Pláticas adicionales sobre el conocimiento de la vidapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7126-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Cuando Satanás viene a corrompernos, su obra avanza en dirección contraria de la salvación que Dios efectúa. Satanás primero entra en nuestro cuerpo y lo usa como la base, porque en nuestro cuerpo están las concupiscencias. Los capítulos del 6 al 8 de Romanos hablan repetidas veces de la corrupción del cuerpo. El capítulo 6 habla del cuerpo de pecado, y el capítulo 7 habla del cuerpo de muerte. El cuerpo de pecado es en realidad el cuerpo de muerte. Nuestro cuerpo es un cuerpo de pecado y de muerte porque cuando el hombre tomó del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, su cuerpo fue afectado. El fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal entró en el cuerpo del hombre, convirtiéndolo en carne. En este cuerpo mutado no mora el bien.
Cuando Satanás entra en el hombre, él entra en su cuerpo y lo toma como la base para invadir al hombre corrompiendo su alma —mente, parte emotiva y voluntad— de afuera hacia adentro, y prosiguiendo de allí para contaminar su espíritu. Como resultado, el espíritu del hombre queda sumido en la muerte. Sin embargo, la salvación que Dios efectúa opera en la dirección contraria, entrando primero en nuestro espíritu. La salvación que Dios efectúa avanza de adentro hacia afuera, extendiéndose del espíritu al alma y luego del alma al cuerpo. Cada paso de la salvación que Dios efectúa es contrario a la obra de Satanás. Si deseamos ser partícipes de la obra de Satanás, no necesitamos hacer nada porque ya vamos en la dirección externa de la caída. Pero si deseamos ser partícipes de la obra de Dios, debemos volvernos a nuestro espíritu. Éste es un principio básico. Satanás lleva a cabo su ataque de afuera hacia adentro, y la salvación que Dios efectúa opera de adentro hacia fuera.
El origen de la ley de vida es la vida de Dios, y la iniciación de la ley de vida en nosotros es la regeneración. Tanto la vida de Dios como la ley de vida entran en nosotros por medio de la regeneración. Por lo tanto, la vida de Dios es el origen de la ley de vida, y la regeneración es la iniciación de la ley de vida. Cuando somos regenerados, el Espíritu deposita en nuestro espíritu la vida de Dios. Cuando esta vida empieza a desempeñar su función en nosotros, dicha función es la ley de vida. Por consiguiente, el origen e iniciación de la ley de vida es la vida de Dios, pero la ley de vida entra en nosotros por medio de la regeneración.
El significado de la ley de vida tiene que ver con la capacidad innata de la vida; es decir, es una ley natural producida por la vida que poseemos. Esta ley difiere de la ley externa de la letra dada por Dios. La ley de vida es viviente, pero la ley de la letra es una ley muerta. Si un árbol está muerto, no podrá cumplir ninguna exigencia externa para que sea viviente, crezca, eche hojas, florezca y dé fruto. Esto es exactamente lo que nos sucede a nosotros con respecto a los Diez Mandamientos. Los mandamientos nos exigen amar a otros, a honrar a nuestros padres, a hacer esto y guardar aquello; pero todos esos requisitos de la ley no los pueden cumplir “árboles muertos”, es decir, personas que están muertas. Es imposible que nosotros cumplamos los requisitos de la ley porque estamos muertos e impotentes.
La ley externa de la letra fue dada por Dios en el monte Sinaí; sin embargo, la situación era diferente en el monte Gólgota. Así como Dios puede vivificar un árbol muerto, Él hizo posible que Su vida entrara en el hombre en el monte Gólgota, capacitándonos así para responder a una ley natural. Hay una ley, una capacidad innata, dentro de un árbol vivo; por ello, no necesita de ninguna enseñanza humana. Un árbol vivo con el tiempo echará hojas, florecerá y dará fruto. Crecer y dar fruto son la función de la ley viviente dentro del árbol. Por medio de la redención efectuada en la cruz en el monte Gólgota, Dios puede poner Su vida en nosotros. Hay una ley natural en la vida de Dios, y en tanto que la ley de vida esté activa en nosotros, espontáneamente producirá en nuestro vivir la bondad y santidad de Dios. Ésta es la ley de vida, la cual se basa en una función interior, en una ley natural, no en algún precepto externo.
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