Disfrutar las riquezas de Cristo para la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristopor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7932-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Tener la imagen de Dios y la autoridad de Dios son meramente hechos objetivos. En el aspecto subjetivo el hombre aún necesitaba la vida de Dios. El hombre tenía la imagen de Dios, y también el dominio de Dios, pero todavía no poseía la vida de Dios, la cual es Dios mismo. Por consiguiente, Dios puso al hombre frente al árbol de la vida en medio del huerto (Gn. 2:8-9), lo cual indicaba que el hombre debía participar de este árbol. El árbol de la vida representa a Dios mismo como vida para el hombre en forma de alimento. Más tarde, la Biblia nos indica que Dios en Cristo es el árbol de la vida (Jn. 1:4; 10:10; 14:6; 15:1). Génesis 2:9 dice: “Hizo Jehová Dios brotar de la tierra todo árbol agradable a la vista y bueno para comer, y también el árbol de la vida en medio del huerto”. Luego cuando Jesús vino, Él dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a Mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en Mí cree, no tendrá sed jamás [...] Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre [...] Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por causa de Mí” (Jn. 6:35, 51, 57).
Según Génesis 2:9, el árbol del conocimiento estaba junto al árbol de la vida. Dios puso al hombre frente al árbol de la vida para que tomara del árbol de la vida, y también le advirtió al hombre que no tomara del árbol del conocimiento. Génesis 2:16-17 dice: “Mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer libremente, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás; porque el día en que comas de él, ciertamente morirás”. El árbol del conocimiento es el árbol del conocimiento no sólo del mal, sino del bien y del mal. Tanto el bien como el mal son contrarios a la vida. La intención de Dios era que Adán tomara del árbol de la vida y no tuviera nada que ver con el árbol del conocimiento del bien y del mal.
Después de crear al hombre, Dios no le dio a Adán muchos mandamientos. Él no le dijo: “Adán, primeramente, debes comprender que tienes que adorarme. Yo soy el Creador, y tú eres la criatura. Segundo, tienes que glorificarme. Tercero, te hice una esposa, y tú tienes que amarla. Cuarto, tienes que ser amable, humilde y paciente. Por último, te daré algunos hijos, y tú tienes que cuidar de ellos”. Tales mandamientos no se encuentran en Génesis 2. Dios le dijo al hombre muy poco acerca de lo que debía o no debía hacer. Dios solamente le dijo que tuviera cuidado del árbol del conocimiento del bien y del mal. En otras palabras Dios parecía decir: “Adán, sólo ten cuidado de lo que comes. Si comes las cosas debidas, estarás bien; pero si comes de las cosas indebidas, morirás”. Dios no le dijo a Adán que hiciera algo. Tampoco le dio diez mandamientos, ni siquiera dos mandamientos. Él simplemente le advirtió a Adán que comiera apropiadamente, que fuese cuidadoso acerca de los dos árboles que estaban frente a él. Todos debemos darnos cuenta de que la intención de Dios no es que hagamos esto ni lo otro. La intención de Dios es que le comamos a Él y le tomemos como nuestra vida.
La intención de Dios era que Él mismo sería la vida de Adán, es decir, que Adán tomaría a Dios como su propia vida. Podemos ver la manera de tomar a Dios como vida usando como ejemplo los productos cultivados en los Estados Unidos. ¿Cómo puede un pollo llegar a ser vida para nosotros? Si sólo andamos cargando el pollo, éste sigue siendo pollo; pero no es vida para nosotros. La única manera en que el pollo puede ser vida para nosotros es si lo matamos, lo cocinamos, lo servimos en la mesa del comedor y nos lo comemos. Luego tras unas cuantas horas de digestión y asimilación, el pollo llegará a ser nosotros. Es sólo de esta manera que algo que está fuera de nosotros puede llegar a ser vida para nosotros. Conocemos la frase somos lo que comemos. Digamos que en la mañana yo mirase un pollo en su casa, pero en la noche ya no está allí. ¿Dónde está el pollo? Ahora está dentro de usted; después que usted se come el pollo, usted mismo llega a ser el pollo.
En el cristianismo muy pocos, si es que los hay, han oído que la intención de Dios consiste en que el hombre debe recibir a Dios al comer de Él. Muchos jamás han oído un mensaje donde se les dijese que el hombre tiene que comer a Dios. Durante una conferencia celebrada en Taiwán en 1958, di un mensaje muy enfático acerca de Juan 6, y les dije a los santos que Jesús es comestible y que todos tenemos que comerle. Después de la reunión, un hermano muy educado se me aproximó de una manera muy amable, pero con determinación, diciendo: “Hermano Lee, esta noche su mensaje fue maravilloso. Solamente hubo una cosa que me molestó. Usted dijo que podemos comer a Jesús. Decir esto es demasiado atrevido”. Yo le respondí: “Hermano, si yo soy atrevido, no soy el primero en serlo. El mismo Señor Jesús fue atrevido, porque Él dijo en Juan 6:57: ‘El que me come, él también vivirá por causa de Mí’. Esto no es invención mía; es una cita que hago. No me culpe de ser atrevido. Vaya al Señor Jesús y cúlpelo a Él”.
En realidad, esto no es cuestión de ser atrevido. Pensamientos como éste provienen de los conceptos humanos y religiosos. Cuando hablamos de Dios, siempre consideramos que Dios es tan grande, muy elevado y muy digno, que está sentado en el trono y que debemos inclinarnos delante de Él. Éste es nuestro concepto religioso y natural. Cuando alguien dice que podemos comer a Jesús, nos preguntamos cómo es posible comer a Jesús. En Juan 6 el Señor Jesús hizo un milagro cuando alimentó a los cinco mil con cinco panes de cebada. Los judíos vieron aquel milagro y, estimando que Jesús era alguien muy importante, querían hacerlo rey. Finalmente, el Señor Jesús se retiró de ellos porque no quería ser para ellos un rey externamente. Al día siguiente cuando Él regresó, le dijo a la gente: “Yo soy el pan de vida. No tengo la intención de ser alguien importante. Mi intención es ser vuestro alimento. No me hagáis un rey. Antes bien, tomadme como alimento y comed de Mí”.
Arrodillarse calladamente delante del Señor, quien es el pan que está sobre la mesa, es demasiado religioso. Quizás el Señor Jesús diría: “Tontines. No quiero veros inclinados. Levantaos y comed. No deseo vuestra adoración religiosa. No es que me haga falta vuestra adoración; se trata de que estáis carentes de Mí. Debéis recibirme al comer de Mí”.
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