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Vida de asamblea, Lapor Watchman Nee

ISBN: 0-7363-2582-4
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La vida de asamblea

CONTENIDO

  1. La autoridad en la iglesia
  2. El aspecto práctico de la comunión
  3. Cómo reunirnos
  4. Los límites de la asamblea local

PREFACIO A LA EDICIÓN EN EL IDIOMA CHINO

En años recientes, Dios ha levantado a muchos hermanos y hermanas en diversas localidades, quienes han comenzado a reunirse en el nombre del Señor como resultado de haber visto la verdad concerniente a la iglesia. Estas personas han abandonado tanto las organizaciones formadas por los hombres como sus prácticas, las cuales no son conforme a la Biblia, y han comenzado a reunirse con la finalidad de servir al Señor junto con aquellos que de corazón puro invocan Su nombre. Ciertamente tenemos que dar gracias al Señor por esto.

Si bien estos hermanos —que se hallan dispersos en diversos lugares y que se reúnen en el nombre del Señor— han sido iluminados con respecto a las organizaciones humanas, todavía no poseen un entendimiento lo suficientemente profundo acerca del Cuerpo de Cristo. Aunque han renunciado a todo lo que no tiene cabida en la iglesia, ninguno de ellos lleva de manera plena la vida que es propia del Cuerpo de Cristo. Renunciaron completamente a todo aquello que es negativo, pero, en cuanto a las cosas positivas, todavía tienen una serie de deficiencias.

Así pues, en nuestros días, la necesidad más urgente de quienes se reúnen en el nombre del Señor es la de conocer las verdades que atañen al vivir práctico que lleva el Cuerpo de Cristo aquí en la tierra. La presente publicación, La vida de asamblea, responde a esta necesidad.

Este libro consta de un estudio bíblico que el hermano Watchman Nee llevó a cabo poco después de haber concluido “La tercera conferencia para vencedores”, la cual tuvo lugar en enero del presente año; dicho estudio fue realizado con hermanos de la iglesia en Shanghai y con algunos otros hermanos procedentes de otras ciudades que permanecieron en Shanghai una vez concluida aquella conferencia. Los temas que se trataron atañen principalmente a los aspectos prácticos de nuestro vivir. Las preguntas que se hicieron durante tal estudio, junto con sus correspondientes respuestas, fueron particularmente apropiadas y provechosas.

Este libro está dividido en cuatro capítulos. El primer capítulo trata sobre la autoridad en la iglesia; se puede decir que es un capítulo sobre la administración de la iglesia. En él se nos muestra que la iglesia de Dios no carece de organización, pero dicha organización no se asemeja a ninguna de las organizaciones formadas por los hombres en nuestros días. En la iglesia de Dios no tiene cabida la libertad individual ni tampoco es posible actuar de manera independiente. La iglesia es severa y estricta. Dios no desea que Sus hijos actúen por cuenta propia en esta tierra; Él gobierna Su iglesia por medio de la autoridad que Él mismo estableció en ella. Así como debemos abandonar toda organización humana, también debemos sujetarnos a la autoridad establecida por Dios. Es correcto abandonar toda organización humana, pero sería incorrecto que subvirtiéramos la autoridad establecida por Dios. Aun así, vemos que los creyentes tienen dificultad en mantener la posición que les corresponde y en sujetarse a las autoridades establecidas por Dios. Muchas personas están dispuestas a sujetarse a Dios, pero no están dispuestas a sujetarse a las autoridades establecidas por Dios. Sin embargo, únicamente aquellos que se sujetan a las autoridades que Dios estableció, podrán someterse a Dios directamente. Todo el que no permanece en esta posición de sujeción es un transgresor, y todo el que no se sujeta a la autoridad establecida por Dios es una persona insumisa e inicua.

