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Reino, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4708-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 19 de 50 Sección 2 de 2

VELAR Y ORAR AL CRECER

Muchos cristianos hablan sobre velar y orar, pero pocos comprenden el verdadero significado de velar y orar. La manera de velar es simplemente crecer en Cristo. Nadie puede velar si no tiene el crecimiento apropiado. Mientras uno crece, vela. Mientras uno crece, acumula una porción adicional del Espíritu todo-inclusivo como aceite en su vasija. Esto es lo que significa velar. Velar no quiere decir que uno lea las profecías, estudie la situación mundial y observe los eventos que están sucediendo en Rusia, Israel y el Medio Oriente. Velar no consiste en leer los periódicos y coleccionar profecías. Si esta es la manera en que usted vela, me temo que un día el Señor Jesús vendrá y usted no se dará cuenta. Velar significa crecer con el Señor Jesús. Uno tiene que orar: “Señor Jesús, tengo que ir a la tienda; ¿vienes conmigo? Voy a salir de compras, ¿me acompañas?”. Si el Señor dice: “No, preferiría quedarme en casa”, uno deberá contestar: “Señor, si quieres quedarte en casa, yo también me quedaré”. Esto es velar. “Oh Señor Jesús, tengo que ir a cortarme el cabello; ¿cuán corto quieres que me lo corte? Soy uno contigo Señor, y lo que a Ti te guste es lo que a mí me gusta”. Esto es lo que significa velar.

Cuando era joven, se me enseñó a velar y orar. Se me enseñó a observar ciertos eventos tales como el retorno de los judíos a Jerusalén y se me dijo que debía orar por ellos. Yo observaba y después oraba. Pero ahora comprendo que velar y orar significa crecer continuamente con el Señor, vivir junto con Él. Sólo entonces uno está en el reino. No solamente uno está en el reino, sino que uno es el reino. A medida que uno crece con el Señor, uno verdaderamente vela y ora. El Señor Jesús está con nosotros, y el hecho de que Él esté con nosotros equivale a Su venida gradual.

En Apocalipsis 14 se revela la madurez entre todas las “madureces”, representada por el número ciento cuarenta y cuatro mil. Algunos serán así. Yo creo que muchos en las iglesias locales serán maduros, pero algunos llegarán a la cumbre de esta madurez. Esta madurez suprema será considerada por Dios los ciento cuarenta y cuatro mil que serán las primicias. Después de esto, viene la cosecha.

EL CAMINO DE LA VIDA

Les ruego que reciban todo esto en su espíritu y lo lleven delante del Señor en oración. Verán que ésta es la comprensión acertada del Nuevo Testamento. No es simplemente un asunto de interpretar profecías. Nosotros hemos estudiado las buenas escuelas de interpretación profética. Probablemente algunos de ustedes están familiarizados con los libros de G. H. Pember sobre las grandes profecías. Nosotros también estamos familiarizados con esos libros. Sin embargo, esos libros simplemente contienen las doctrinas en cuanto a las profecías, pero no tienen mucha vida. Lo que el Señor nos ha mostrado en Su Palabra es el camino de la vida. Incluso la segunda venida del Señor está en conformidad con el camino de la vida. Él es la semilla, Él es el crecimiento, Él es la transformación e incluso Él es la cosecha y las primicias. Aquel que le gane a lo sumo estará en la cumbre de la cosecha y será las primicias.

LA TRANSFORMACIÓN

Apocalipsis 14:14-16 nos dice que el Señor segó el trigo. Sin embargo, al final del libro de Apocalipsis, en la Nueva Jerusalén, no hay trigo. En Apocalipsis 14 el Señor Jesús cosechó mucho trigo, pero al final ¿qué pasó con ese trigo? Todo ese trigo se convirtió en oro, perlas y piedras preciosas. En Apocalipsis 14 tenemos las primicias y la cosecha, y en Apocalipsis 21 tenemos oro, perlas y piedras preciosas. El trigo fue transformado. En el capítulo 14 tenemos la cosecha, que es el fruto del crecimiento, y en el capítulo 21 tenemos la transformación del trigo. Éste se convierte en piedras preciosas a través de la transformación tal como la madera se convierte en piedra como resultado de la petrificación. ¿Somos trigo o piedras preciosas? Por un lado, somos trigo; por otro, estamos entre las piedras preciosas. Somos la labranza de Dios, cultivando el trigo, y también somos el edificio de Dios, compuesto por todas las piedras preciosas.

Finalmente, la cosecha del Señor se convertirá en una ciudad. La cosecha de trigo mencionada en Apocalipsis 14 se convertirá en la ciudad descrita en Apocalipsis 21. En la cosecha podemos ver el crecimiento de la vida, pero en la ciudad podemos ver la transformación de la vida. Junto con la transformación ocurre la edificación. El crecimiento sin la transformación no produce edificación alguna. Sin embargo, con el crecimiento y la transformación se produce un edificio, una entidad corporativa: el Cuerpo.

UNA CIUDAD LLENA DE VIDA

La palabra pura de la Biblia presenta al Señor Jesús como la semilla todo-inclusiva. Así pues, en la ciudad santa tenemos el crecimiento de la semilla, la transformación de la semilla, la madurez de la semilla y la consumación máxima de la propagación de la semilla. La Nueva Jerusalén es edificada con materiales transformados. Esto es el reino. Dentro de esta ciudad no hay nada más que vida: el árbol de la vida crece en el río de vida, el río de vida fluye desde el trono de Dios y del Cordero. La vida es el único camino que tenemos que tomar. Todos tenemos que estar en la misma calle, el mismo camino de vida, donde el agua fluye y el árbol crece. Esto no solamente producirá el edificio de Dios, sino que también lo sustentará por la eternidad. Por la eternidad, el edificio de Dios será sostenido por el fluir de la vida y el crecimiento de la vida. Hoy en día, podemos disfrutar un anticipo de aquello que disfrutaremos en plenitud. La iglesia local es una miniatura del reino de Dios, donde la vida que fluye produce y sustenta un edificio compuesto de materiales preciosos. En el reino hay una sola vida, un solo camino y una sola expresión.

EXPRESAR A DIOS

Toda la ciudad tiene semejanza de jaspe, lo cual indica que tiene la semejanza de Dios (Ap. 4:3). En la vida de iglesia también hay una sola vida, un solo camino y una sola expresión. Independientemente del número de iglesias locales que haya, el camino es uno solo porque la vida es una sola y es la misma. Por tanto, también es una única expresión. No debe haber ninguna expresión de su persona o de la mía; no debe haber expresión de la filosofía estadounidense o china. No debe haber expresión de doctrinas o dones. La ciudad únicamente expresa la imagen de Dios. En la vida de Dios se halla la esencia así como lo que da forma. En la esencia de la vida de Dios recibimos también la regulación de la vida. Y finalmente, todos seremos formados a la imagen de Dios. Ya no seremos conforme a nuestro propio género, sino que seremos según el género de Dios. En Génesis 1 tanto la vida vegetal como la vida animal corresponden a su propio género. Pero nosotros no seremos conforme a nuestro propio género, sino conforme al género de Dios, teniendo Su imagen y expresándolo. Todas las iglesias locales deben tener una sola vida, un solo camino y una sola expresión. Esta única expresión no está en cierta doctrina, enseñanza o don espiritual, sino que es Cristo como la vida todo-inclusiva.


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