 19-26) y la comunicación entre la iglesia en Antioquía y las iglesias de Judea (vs. 27-30). Primero estudiaremos estos versículos en forma general. Luego prestaremos especial atención a la manera en que el Señor preparó a Saulo.

LA PROPAGACION DEL EVANGELIO A FENICIA,
CHIPRE Y ANTIOQUIA POR MEDIO DE
LOS DISCIPULOS QUE HABIAN SIDO ESPARCIDOS

Se cumple la palabra del Señor

Leamos Hechos 11:19: “Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la tribulación que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin hablar a nadie la palabra, sino sólo a los judíos”. Por la soberanía del Señor, los creyentes que habían sido esparcidos de Jerusalén a otras localidades a causa de la persecución (8:4), propagaron el evangelio cumpliendo así lo dicho por el Señor en 1:8.

Conforme a 11:19, los que llegaron a Fenicia, Chipre y Antioquía hablaron la palabra únicamente a los judíos. Esto demuestra cuán estrictos eran los judíos en la observancia de sus tradiciones. Ellos no se acercaban a los gentiles (10:28). Esta condición continuó aún después de que Pedro le predicara a Cornelio, un italiano. Indudablemente, esto restringió el mover del Señor en la propagación de Su evangelio conforme a la economía neotestamentaria de Dios.

Un paso adicional del mover del Señor

Leamos Hechos 11:20: “Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando llegaron a Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús”. Ciertamente los hombres de Chipre y de Cirene eran creyentes judíos de la dispersión (véase 1 P. 1:1). Cuando hablaron a los griegos, se dio un paso adicional en el mover del Señor al extender Su evangelio a los gentiles después de lo sucedido en la casa de Cornelio en el capítulo diez y antes de que empezara el ministerio de Pablo a los gentiles, lo cual ocurrió en el capítulo trece. Veamos Hechos 11:21: “Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor”.

Un representante con autoridad

Hechos 11:22 nos muestra que “llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía”.

La palabra griega traducida “enviaron” literalmente denota la idea de ser enviado (en una misión) como representante autorizado. Bernabé fue enviado desde Jerusalén para visitar a los creyentes de otros lugares con autoridad por los apóstoles, y no por la iglesia, porque los apóstoles estaban en Jerusalén.

Saulo fue salvo directamente por el Señor sin que nadie le predicara (9:3-6), y fue identificado con el Cuerpo de Cristo por medio de Ananías, un miembro del Cuerpo de Cristo (9:10-19). Sin embargo, fue introducido a la comunión práctica con los discípulos de Jerusalén mediante Bernabé (9:26-28). Luego Bernabé fue enviado de Jerusalén a Antioquía para alentar a los creyentes, y fue a Tarso para traer a Saulo a Antioquía (11:25-26). Esto constituyó un gran paso, pues inició a Saulo en el mover del Señor de propagar el evangelio de Su reino al mundo gentil (13:1-3).

Ve la gracia de Dios

Hechos 11:23 nos muestra que cuando Bernabé llegó a Antioquía “y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen unidos al Señor”. Ya mencionamos en otra ocasión que la gracia es Dios en el Hijo como nuestro disfrute. Esta gracia es el Cristo resucitado quien se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) para, en resurrección, introducir en nosotros al Dios procesado, a fin de que sea nuestra vida y suministro de vida para que nosotros vivamos en resurrección. Por tanto, la gracia es el Dios Triuno que llega a ser nuestra vida y nuestro todo. La gracia vista por Bernabé indudablemente consistía en que los creyentes recibieran y disfrutaran al Dios Triuno y lo expresaran en su salvación, su cambio de vida y su santo modo de vivir y en los dones que ejercitaban en sus reuniones, todo lo cual podía ser visto por otros.


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