El segundo capítulo trata sobre cómo practicar la comunión. En este capítulo se nos muestra que hay una sola comunión en el Cuerpo de Cristo. Hoy en día, las iglesias no le dan la debida importancia a este asunto. Son muchos los que creen que siempre y cuando ellos mismos hayan abandonado toda comunión inapropiada, es decir, toda denominación, entonces habrán sido perfeccionados. No obstante, si uno únicamente abandona las prácticas inapropiadas pero no adopta las prácticas apropiadas, aún no ha sido perfeccionado. Más aún, a menos que retornemos a la comunión única, la comunión que es propia del Cuerpo de Cristo, toda otra comunión que practiquemos será impropia y, al dejar las denominaciones, apenas estaremos incrementando la comunión que es impropia. En lugar de practicar cierta comunión local, debemos practicar la comunión del Cuerpo de Cristo. Es imprescindible que tengamos vínculos con todas aquellas asambleas que, en toda la tierra, se reúnen en el nombre del Señor, en lugar de limitar nuestra comunión únicamente a nuestra localidad. Es verdad que los asuntos concernientes a la iglesia local deben ser resueltos a ese nivel, pero la comunión de la iglesia no debe darse únicamente en el ámbito local. De hecho, la comunión de la iglesia no pertenece al ámbito local, sino que es de carácter universal. No solamente debemos disfrutar de comunión entre individuos, sino también entre asambleas.

El tercer capítulo de este libro trata sobre cómo debemos reunirnos. Este capítulo puede considerarse como una especie de educación espiritual para nuestra vida en el hogar. Aquí se nos revela el conocimiento elemental que todo hermano y hermana debe tener con respecto a diversas clases de reuniones en la localidad. Si bien los asuntos espirituales mismos no pueden ser enseñados, es imprescindible que primero se hayan impartido las enseñanzas apropiadas para luego poder llevar la vida apropiada. El vivir apropiado es fruto de haber recibido las enseñanzas apropiadas.

El cuarto capítulo trata sobre los límites que son propios de una asamblea local. En este capítulo se delinean los límites correspondientes a la asamblea local. La Biblia nos muestra que Dios ha determinado que la ciudad es la unidad básica de una iglesia; así pues, los límites de una iglesia local son determinados por los límites de la ciudad en la que se encuentra. Al disponer las cosas de esta manera, Dios hace que se mantenga el equilibrio necesario para la comunión entre las asambleas en diversas localidades, además de eliminar con ello una serie de problemas y confusiones. Ninguno de nosotros debiera elegir al azar entre las congregaciones que se encuentran a nuestro alrededor, ni debiéramos sentirnos libres para reunirnos en cualquiera de ellas; más bien, debemos escoger dónde reunirnos basados en la localidad en la que vivimos. Si vivimos en una determinada ciudad, no debiéramos reunirnos en otra ciudad. Aun si el local de reunión de la otra ciudad nos queda más cerca que el de nuestra ciudad, debemos reunirnos en nuestra ciudad y no en la otra. Si no ponemos esto en práctica, la comunión entre las asambleas carecerá del equilibrio apropiado y, como resultado, habrá confusión. Dios no desea que tengamos libertad de acción. Incluso en lo que concierne a elegir el lugar donde reunirnos, Dios no nos permite tener preferencias carnales ni hacer elecciones en la carne.

Quiera Dios bendecir esta publicación a fin de que ella llegue a ser luz de vida para los hijos de Dios en todo lugar, y no sea una mera colección de preceptos. “A El sea gloria en la iglesia y en Cristo Jesús, en todas las generaciones por los siglos de los siglos. Amén.”

Witness Lee
Shanghai
10 de septiembre de 1934

INTRODUCCIÓN

(Un estudio bíblico dado en Shanghai
del 19 al 26 de febrero de 1934)

Hermanos y hermanas, si bien esta reunión es un estudio bíblico, no podremos leer todas las citas bíblicas al inicio debido a la falta de tiempo. Únicamente leeremos los versículos a medida que vayamos haciendo referencia a ellos. Durante la reunión de los hermanos realizada la noche del sábado reflexionamos sobre el tema que debíamos estudiar en estas reuniones, y estuvimos de acuerdo en que estudiaríamos la vida de asamblea, esto es, la vida que debemos llevar como congregación. Antes de comenzar el estudio de este tema, quisiera que primero nos detuviéramos a considerar la importancia que este asunto reviste.

