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Ministramos al templo o ministramos a Diospor Watchman Nee

ISBN: 0-7363-0305-7
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MINISTRAMOS AL TEMPLO
O MINISTRAMOS A DIOS

Lectura bíblica: Ez. 44:9-26, 28, 31; Lc. 17:7-10

Estos dos pasajes bíblicos nos muestran dos actitudes diferentes que uno puede manifestar ante Dios. Antes de examinar la Palabra de Dios bajo Su luz en estos dos asuntos, es necesario que entendamos cuáles son nuestras responsabilidades y cuál es el enfoque continuo de Dios para con la iglesia en esta era.

Hermanos y hermanas, permítanme preguntarles específicamente: ¿A quien ministran ustedes en realidad, a los creyentes o a Dios? ¿Cuál es el centro de nuestra labor, la obra misma o el Señor? Existe una enorme diferencia entre estos dos ángulos. Ministrar al templo es totalmente diferente de ministrar a Jesucristo. En la actualidad vemos que muchas personas ministran y sirven, pero están en el atrio, es decir, no se han acercado a la mesa. Son muchos los que ministran al templo y no al Señor. Sin embargo, el Señor busca continuamente un ministerio que se dirija exclusivamente a El. Su deseo no es que nosotros hagamos Su obra. Ciertamente laborar, arar la tierra y criar ganado es importante, pero estas actividades no son lo que el Señor busca. El busca un ministerio o servicio dedicado exclusivamente a El. El desea que Sus siervos le ministren y le sirvan a El. Cuán felices son aquellos que pueden ministrarle a El.

Quisiera describir la diferencia entre estas dos clases de ministerios. Examinemos estas dos porciones de la Palabra. Nuestra intención no es dar una explicación de las Escrituras, pues esto se ha convertido en una trampa para muchos creyentes espirituales. De hecho, nada ha perjudicado más a los creyentes espirituales que este asunto de explicar las Escrituras. Tenemos la idea de que siempre que hallamos dos versículos similares en la Biblia, podemos explicarlos, lo cual no es cierto. Descubramos primero la lección y luego la estudiaremos. Antes de estudiar, debemos aprender en la práctica cómo ministrar a Dios. Primero debemos conocer al Autor de la Biblia antes de leer el contenido de ésta. Si le damos a la Biblia la prioridad, fracasaremos. Por tanto, para empezar quisiéramos declarar que nuestra intención no es explicar las Escrituras, sino aprender una lección práctica. Al referirnos a estos dos pasajes de la Palabra, queremos referirnos a las experiencias que debimos haber pasado y a las que ya pasamos.

Leemos en Ezequiel 44:11, 15-16: “Y servirán en mi santuario como porteros a las puertas del templo y sirvientes en el templo; ellos matarán el holocausto y la víctima para el pueblo, y estarán ante él para servirle ... Mas los sacerdotes levitas hijos de Sadoc, que guardaron el ordenamiento del santuario cuando los hijos de Israel se apartaron de mí, ellos se acercarán para ministrar ante mí, y delante de mí estarán para ofrecerme la grosura y la sangre, dice Jehová el Señor. Ellos entrarán en mi santuario, y se acercarán a mi mesa para servirme, y guardarán mis ordenanzas”. El versículo 11 es muy diferente de los versículos 15 y 16; existe una diferencia básica entre aquél y éstos. El versículo 11 habla de ministrar al santuario, mientras que los versículos 15 y 16 hablan de ministrar “a mí”; es decir, es un ministerio dirigido a Jehová. En hebreo la misma palabra que se traduce ministrar se usa en ambas porciones. Ante Dios había dos grupos de levitas. Aunque todos los levitas le pertenecían y eran parte de una misma tribu, en su mayoría sólo eran dignos de ministrar al templo; no obstante, había entre ellos una pequeña minoría, que no sólo incluía a los levitas sino también a los hijos de Sadoc, que podía ministrar “ante Mí”, o sea, ministrar a Jehová.

¿Sabe usted lo que es ministrar al templo y lo que es ministrar a Jehová? ¿Conoce la diferencia entre estas dos clases de ministerio? Muchos dicen que no hay nada mejor que ministrar al santuario. Es como si dijeran: “Ven cuánto me esfuerzo por extender mi obra, luchar por el reino, laborar en el nombre del Señor, llevar la responsabilidad de ayudar en la iglesia y cómo me empeño en ser un siervo de los hermanos. Hago todo lo posible por ayudar a los hermanos y las hermanas. Estoy dispuesto a ir a cualquier lugar para hacer que la iglesia florezca y la obra prospere”. Muchos piensan que es maravilloso salvar pecadores y traerlos a la iglesia, para que ésta crezca en número. Pero esto es solamente ministrar al templo. Existe otra clase de ministerio además de éste. A los ojos de Dios, además del ministerio dirigido al templo, existe un ministerio mejor. Nosotros ministramos no sólo delante del Señor sino también a El. No sólo existe el ministerio que se hace en el templo, sino también el que se hace al acercarnos a Su mesa. No sólo ministramos delante del Señor, sino que ministramos al Señor, lo cual es un asunto muy diferente. Estas dos clases de ministerio son extremadamente diferentes entre sí. No hay ninguna similitud entre ellos.

Si usted puede ver la diferencia que hay entre estos dos ministerios, comprenderá lo que el Señor siempre ha buscado. Evitemos la idea errónea de que ministrar al Señor significa desatender el templo. Mi intención es compartir que además del aspecto de ministrar al templo, existe un ministerio más profundo, que consiste en ministrar al Señor. Muchas personas sólo saben ministrar al templo, mas no al Señor.

Permítanme formular algunas preguntas, en especial dirigidas a los coloboradores. ¿Con qué fin predicamos el evangelio? Deseamos ayudar a que la obra prospere, pero ¿cuál es en realidad nuestro fin? Salimos a predicar a muchos lugares, pero ¿con qué propósito lo hacemos? ¿A qué se dedican en realidad? ¿Tienen la esperanza de que más personas escuchen el evangelio? Sólo mencionaré las cosas buenas y dejaré a un lado las inferiores. No hay duda de que es bueno predicar el evangelio, salvar pecadores y ayudar al progreso espiritual de los hermanos y las hermanas. Hacemos lo posible por ser fieles en predicar y en perfeccionar a otros. Sin embargo, los ojos de muchos están fijos exclusivamente en los hermanos y hermanas. Esto es lo que significa ministrar al templo. Puesto que estamos ante la gente y le ministramos, nuestro ministerio está dirigido a ellos, no al Señor. Esto no significa que los que ministran al Señor deban dejar de ministrar a la gente, pues quienes ministran al Señor también sirven a los demás, aunque su única meta es el Señor. Ellos estiman al hombre por amor a Dios. De modo que no se concentran en el hombre solamente. Si uno entra a la presencia del Señor y se concentra sólo en El, espontáneamente puede ministrar a los hermanos. He ahí la gran diferencia.

En las siguientes secciones veremos la diferencia básica que existe entre ministrar al Señor y ministrar al templo. Luego veremos cómo se ministra al Señor y cómo se ministra al templo. Finalmente, veremos cuáles son los requisitos para ministrar al Señor.


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