Lo que el reino es para los creyentespor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7228-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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No es posible que recibamos al Señor y, por otra parte, desechemos Su autoridad. No debemos decirle al Señor: “Señor, soy demasiado pequeño para contenerte, mucho menos para contener Tu trono”. Tampoco debemos decirle: “Señor, sólo quiero tener vida y paz; no deseo el reino ni la autoridad”. Si le hablamos al Señor de esta manera, Él nos responderá: “Si quieres vida y paz, debes también recibir el reino y la autoridad. Si quieres al Salvador, debes también recibir al Rey. Yo soy el Salvador y también el Rey. No sólo fui crucificado, sino también entronizado. Yo pasé por la cruz, y ahora estoy sentado en el trono. Yo vengo a ti, no desde la cruz, sino desde el trono. Como Señor de señores y Rey de reyes, entro en ti con Mi trono”. ¿Qué es esto? Ésta es la experiencia del reino.
Aunque exteriormente somos pequeños, nuestro ser interior es muy grande, puesto que en nosotros está el reino. Dentro de nosotros tenemos un reino, un trono y al Rey de reyes, que es Cristo, el Soberano de los reyes de la tierra. Ésta es la experiencia que tenemos en nuestro interior. Espero que todos los hijos de Dios puedan ver esto.
No debemos considerar jamás la salvación como un asunto insignificante. Algunos que han visto que salvación no es un asunto insignificante, a menudo oran: “Yo he sido regenerado; tengo la vida de Dios y he llegado a ser un hijo de Dios. ¡Esto es un gran asunto!”. Sin embargo, debemos ver que el hecho es en realidad más grande que eso; debemos ver que en todos nosotros están el reino de Dios, el trono de Dios, el designado por Dios y el Rey de reyes.
Los hombres en la tierra rechazaron al Señor Jesús, pero los cielos le dieron la bienvenida. Además, después que los hombres lo rechazaron, Él como Espíritu descendió de los cielos. El Espíritu vino con el evangelio, y este evangelio es el evangelio del reino. Cuando escuchamos el evangelio y nos arrepentimos, recibimos a este Salvador; este Espíritu entra en nosotros. ¿Qué clase de Espíritu es Él? Es el Espíritu que fluye desde el trono, los siete Espíritus que están delante del trono (Ap. 4:5). Una vez que Él entra en nosotros, nos da paz al concedernos el perdón de los pecados, y también nos da vida. Además de esto, Él introduce el trono en nuestro ser, es decir, introduce en nuestro ser al Señor que está en el trono. De ese modo nuestro ser llega a ser el reino celestial; en nuestro interior tenemos la autoridad, el trono, el Rey, el reinado y el gobierno. Usando una expresión secular, diríamos que tenemos una administración gubernamental dentro de nosotros.
Hay un reino en cada persona que ha sido salva. ¡Cuán maravilloso es este evangelio! Tal vez algunos no estén de acuerdo con esta afirmación. Podemos aceptar el hecho de que cuando creemos en Jesús, recibimos la vida eterna; pero nos es difícil aceptar el hecho de que cuando creemos en Jesús, recibimos el reino. Quizás nos parezca que es maravilloso saber que hemos obtenido la vida eterna, pero no nos guste oír que el reino, las leyes del reino y el Rey del reino también están en nosotros. Aunque algunos no crean estas palabras, esto se basa en la Biblia. Probablemente algunos al comienzo estén de acuerdo con estas palabras; pero después de ver que todavía siguen viendo películas y discutiendo con sus familiares, sencillamente no puedan creer que el reino, el trono y el Rey de reyes estén en ellos. Esto ciertamente le resulta al hombre difícil de creer.
Quisiera preguntarle una sola cosa: “¿Es usted salvo?”. Mientras sea una persona salva, hay vida en usted. Más aún, Cristo está en usted, la autoridad está en usted, el Rey de reyes está en usted y el reino está también en usted. Aquel a quien hemos recibido es sumamente grande.