Durante nuestra última conferencia vimos que en la eternidad pasada, Dios, conforme a Su voluntad, había formulado de antemano Su propio plan. Su meta es obtener un grupo de personas que reciban Su vida y que sean iguales a Su Hijo. Así pues, Su objetivo no podía lograrse simplemente con un Cristo individual, sino que requería del Cristo corporativo. Este Cristo corporativo es la iglesia. De allí que Dios le dé tanta importancia a la iglesia en la era actual. Lamentablemente, los creyentes carnales no son los únicos que no recalcan lo que Dios mismo enfatiza, sino que incluso los creyentes espirituales no hacen hincapié en ello. Estos creyentes siempre hacen que sus obras ocupen el lugar que le corresponde a la iglesia de Dios.

Hoy en día, Satanás hace que los hombres reemplacen a la iglesia de Dios con diversos tipos de obras. Sin embargo, nosotros sabemos que, de principio a fin, el propósito de Dios consiste en obtener el Cristo corporativo, que es la iglesia, en el cual Cristo es la Cabeza y los creyentes son los miembros. Ciertamente, Satanás está decidido a destruir este plan. Y es por eso que Satanás hace que hoy en día los hombres procuren realizar una serie de obras, con la finalidad de que éstas ocupen el lugar que le corresponde a la iglesia.

Hoy en día algunos hacen gran hincapié en predicar el evangelio, pero al hacerlo, ellos reemplazan la iglesia con su predicación del evangelio. Ciertamente hay muchos hermanos muy capaces en lo que se refiere a predicar el evangelio y salvar a los pecadores. Estas actividades son muy loables, pero, si nuestra actividad evangelizadora ocupa el lugar que le corresponde a la iglesia y hace que los hombres jamás se detengan a considerar debidamente la iglesia, entonces habremos sido engañados por Satanás. No creo estar exagerando. El propósito de Dios respecto a la predicación del evangelio no es sino recolectar materiales, piedras, para la edificación de la iglesia. Si la predicación del evangelio se convierte en un sustituto de la iglesia, entonces, es erróneo realizar tal actividad.

Hay quienes fundan misiones, promueven la evangelización de otros países, donan generosamente su dinero, forman concilios nacionales, establecen organizaciones internacionales de evangelización y envían misioneros a otros países; pero, ¿por qué la gente hoy en día únicamente sabe acerca de tales obras misioneras pero desconoce lo relativo a la iglesia? Ello se debe a que —a pesar de que desde la eternidad Dios se ha centrado en la iglesia— en nuestros tiempos los hombres ponen gran énfasis en las misiones. ¡Muchos se han olvidado de la iglesia! El señor Gordon ha dicho: “Dios jamás estableció misiones; Él únicamente estableció la iglesia”. Sin embargo, hoy en día los hombres establecen organizaciones misioneras, organizaciones evangelizadoras, escuelas, hospitales, sociedades filantrópicas, orfanatos, asociaciones caritativas (tal como lo hace la Iglesia Metodista Episcopal, por ejemplo) e incluso escuelas dominicales, con el fin de ayudar a las personas. Todas estas cosas, ¿son buenas o malas? Ciertamente son obras buenas, pero si los hombres hacen que ellas ocupen el lugar que le corresponde a la iglesia de Dios, Dios jamás estará satisfecho. ¿Perciben la astucia de Satanás? El método sutil de Satanás consiste en valerse de obras que Dios usa, para convertirlas en sustitutos de la iglesia, la cual Dios se ha propuesto establecer conforme a Su eterna voluntad. Si nuestros ojos son abiertos, veremos que todas estas actividades deben ser abandonadas y que debemos centrarnos en la iglesia, porque Dios tiene como meta la vida de iglesia, la vida que lleva el Cuerpo de Cristo.

