Testimonio de Jesús, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8269-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Los Estados Unidos es un país cristiano. Hoy en día aquí hay millones de verdaderos cristianos que han sido salvos, lavados con la sangre y regenerados en su espíritu. No hay necesidad de preguntar acerca de los incrédulos o los cristianos nominales. Incluso entre los verdaderos cristianos, ¿cuántos hay que verdaderamente están aquí para cumplir el propósito eterno de Dios? Muchos de ellos están aquí únicamente para su propio bienestar. Con muchos de ellos es difícil discernir si son cristianos. Sus casas, sus vehículos, sus vestidos y apariencias son iguales que los incrédulos. Es difícil distinguir quiénes son los hijos de Dios y quiénes son los hijos del diablo. No obstante, no creemos que nuestro Dios no esté haciendo nada hoy en esta era. Más bien, estamos convencidos de que nuestro Dios está obrando intensamente en esta tierra con el fin de atraer a un remanente de aquellos que le aman y le buscan. Elías fue una vez al Señor para acusar a los israelitas, diciendo: “Señor, a Tus profetas han dado muerte, y Tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y acechan contra mi vida”. El Señor le respondió diciendo: “Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal” (Ro. 11:3-4). Nosotros, los que estamos en la vida de iglesia somos un pueblo que ha sido reservado.
Algunos pensarán que si el recobro del Señor es de Dios, entonces surgirá un gran movimiento entre nosotros y ganaremos un gran número de personas. Pero si hiciéramos esto, dejaríamos de ser el recobro del Señor. El recobro del Señor siempre está en el camino estrecho. En la antigüedad, Noé predicó justicia por ciento veinte años, pero sólo terminó ganando a ocho personas, incluyéndose a sí mismo. No hay duda de que Noé tenía muchos parientes, pero solamente su esposa, sus tres hijos y sus tres nueras entraron con él en el arca. Esa fue la manera en que Dios obró en la era de Noé. El Señor Jesús trabajó por tres años y medio haciendo muchas clases de milagros, pero al final, sólo ganó a ciento veinte personas (Hch. 1:15). Hoy en día, a muchos les gusta confiar en milagros, pero incluso cuando el Señor Jesús resucitó a muchos de entre los muertos, fueron muy pocos los que creyeron en Él. Hoy en día no habrá un gran movimiento en el recobro del Señor. Más bien, contaremos con un número pequeño de creyentes. Los que buscan y aman al Señor deben ser puros en sus intenciones, en su corazón y en sus metas para con el Señor. Éstos son los que Dios ha reservado para el cumplimiento de Su propósito.
El mundo entero, tanto en su incredulidad como en su aspecto religioso ha sido condenado Dios. Dios usa a sus buscadores fieles en Su recobro para protestar contra la tendencia actual. Por tanto, es una vergüenza que alguien esté en el recobro del Señor y siga frecuentando el cine y se vista de la última moda. Los que están en el recobro del Señor deberían ser las personas que Dios se ha reservado, las que están completamente separadas de esta generación torcida, perversa y condenada.
La vida de iglesia es el recobro del testimonio de Jesús, el cual testifica que el Señor Jesús vivió como un ser humano en la tierra, no por Sí mismo, sino por Su Padre. El Señor pudo proclamar al universo entero que el sutil Satanás, el enemigo de Dios, nada tenía en Él (Jn. 14:30). El mundo está bajo el control de Satanás, pero este hombre, Jesús, nada tenía que ver con Satanás, y Satanás no podía hacer nada con Él. El Señor llevó esta vida victoriosa en la tierra por medio de Su Padre (6:57a; 4:34; 5:19, 30; 7:18; 14:10). La iglesia es el testimonio de este Jesús. Cuando nosotros, el pueblo de la iglesia, caminamos por la calle, no solamente los ángeles, sino también la gente mundana podrán discernir que somos un pueblo separado. Nada tenemos que ver con el mundo que no cree, ni con las religiones judía, católica y protestante. Lo único que nos interesa es el Jesús viviente. Él es nuestra vida, y nosotros vivimos por Él y para Él. Éste es el testimonio de Jesús, el cual es la vida de iglesia apropiada.
