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Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4643-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 9 Sección 3 de 4

SER DISCIPLINADOS
EN NUESTRA MANERA DE SER NATURAL
A FIN DE LLEGAR A SER PERSONAS FLEXIBLES
EN NUESTRO CUIDADO DE OTROS

Es necesario que todos pasemos por las pruebas de la vida de iglesia, de llevar fruto y de apacentar a los corderos, pues estas tres cosas aniquilan nuestra manera de ser natural. La vida de iglesia sirve para aniquilar no las cosas buenas, sino principalmente nuestra manera de ser. Asimismo, llevar fruto y apacentar a los corderos hace que seamos aniquilados. Todas estas prácticas son como “cuchillos” que aniquilan nuestra manera de ser. Pasar por estas tres pruebas hace que lleguemos a ser personas apropiadas, ya que después de pasar por tales pruebas llegamos a ser personas que han tomado medidas con respecto a su manera natural. Entonces seremos personas flexibles. Cuidar de niños pequeños requiere de mucha flexibilidad. Cualquier madre que no sea flexible no puede pretender que sus hijos sean buenos. Todos sus hijos serán perjudicados por su inflexibilidad. A fin de llevar fruto entre nuestros parientes políticos, nuestros primos y compañeros de escuela, se requiere que seamos personas flexibles. No debiéramos decir que algo no es conveniente o que no tenemos tiempo. Si tenemos tiempo dependerá de nuestro deseo. Podríamos ilustrar esto con la necesidad de responder a nuestra correspondencia. En los primeros años de mi labor, con frecuencia tenía que disculparme con la gente por no haberles respondido antes diciéndoles que había estado muy ocupado. Sin embargo, algo en mi interior me condenaba, diciendo: “No es porque estabas demasiado ocupado, sino porque no tenías el deseo de hacerlo”. Todos están ocupados. Aun una hermana que no tiene esposo ni hijos ni trabajo ni está en la escuela puede estar muy ocupada todos los días. Ella podría decirles a las personas que ella no tiene tiempo para esto o aquello. Esto se debe por completo a la inflexibilidad propia de nuestra manera de ser.

Si no somos personas flexibles, no podemos llevar fruto. A fin de llevar fruto, tenemos que ser personas flexibles, que están disponibles todo el tiempo y que jamás dicen estar demasiado ocupadas. Siempre debemos tener tiempo para conversar con las personas. Si esperamos hasta tener tiempo para ayudar a otros a ser salvos, tal vez tengamos que esperar por siempre. Todos hemos sido engañados en este respecto. Hemos dicho: “Esta semana estoy demasiado ocupado; déjenme ver cómo me irá la semana que viene”, pero la siguiente semana estamos más ocupados y tenemos aún más cosas que hacer. La siguiente semana será peor todavía y jamás estaremos libres. Estar ocupados o estar disponibles guarda directa relación con nuestra manera de ser. Por tanto, primero necesitamos que el Señor trate con nosotros por completo, y después debemos llegar a ser personas disponibles, flexibles y que han tomado medidas exhaustivas con respecto a su manera de ser.

RECOMENDAR A LAS PERSONAS AL JESÚS QUE ATRAE

Una vez que el Señor nos ha disciplinado y hemos llegado a ser flexibles, necesitamos algo en nuestra vida diaria que atraiga y convenza a las personas. Los discípulos mencionados en Juan 1 vinieron al Señor al ser atraídos a Él. Primero, Juan el Bautista dijo: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (v. 29). Más tarde, recomendó a Jesús cuando dijo: “Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre Él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar en agua, Él me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre Él, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo” (vs. 32-33). Jesús es el Cordero que quita el pecado del mundo, y Él es quien bautiza a las personas con la paloma para que reciban a Dios como vida. Éstos son los dos factores de atracción del Señor. El Espíritu de Dios siempre opera mediante estas dos características que atraen. Inmediatamente después de haber sido atraídos por medio de la recomendación, dos de los discípulos de Juan siguieron a Jesús (vs. 35-37). El primero fue Andrés y el segundo debió haber sido Juan, el escritor de este evangelio, aunque no se mencionó a sí mismo debido a su humildad. Estos dos permanecieron con Jesús ese día. En ese momento, debido a que habían sido impresionados, Andrés se dirigió a su hermano Simón y lo trajo al Señor. Cuando Él vio a Simón, el Señor le cambió el nombre a Pedro, el cual significa “piedra”. Entonces, eran tres los discípulos que estaban allí con el Señor.