Muchos cristianos dirán: “Nosotros no hemos establecido organizaciones misioneras ni filantrópicas, tampoco organizamos escuelas dominicales ni levantamos escuelas u hospitales”. No seamos tan rápidos en responder. Quizás ustedes no se hayan involucrado en ninguna de estas actividades erradas, pero en un sentido positivo, ¿qué han hecho ustedes? Muchos pensarán: “Basta con que yo sea un cristiano fervoroso, victorioso y santo”. Hermanos y hermanas, permítanme decirles con firmeza: esto no es lo que Dios anhela; no constituye la meta única que Él tiene. Ciertamente no estoy diciendo que ser personas fervorosas, victoriosas y santas no tenga importancia alguna. Estas cosas ciertamente son muy importantes, pero no constituyen la meta final y máxima de Dios. Lo que Dios anhela es la iglesia corporativa, Su edificio, la casa espiritual. Lo que Dios quiere obtener no son fragmentos de ladrillo, baldosa, madera o piedra. Dios anhela obtener un cuerpo, no un dedo o cualquier otro miembro. Lo que Dios anhela obtener es la iglesia. Él desea que Cristo tenga la preeminencia en la iglesia y sea también la Cabeza de dicha iglesia. Aunque todos estos materiales —madera, piedra, ladrillos y baldosas— son necesarios, ninguno de ellos podría ser la meta final de Dios. Ustedes han sido cristianos por muchos años, pero ¿cuánto tiempo han dedicado a reflexionar sobre lo que Dios anhela? ¿Alguna vez se detuvieron a pensar sobre este asunto, esto es, la iglesia? ¿O más bien se han preocupado principalmente por cómo orar, cómo ser libres del pecado, cómo ayudar a los pecadores a ser salvos y cuál es la mejor manera de estudiar la Biblia? ¿Piensan únicamente acerca de estas cosas, o de verdad han reflexionado sobre lo que es la iglesia? Lo que Dios anhela es la iglesia. Todo lo que no sea la iglesia no es la meta de Dios. De ninguna manera estoy diciendo que estas otras cosas no sean buenas, pero sí deseo afirmar que solamente la iglesia puede considerarse como la meta que Dios se ha fijado. Si organizamos escuelas dominicales sólo con miras a tener una escuela dominical, o establecemos orfanatos sólo para contar con orfanatos, o fundamos sociedades filantrópicas con fines filantrópicos solamente o hacemos de nuestra predicación del evangelio un fin en sí mismo, todo eso está bien siempre y cuando dichas actividades no ocupen el lugar que le corresponde a la iglesia. Todas estas cosas no son la iglesia de Dios. Lo que Dios anhela es la iglesia. La muerte del Señor Jesús es por causa de la iglesia, y la venida del Espíritu Santo es también para beneficio de la iglesia. En el Nuevo Testamento, de principio a fin, podemos detectar el siguiente principio: que todo es realizado en beneficio de la iglesia. Por ejemplo, sabemos que el Señor murió por amor a la iglesia. En Efesios dice que: “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a Sí mismo por ella”. El Señor fue resucitado de entre los muertos para estar por encima de todo principado y potestad, y todo está bajo Sus pies a fin de que Él mismo fuese dado por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Es sobre esta roca que el Señor edifica Su iglesia. La obra del Espíritu Santo durante los últimos dos mil años ha tenido como finalidad edificar la iglesia. Dios salva a los pecadores y hace de ellos vencedores con el fin de edificar la iglesia. Es para la edificación de la iglesia que Dios nos da apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Efesios dice que el Señor purifica la iglesia por el lavamiento del agua en la palabra y la santifica a fin de presentársela a Sí mismo una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa y sin defecto. Aquí nuevamente se menciona a la iglesia. El objetivo final de Dios es obtener la Nueva Jerusalén, y la Nueva Jerusalén tipifica a la iglesia. La meta de Dios, según el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento, los cuatro Evangelios y Apocalipsis, es obtener la Nueva Jerusalén, para lo cual es necesario que Él obtenga la iglesia. Deseo recalcar esto: si nuestra vida y obra hoy no tienen a la iglesia como meta, es decir, si nuestro objetivo al vivir y laborar no es lograr lo que Dios anhela, habremos fracasado rotundamente. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos libre de nuestra visión tan reducida y limitada, y nos conduzca a compartir Su meta y a enfatizar aquello que Él recalca en las Escrituras.

