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Ejercicio del reino a fin de edificar la iglesia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3898-1
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EL EJERCICIO Y LA RECOMPENSA

Si somos llenos, saturados y empapados de Cristo, espontáneamente nos ejercitaremos en el reino. Al leer las epístolas de Pablo, vemos que él era alguien que continuamente se negaba a sí mismo. Su vida también era una en la que llevaba la cruz y perdía el alma. Esto no lo hacía por ascetismo, sino por medio del Espíritu vivificante y todo-inclusivo que vivía en él. Pablo disfrutaba a Cristo como el Espíritu vivificante a lo sumo; él tenía hambre de Él y continuamente lo disfrutaba. El disfrute que tenía Pablo de Cristo espontáneamente lo introdujo en el ejercicio del reino. Esto hizo posible que él cumpliera los requisitos de la constitución del reino de los cielos.

Pablo se mantenía en el ejercicio del reino por causa de la iglesia. Sólo existe una sola clase de personas con las cuales la iglesia puede ser edificada: aquellas que se ejercitan en el reino. Si delante del Señor tomamos en serio la edificación de la iglesia, debemos tener hambre de ser saturados de Cristo como el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Al ser saturados del Espíritu vivificante, somos introducidos en el ejercicio del reino. Entonces, tenemos la vida del reino.

El ejercicio que es propio del reino es la realidad de la vida de iglesia hoy. En gran medida, lo que tenemos sigue siendo una apariencia, pues aún estamos carentes de realidad. La realidad de la vida de iglesia es el ejercicio del reino, y el verdadero ejercicio del reino viene como resultado de disfrutar a Cristo como es debido. Es mediante este disfrute y ejercicio que somos juntamente edificados como iglesia. Y es así que Cristo edifica Su iglesia consigo mismo por medio del reino.

Mateo 5:3 dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”, y Mateo 5:10 dice: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. Si somos pobres en espíritu y padecemos persecución por causa de la justicia, el reino será nuestro y estaremos en él hoy. Pero ¿en qué aspecto del reino estaremos, en el aspecto de la recompensa o en el aspecto del ejercicio? Estaremos en el aspecto del ejercicio del reino. Mateo 5:20 dice: “Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”; y Mateo 7:21 dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos”. Estos dos versículos se refieren a entrar en el reino de los cielos en el futuro. Por un lado, el reino es nuestro y ya estamos en él; pero por otro, el reino está por venir y un día entraremos en él. Con respecto al ejercicio del reino, ya estamos en el reino hoy. Pero con respecto a la recompensa del reino, entraremos en el reino en el futuro.

LA VOLUNTAD DE DIOS

Después de decir que sólo aquellos que hagan la voluntad del Padre entrarán en el reino de los cielos, el Señor dijo: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchas obras poderosas? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de Mí, hacedores de iniquidad” (Mt. 7:22-23). Aquí el Señor pareciera decir: “Apartaos de Mí, vosotros inicuos. Todo lo que hicisteis fue iniquidad. Vosotros no estuvisteis haciendo la voluntad de Dios, ni tuviste hambre de Mí”. Esto nos muestra que lo que cuenta no es lo que hagamos, o sea, nuestra labor, sino que disfrutemos a Cristo. Ésta es la voluntad de Dios. La voluntad de Dios es que nosotros disfrutemos a Cristo y seamos edificados, a fin de que la iglesia pueda existir en la tierra.

UNA ADVERTENCIA Y UN INCENTIVO

Hemos visto que, por un lado, en el presente estamos ejercitándonos en el reino y que, por otro, en el futuro recibiremos la recompensa del reino. Este hecho debe servirnos de advertencia y también de incentivo. Debe obligarnos, atraernos y motivarnos a buscar de Cristo. Sin embargo, es posible que aún no tengamos suficiente apetito. Tal vez todavía no tengamos hambre de Cristo, ni tomemos con seriedad esta advertencia y este incentivo. En vez de ello, puede ser que seamos indiferentes o negligentes. Así que necesitamos decir: “Señor, ten misericordia de mí. Tengo hambre de Ti, y deseo ganar más y más de Ti. Deseo ganarte de modo que pueda llegar a la superresurrección de entre los muertos”. Esta resurrección de entre los muertos, de la cual Pablo habló en Filipenses 3, es la recompensa del reino. Espero que todos despertemos y comprendamos que esto no es un asunto insignificante.

En este mensaje han escuchado que hay una advertencia y incentivo. Si ustedes los aceptan o no, y si tendrán hambre de Cristo y lo busquen o no, es vuestra responsabilidad.


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