Ciertamente nada es una legalidad en la vida de iglesia. No tenemos colgada en la pared ninguna norma que dicte cómo los hermanos se han de cortar el cabello o cómo las hermanas deben vestirse. La vida de iglesia es simplemente el testimonio de Jesús. Este Jesús, Aquel que vivió por la vida del Padre y en quien Satanás no tuvo nada, está en nosotros hoy. Todas las religiones dan importancia a sus preceptos, pero a la iglesia sólo le interesa Jesús. No tenemos normas ni ritos, sino al Jesús viviente que vive en nuestro ser. No le pedimos a nadie que se atenga a ciertas normas. Antes bien, les ayudamos a prestar atención al Jesús que mora en ellos, diciéndoles que Jesús es su vida, Jesús vivió en la tierra por la vida del Padre, y Satanás nada tiene en Él.
Nosotros también debemos tener tal vida, una vida que no tiene nada que ver ni con el mundo ni con ninguna clase de religión. No nos interesan las diferentes maneras de bautizar, cubrirse la cabeza, ritos, hablar en lenguas ni las manifestaciones de los dones. Todas estas cosas pertenecen al mundo religioso. A nosotros sólo nos interesa el Jesús viviente. Algunos han dicho que si no hablamos en lenguas ni realizamos sanidades, eso quiere decir que carecemos de dones espirituales. Sin embargo, el primer don que se menciona en 1 Corintios 12 no es el hablar en lenguas sino la palabra de sabiduría, y el segundo don es la palabra de conocimiento. Hablar en lenguas y la interpretación son los dos últimos de los nueve dones mencionados (vs. 7-10). Dar énfasis a hablar en lenguas y a su interpretación sería invertir el orden de los dones, haciendo que la cola sea la cabeza. En todas nuestras reuniones tenemos la palabra de sabiduría y de conocimiento. ¿Quién puede decir que no tenemos la manifestación de dones entre nosotros? Aun así, no estamos interesados en los dones. Lo que nos interesa es el Jesús viviente. Si damos importancia a los dones, estaremos en religión. No estamos aquí por ninguna religión; estamos aquí por Jesús.
Mientras que los hijos de Israel vagaron en el desierto durante cuarenta años, ellos vieron todas las mañanas el más grande de los milagros. El maná celestial descendía cada mañana al menos para un millón de persona. Si tal cosa sucediera hoy en día, la gente del mundo entero acudiría para verlo. Sin embargo, este gran milagro no hacía nada dentro de esta gente. De ese millón de personas, solamente dos de ellas, Josué y Caleb, recibieron la ayuda genuina. Según Juan 2:23:25, el Señor Jesús no se fiaba de aquellos interesados en milagros. Dios jamás se fiará de esta clase de persona; sólo confía en aquellos que tienen un corazón puro y sencillo hacia Él
Hoy en día no es la era de los milagros ni de los dones. Hoy es el día del Jesús viviente, y Dios desea un pueblo que viva por este Jesús. Estas personas serán el Noé actual, quienes darán fin a la generación presente e introducirán la era venidera, la era del reino. Esto es lo que el Señor hace hoy en día. La obra del Señor no es un asunto de tener una doctrina correcta o incorrecta. Su obra consiste en atraer a personas que le aman y le buscan y que tienen un motivo puro y un espíritu abierto, a fin de que le sigan incondicionalmente, de modo que Él pueda obtener la vida de iglesia que proteste a todo el mundo contra su tendencia actual, dé fin al presente siglo e introduzca el reino de Dios. Éste es el propósito que Dios está cumpliendo hoy. Confiamos en el Señor que en las iglesias locales de muchos lugares se reciba, día tras día, semana tras semana, más y más claramente esta revelación a fin de que todos veamos lo que el Señor quiere obtener hoy en día. El Señor desea que “la familia de Noé” edifique el arca y dé testimonio contra la tendencia de este siglo, a fin de que pueda usarlos para dar fin a este siglo e introducir la era del reino. Lo que estamos edificando hoy en la vida de iglesia es el arca para nuestra salvación (Fil. 2:12) y para la salvación de aquellos que están bajo nuestro cuidado.
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