Nosotros nos reunimos todos los domingos, por la mañana y por la tarde, a fin de escuchar algunos mensajes, y nos volvemos a reunir el domingo por la noche a fin de celebrar la reunión del partimiento del pan. ¿Podemos ser considerados buenos creyentes solamente porque celebramos estas reuniones? ¿O debiéramos procurar ser buenos hermanos y hermanas al esforzarnos por contribuir a las reuniones y ser de beneficio para la iglesia en general? Ahora dejaré el ámbito de lo general para ocuparme de asuntos más específicos. Los principios generales ya han sido abarcados en la conferencia que celebramos hace poco. Ahora abordaremos sólo asuntos específicos y, en lugar de ocuparnos de los principios espirituales, nos concentraremos en asuntos relacionados concretamente con nuestra práctica. Nos limitaremos a tratar los aspectos externos y visibles relativos a la iglesia, pues en esta ocasión no entraremos en las implicaciones espirituales que tales asuntos revisten. En lo que se refiere a Cristo como vida y al Cuerpo de Cristo, podremos tocar esos temas más en detalle en el futuro.

Dios tiene como meta obtener la iglesia. En nuestros días, Él pone dicho objetivo a consideración del hombre. El anhelo final y máximo de Dios es obtener la Nueva Jerusalén. Dios se ha propuesto establecer una sola iglesia, la cual está representada por la Nueva Jerusalén, en cada ciudad. Antes de que la Nueva Jerusalén descienda del cielo, la meta de Dios es que en cada ciudad exista una miniatura de la Nueva Jerusalén. Esto quiere decir que Dios desea establecer una iglesia local en cada ciudad a fin de expresar Su voluntad eterna. De principio a fin, la obra más importante que Dios realiza consiste en edificar el Cuerpo de Cristo. Para ello, Dios establece una iglesia local en cada ciudad. La iglesia local es una miniatura de la maravillosa iglesia de Dios, o sea, la iglesia es un modelo en pequeña escala que expresa a la Nueva Jerusalén. Así pues, la voluntad de Dios consiste en establecer la iglesia, el Cuerpo de Cristo, la Nueva Jerusalén. Pero el ámbito que esto abarca es demasiado amplio; es decir, ¿cómo podríamos entrar en contacto de manera concreta con la Nueva Jerusalén, esta entidad que pertenece a los cielos nuevos y la tierra nueva? ¿Qué debemos hacer? Esto siempre permanecerá como algo inasible para nosotros. Sin embargo, ustedes pueden venir a Shanghai a fin de cumplir este propósito; en cada ciudad existe una miniatura de dicha entidad, donde Dios ha colocado a Sus redimidos con el fin de unirlos y compenetrarlos para que ellos lleguen a formar una iglesia local y, así, expresen Su voluntad.

Si usted quisiera viajar en un gran barco de vapor a fin de ir a otro país, primero tendría que pedir a los oficiales de la nave que le expliquen cómo llegar hasta su camarote. Una vez que usted se haya subido al barco, es como si hubiera entrado a una gran ciudad, y probablemente no sabrá cómo llegar hasta su camarote. Por tanto, tendrá que pedir a los oficiales del barco que le expliquen de manera detallada cómo llegar a su habitación. Quizás ellos opten por mostrarle un modelo en pequeña escala de dicha nave, el cual tiene la misma estructura externa que el barco real. Probablemente ellos procedan a retirar una sección tras otra de dicha estructura, a fin de mostrarle los diversos niveles que usted tiene que recorrer a fin de llegar hasta su habitación. Después de haber visto esto, usted tendrá un buen sentido de dirección y sabrá perfectamente dónde queda su camarote. La Nueva Jerusalén, conforme al propósito eterno de Dios, es grande, mientras que las iglesias que Él establece en cada ciudad son pequeñas. Las iglesias son manifestaciones en miniatura del propósito de Dios. En este estudio bíblico examinaremos lo que atañe a estas manifestaciones en miniatura. En otras palabras, estudiaremos asuntos relacionados con la asamblea local. Si no hacemos esto, no alcanzaremos a entender los asuntos más amplios y también sufriremos deficiencias en cuanto a los asuntos más específicos.