Debemos saber que cuanto más noble y eminente sea una persona, más perdonadora y mansa será. Los que tienen experiencia saben que los niños con facilidad se ofenden. Siempre que visito a una familia, les temo a los niños. No temo que me vayan a golpear, sino que los vaya a ofender. A veces les hago una broma, y empiezan a llorar. Es muy fácil que los niños se ofendan; son muy pequeños y, por ende, tienen una mentalidad muy estrecha. Los padres, que son adultos, son diferentes. Ellos no se ofenden fácilmente. Por ejemplo, si les pido otro plato de sopa o si rompo un vaso, no harán un escándalo ni me harán sentir avergonzado. Los niños, en cambio, son diferentes. Si le quito un dulce a un niño, sin duda se echará a llorar. Incluso si se lo devuelvo, no conseguiré calmarlo ni hacer que deje de llorar, porque es un niño y tiene una mentalidad estrecha. Debemos entender que nuestro Señor es el Rey de reyes; como tal, Él es una persona muy noble. No importa si lo ofendemos (no lo digo para alentarlos a hacerlo). Por ejemplo, si usted le dice: “Tengo muchas ganas de ir al cine”, Él tal vez le diga: “Adelante, ve”. Él no desea que usted vaya, pero si tiene tantas ganas de ir, le permitirá ir. Esto nos muestra Su grandeza.
Es posible que a veces usted se enoje, y aunque a Él no le agrada, con todo, se lo permita. Sin embargo, es un hecho que después que usted es salvo y llega a ser cristiano, cada vez que hace lo que a Él le desagrada, aunque quizás Él le permita hacerlo, no tendrá paz interiormente. Si usted ha sido verdaderamente salvo y, por ende, es un verdadero cristiano, cada vez que haga ciertas cosas, sentirá en su interior que ha perdido la paz; sentirá que es rebelde y que hace lo que es contrario al Señor. Sentirá que usted es una persona desobediente y rebelde. Quizás usted se consuele a sí mismo, diciendo: “No he robado a nadie; simplemente me enojé un poco. Además, todo el mundo se enoja”. Pero, por extraño que parezca, no importa cuánto usted trate de convencerse a sí mismo, no tendrá paz; Él aún no responderá en usted. Él no es como un gobierno terrenal, que le pide a la policía que lo detenga cuando ha violado una ley; pero usted sabe en su interior que lo está desobedeciendo. Tal vez exponga muchas razones, y todas ellas sean muy lógicas, pero su sentir interior será contrario y estará en discrepancia con usted.
¿Cómo sabe usted que tiene un sentimiento contrario? Lo sabe por el hecho de que no puede orar. Un hermano una vez me contó que no importa adónde se fuera a conseguir un taxi, descubrió que en ningún lugar hay buenos taxistas, y que casi todos son irrazonables y tratan de sacar provecho de los demás. A veces el hermano rehusaba darse por vencido y trataba de argumentar con el taxista, preguntándole: “¿Por qué intenta aprovecharse de mí? Usted tenía que devolverme cincuenta centavos”. Entonces ambos empezaban a discutir. Esto es algo insignificante; pareciera que todos deben pelear por sus intereses y que esto es razonable. El taxista debía haberle devuelto cincuenta centavos, pero le dijo que no tenía cambio. Por esta razón, empezaron a discutir nuevamente. Sea como sea, este hermano reclamaba justicia. Esto es razonable ante los ojos del mundo, pero él no pudo orar cuando se fue a casa.
El hecho de no poder orar fue un verdadero problema para él. Todo lo que hizo fue discutir un poco, y su discusión era razonable. Sin embargo, no pudo orar cuando se fue a casa. Esto le pareció extraño. Cuando se sentó a la mesa del comedor y su esposa le pidió que orara y diera gracias por los alimentos, no pudo expresar ninguna palabra. La razón es que había desechado el trono en su interior. No se había conducido como un rey ni como alguien que en su interior tiene un trono y al Rey de reyes. Por ese motivo, no podía orar. ¿No ha tenido usted la misma experiencia? A veces un taxista se niega a darnos nuestro cambio de cincuenta centavos, pero si pensamos: “Yo soy un Hijo del Rey de reyes. Tengo al trono en mí y tengo a Cristo en mí. Él vale más que cincuenta centavos. Por lo tanto, ya no me importan los cincuenta centavos”. Por extraño que parezca, cuando lleguemos a casa, podremos arrodillarnos y orar al Señor inmediatamente, diciendo: “Oh Señor, te doy gracias y te alabo porque eres el Rey de reyes, porque el trono está en mí y porque soy un hijo del Rey”. Entonces podremos alabarle. ¡Cuán maravilloso es esto! Esto demuestra que hay un reino en nosotros. Este reino es el Espíritu Santo, y es Cristo mismo con Su trono y Su autoridad.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.