Después, el Señor Jesús fue un poco más lejos y conoció a Felipe, quien era de la misma ciudad que la de Andrés y Pedro. Luego Felipe encontró a Natanael y dijo: “Hemos hallado a Aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret” (vs. 39-45). En realidad, lo que dijo no era exacto, debido a que Jesús no había nacido de José, sino de María, y no fue en Nazaret, sino en Belén. Ésta era una clase de “doctrina errónea” que provocó que Natanael preguntara: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (v. 46a). Algunas veces somos como Felipe; damos información incorrecta acerca de Cristo e incluso de la iglesia. Sin embargo, Felipe fue sabio al no discutir. Si hubiera discutido, sin duda habría perdido a Natanael. Más bien, aprendió del Señor Jesús, quien le había dicho a sus discípulos: “Venid y ved” (v. 39). Ver es mucho mejor que oír. Por tanto, Felipe le dijo a Natanael: “Ven y ve” (v. 46b). Natanael vino, vio a Jesús y fue visto por Jesús (vs. 47-48). De esta manera los cinco discípulos fueron capturados por el Señor. Es así como vemos que Jesús es Aquel que atrae. Ahora este Jesús debe ser expresado en nuestro vivir en nuestra vida diaria. En nuestro vivir diario debiera estar Aquel que atrae y Aquel que convence. Aun si le damos a las personas información incorrecta, todavía podemos aprender y decir: “Ven y ve. Tengo algo mejor que una enseñanza correcta. Lo tengo a Él para que lo veas”. Es así como debemos atraer a las personas.

Muchos de nosotros pensamos que si oramos y tenemos un vivir diario apropiado, aquellas personas que traigamos al Señor serán capturadas inmediatamente. Si sólo nos quedamos en Juan 1, podemos pensar que Pedro, Andrés y los otros de inmediato siguieron al Señor. Sin embargo, esto no es así. Si leemos el Nuevo Testamento detenidamente, veremos que el Señor Jesús se presentó a ellos por segunda vez con el propósito de capturar a los discípulos (Mt. 4:18-22). Todos Pedro, Andrés, Juan, Felipe y Natanael eran de Galilea, pero el primer contacto que tuvo Jesús con ellos, mencionado en Juan 1, tuvo lugar en Betania al este del Jordán, lejos del sur de Galilea. En Su primer contacto con Pedro, Andrés y Juan, Jesús no los llamó. Más bien, todos ellos regresaron a Galilea a sus trabajos: Pedro y Andrés a pescar, y Juan a remendar redes con su hermano Jacobo. Ésta era su antigua situación y antigua vida. Esto indica que incluso el Señor Jesús no llamó a las personas de forma rápida. Para entonces es probable que ellos hayan olvidado al Señor, pero el Señor nunca olvida a nadie. Él sabe donde están. Nadie vino a decirle al Señor: “Jesús, ¿te acuerdas de aquellos hombres que conociste en Betania? Todos ellos están pescando y remendando redes. ¡Ve y llámalos!”. Al contrario, el Señor Jesús ya sabía que estaban allí. En Mateo 4 vemos nuevamente la atracción del Señor. Según se menciona en Juan 1, Jesús era Aquel que atrae como el Cordero de Dios y como Aquel que tiene la paloma, pero Mateo 4:16 dice: “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región y sombra de muerte, luz les amaneció”. Mientras andaba por la orilla del mar de Galilea, Jesús de Nazaret era una gran atracción que resplandecía. Fue así como Jesús se presentó a los cuatro hermanos. Su resplandor los atrajo, y ellos de inmediato lo siguieron.


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