¡No estoy aquí para acusar a nadie! ¡Yo mismo soy culpable de estas deficiencias! Debemos reconocer que durante todos estos años de evangelismo en China, son muy pocos los que han recalcado aquello que Dios enfatiza. El catolicismo romano ha estado en China por más de trescientos años y, si tomamos en cuenta a los nestorianos, el cristianismo ha estado en China por más de mil años. Aun así, nadie jamás le prestó atención a la manifestación en pequeña escala de la eterna voluntad de Dios. Nosotros hemos hecho lo mismo. Únicamente prestamos atención a nuestra victoria personal sobre el pecado, a nuestras experiencias espirituales prevalecientes, a nuestra obra y a salvar almas; pero todavía no sabemos cómo lograr que, en una determinada localidad, la voluntad de Dios con respecto a la iglesia tenga una manifestación concreta. Que Dios nos agracie y nos conceda entender que nuestra victoria personal sobre el pecado, nuestras experiencias espirituales prevalecientes y nuestra labor por salvar a otros son simplemente asuntos relacionados con la asamblea local, es decir, tales cosas jamás debieran reemplazar a la iglesia. Dios fija Su atención, se centra, en la iglesia local establecida en cada ciudad, y todo lo demás debe estar unido a este eje central. Por tanto, hoy en día nuestra meta no es concentrarnos solamente en tener experiencias espirituales prevalecientes, ni en obtener la victoria sobre el pecado, ni en predicar el evangelio a los pecadores ni en lograr que nuestras oraciones sean contestadas. En lugar de ello, debemos dar otro paso hacia delante y preguntarnos: ¿qué podemos hacer a fin de ser edificados juntamente con los demás hermanos y hermanas?

La región de Fujian es famosa por su cantería. La habilidad de los canteros de Fujian estriba en que saben cómo convertir piedras irregulares y disparejas, en piezas pulidas y homogéneas que pueden conformar un conjunto armonioso. Estas piedras, una vez labradas, difieren mucho de las piedras procedentes de las canteras de Kuling, que son usadas para construir muros irregulares conformados por piedras ásperas y desiguales. Las piedras usadas por los artesanos de Fujian han sido finamente labradas y pulidas para poder encajar entre sí con absoluta precisión. Si bien tales piedras son de diferentes tamaños y formas, ellas han sido unidas y emparejadas una con otra. Así pues, en nuestros días, la pregunta que debemos plantearnos no es si una piedra es mala o buena, pequeña o grande, hermosa o fea, sino, más bien, si esta piedra es una pieza que se acopla bien a las otras piedras y si puede ser usada en la construcción de una casa. Hoy en día, muchos cristianos son bondadosos, y muchos son resplandecientes y hermosos, pero no pueden ser edificados juntamente con otros. Ellos son, o demasiado grandes o excesivamente pequeños, y simplemente no pueden ser entrelazados con los demás creyentes. Todo aquel que ha sido salvo es una piedra viva. Por tanto, la cuestión no es si usted es victorioso o derrotado, poderoso o débil, bueno o malo, sino, más bien, si usted puede formar una sola entidad junto con las otras piedras vivas al ser entrelazado apropiadamente con ellas y formar un solo edificio. Si usted es una piedra que deja hendiduras entre usted y las demás piedras, no será de mucha utilidad en la casa de Dios.

Así pues, estos días nuestro estudio se concentrará en los temas relacionados con la vida de asamblea, esto es, con la vida que llevamos como congregación. Todo lo demás, como por ejemplo las relaciones personales entre los hermanos y el perdón mutuo, ya fue abordado en las reuniones celebradas los domingos anteriores, tanto en la mañana como en la tarde. Todo aquello que tiene que ver con nuestra vida corporativa en general será tratado en mensajes posteriores, los cuales impartiremos domingo a domingo, por la mañana y por la tarde. Pero ahora, concentraremos nuestra atención en cómo han de comportarse los hermanos y las hermanas en las reuniones, tal como les corresponde. Por tanto, hemos decidido estudiar los siguientes temas: la autoridad en la iglesia, la comunión en la iglesia, cómo reunirnos y, finalmente, hablaremos sobre cómo hemos de separar la asamblea local en dos grupos (uno habrá de reunirse en el local ubicado en la calle Wen-teh y el otro en el local ubicado en la calle Gordon) y presentaremos, además, el hecho de que ambos grupos en realidad son uno solo.

Espero que todos comprendan que en esta reunión no queremos que una sola persona dé el mensaje. Pueden hacer preguntas en cualquier momento. Todos los hermanos tienen derecho a hacer preguntas. Eso sí, queremos que cuando hagan preguntas, las hagan en voz alta y con claridad. Si han de ser hermanos apropiados, deben preocuparse más por los oídos de los hermanos que por sus propias gargantas.


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