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Cristo maravilloso en el canon del Nuevo Testamento, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7796-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 24 Sección 3 de 3

EL CAMINO DEL REINO

¿Cuál es la manera de inaugurar el reino y establecer la iglesia? Es simplemente impartir en otros al Rey Jesús como la semilla del reino. Jesús es el Rey, y Él también es la semilla del reino. Cuando fuimos salvos, esta semilla de realeza fue sembrada en nuestro ser. Ninguno de los reyes de este mundo podría reinar sobre nuestra vida familiar, nuestra vida de hogar. El presidente de los Estados Unidos jamás entraría a nuestra cocina. Pero el Rey Jesús no sólo entra a nuestra cocina, sino también a todos los rincones de nuestra casa. A Él le interesa cada detalle por más pequeño que sea. Él es rey de una manera tan detallada. ¡Aleluya, Jesús es nuestro Rey! Y como nuestro Rey, Él es por un lado el Sembrador y por otro la semilla. El Rey vino como Sembrador para sembrarse a Sí mismo como semilla del reino en nuestro propio ser. Éste es el Rey y también el reino. El Rey, el reino y la semilla del reino son Jesús. ¿No es esto maravilloso?

SER POBRES EN ESPÍRITU

¿Cómo podemos recibir este reino en nosotros? La respuesta la encontramos en un versículo que los cristianos de hoy han pasado completamente por alto: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt. 5:3). La mayoría de los cristianos no sabe lo que significa ser pobres en espíritu; es por eso que el reino no es de ellos. El espíritu mencionado aquí en Mateo 5:3 no es el Espíritu Santo, sino nuestro espíritu humano. “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren” (Jn. 4:24). Si queremos tocarle, debemos ejercitar nuestro espíritu.

La mayoría de las personas están llenas de cosas sin valor. Están llenas de conceptos religiosos, conceptos humanos y conocimiento muerto de la Biblia. Éste era el caso con los fariseos y saduceos. Ellos estaban llenos de basura religiosa y no tenían ningún espacio en su espíritu para Jesús. ¿Qué significa ser pobres en espíritu? Significa que tenemos claro que la religión, la ciencia, la cultura, la filosofía y las doctrinas muertas de la Biblia no son más que basura, y que no debemos permitir que ninguna de esas cosas nos ocupe. Si queremos ser pobres en espíritu, debemos orar de esta manera: “Oh, Señor Jesús, todas las doctrinas no significan nada para mí. Independientemente de lo que he aprendido en los años pasados, todavía soy pobre; todavía sigo hambriento. Te necesito, Señor Jesús. Aparte de Ti no necesito nada más”. Cuando empecemos a orar de esta manera, algo en lo profundo de nuestro ser estará fluyendo, viviendo, operando, regando, alumbrando, fortaleciendo y reinando. Ése es Jesús como la semilla del reino. Una vez que lo invoquemos de esta manera, no volveremos a ser los mismos. Entonces comprenderemos que todas las cosas a las cuales nos aferramos en el pasado son basura. ¡La religión, las doctrinas, el conocimiento muerto de la Biblia, la filosofía y la ciencia no son más que desperdicios! Sólo Jesús tiene valor.

UN ASUNTO RELACIONADO CON LA JUSTICIA

Cuando Jesús vino a predicar acerca del reino, no predicó a los gentiles, sino a los que conocían las Escrituras. Ellos tenían el conocimiento bíblico, pero no tenían al Rey Jesús ni tenían el reino. Así que, Jesús vino para sembrarse como semilla del reino en la gente. El crecimiento de esta semilla llega a ser el reino. Este reino está absolutamente relacionado con la justicia. Jesús dijo que si nuestra justicia no superaba a la de los escribas y fariseos, no tendríamos nada que ver con el reino (Mt. 5:20). Pero, alabado sea el Señor, Jesús está creciendo en nuestro ser como nuestra justicia, así que estamos en el reino.

CUMPLIR LA VOLUNTAD DE DIOS

El reino también es lo que cumple a cabalidad la voluntad de Dios. No hay más rebelión, porque no hay discrepancia alguna entre la voluntad de Dios y Su reino. De hecho, el reino es simplemente la voluntad de Dios: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos” (7:21). Muchos cristianos han hecho cosas en el nombre del Señor, pero el Señor no las consideraría Suyas ni las aprobaría. “Entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de Mí, hacedores de iniquidad” (v. 23). A los ojos del Señor, incluso profetizar y echar fuera demonios en el nombre del Señor es iniquidad siempre y cuando no se haga conforme a la voluntad de Dios. El reino es absolutamente un asunto relacionado con la justicia, con la voluntad de Dios.

RECIBIR A JESÚS EN NUESTRO SER

¿Cómo podemos hacer la voluntad de Dios en el reino? No hay otra manera de hacerlo, salvo que recibir a Jesús en nuestro ser. No deberíamos tratar de hacer la voluntad de Dios por nuestra cuenta, pues no podemos sino fracasar. La manera de cumplir la voluntad de Dios es recibir en nuestro ser a Aquel que siempre obedece a Dios. Jesús es el reino de la obediencia. Sencillamente debemos ingerirle, comerle, como el pan de los hijos. Tal vez seamos perrillos gentiles, pero todos encontramos nuestra porción debajo de la mesa (15:22-28). Todos podemos comer al Rey Jesús y recibirle en nuestro ser. Todos los ingredientes reales se hallan en este pan. Cuanto más comamos a Jesús, más entrarán en nosotros los ingredientes reales. ¡Aleluya! Alabado sea el Señor por este elemento regidor interiormente. Éste es el reino misterioso que se menciona en el Evangelio de Mateo.

EL PUEBLO DEL REINO

Ahora podemos entender claramente por qué Jesús les dijo a los discípulos al final de este libro: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (28:18-19). Debemos hacer discípulos a las naciones y bautizarlos en el Dios Triuno. Cuando bautizamos a las personas en el Dios Triuno, las bautizamos en Cristo, en la semilla del reino y en el reino. ¡Aleluya! Cuando bautizamos a las personas, debemos ejercitar nuestra fe para introducirlas en el Rey y en el reino. Es por eso que todos aquellos que están en las iglesias conforman el pueblo del reino.


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