Cantar de los cantares, Elpor Watchman Nee
ISBN: 978-1-57593-956-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Cuanto más profunda sea la unión del creyente con el Señor y cuanto más se aproxime a la norma de la doncella, más estará él consciente de su hombre exterior y del cascarón de su carne. Es cierto que el hombre interior se renueva de día en día, pero también el hombre exterior se desgasta de día en día. Aunque el Espíritu Santo da vida a nuestro cuerpo mortal, el cuerpo mismo está destinado a morir. El poder de Dios trabaja de una manera perfecta en nuestra debilidad, pero el cuerpo sigue siendo un aguijón para nosotros. Por consiguiente, cuanto más avance un creyente y más espiritual y celestial sea, más consciente estará de la limitación de su carne a pesar de su perfección actual. El pensará que a pesar de tener las primicias del Espíritu, un inevitable gemido persistirá en su interior, que se suma al gemido de toda la creación, la cual espera el día de la redención de nuestros cuerpos. Cuando vivimos por la carne, no percibimos la necesidad de que nuestro cuerpo sea redimido. Cuando nuestra unión con el Señor llega a ser casi perfecta, sentimos la diferencia entre nuestra condición interna y nuestro cuerpo. Aunque la condición del cuerpo no constituye un obstáculo, es por lo menos una debilidad. En el presente, la redención de nuestro cuerpo se convierte en una gracia indispensable.
En Cantar de los cantares 8:1 dice: “¡Oh, si tú fueras como un hermano mío que mamó los pechos de madre! Entonces, hallándote fuera, te besaría, y no me menospreciarían”. La doncella dice al Señor, en otras palabras: “Deseo estar más íntimamente relacionada contigo de lo que estoy ahora. Quisiera que tú fueras mi hermano y que mi relación contigo delante de Dios se pudiera manifestar ahora mismo ante los hombres. Cuando esto suceda, no seré menospreciada al confesar y reconocer mi amor delante de los hombres. Debido a que aún estoy en el mundo, siento debilidad en mí, y no puedo tratarte como desearía. Al comienzo yo te seguía por los besos que me dabas; iba en pos de Ti y del amor que me expresabas. Ahora deseo besarte, expresar mi amor por Ti y satisfacerte. Pero existe una barrera, la barrera de la carne. Tú no te has revelado como mi hermano todavía. Así que, mientras permanezca en el mundo, no podré evitar pensar que no te he servido como debería”.
El versículo 2 dice: “Yo te llevaría, te metería en casa de mi madre; tú me enseñarías, y yo te haría beber vino adobado del mosto de mis granadas”. Ella parece decir: “Cuando venga aquel día, será como si te llevara a la Jerusalén celestial. Allí Tú me enseñarás acerca de la gracia. Todos los frutos que tengo hoy tienen como fin producir el dulce vino para aquel día, de modo que te proporcione gozo eterno. Ninguno de los frutos espirituales que he recibido de Ti serán para mí misma. En aquel día, todas las granadas servirán de mosto para adobar el vino de Tu satisfacción. Te daré todo lo que tengo para brindarte satisfacción”.
El versículo 3 dice: “Su izquierda esté debajo de mi cabeza, y su derecha me abrace”. En otras palabras, ella añade: “En aquel día, Su mano izquierda estará debajo de mi cabeza, y El levantará mi rostro para que yo lo contemple a El. Su diestra me abrazará, me mirará cara a cara en Su regazo. Espero con anhelo aquel día. ¡Oh que venga pronto!”
El versículo 4 dice: “Os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, que no despertéis ni hagáis velar al amor, hasta que quiera”. [Parece que se dijera:] “Oh doncellas de Jerusalén, ella vive ahora con la esperanza de ser arrebatada; ella está en las manos de Su amado. Su sentimiento en este momento es el apropiado. No es necesario que otros la levanten. No interfieran con sus manos carnales, hasta que ella despierte ante el rostro de su amado”.
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