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Experiencia que tenemos de Cristo, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4619-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 23 Sección 3 de 4

PERDER EL DISFRUTE DE CRISTO

Nuestra necesidad hoy en día es muy similar a la de los filipenses. En el capítulo 1 Pablo les dijo a estos creyentes: “Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis peticiones orando con gozo por todos vosotros” (vs. 3-4). Yo me siento igual con respecto a todos los queridos santos que están en el recobro del Señor. Con toda sinceridad puedo decir que alabo al Señor por todos los santos. Sin embargo, en cierto modo me preocupa que ustedes no disfruten mucho a Cristo. Quizás cuando por primera vez vinieron a la iglesia en su localidad, lo disfrutaron en gran medida; pero con el paso del tiempo fueron perdiendo este disfrute. Esto se debe a que hay un problema con relación al alma, o las hermanas son controladas por su parte emotiva, o los hermanos son controlados por su mente. Además, todos tenemos problemas con nuestra obstinada voluntad. Siento la carga de que esta obstinada voluntad sea subyugada. Muchos santos que llevan mucho tiempo en el recobro son como niños que se comen la comida sin disfrutarla. Cuando vinieron a la vida de iglesia, todo era muy disfrutable, pero hoy muchos de ustedes ya no tienen el mismo disfrute. La razón por la cual muchos han perdido su disfrute de Cristo es que tienen problemas con relación a su alma. Los jóvenes quizás sean muy activos en la predicación del evangelio en las universidades; tal vez oren, alaben y griten “¡Aleluya!”; sin embargo, es posible que todo esto se convierta en el cumplimiento de un deber y no disfruten mucho a Cristo. Si disfrutan poco a Cristo, ello implica que no son uno en el alma. En sus pensamientos y en su parte emotiva ustedes difieren de los demás. La razón por la cual Evodia y Síntique no eran uno era que tenían un problema en el alma; ellas no pensaban lo mismo.

TENER EL MISMO PENSAMIENTO

Parece que fuese imposible que todos podamos pensar una misma cosa. Sin embargo, la Biblia nos lo manda. Las palabras que Pablo dijo en Filipenses acerca de ser de un mismo sentir no están describiendo un hecho histórico, es decir, él no nos estaba diciendo que los filipenses eran de un mismo sentir, sino que más bien, estas palabras eran un consejo. En nuestra humanidad es imposible seguir el consejo de Pablo; sin embargo, esto es posible mediante el Espíritu de Jesús. Si nosotros vivimos por el Espíritu de Jesús —no por nuestra alma— podremos tener un mismo pensamiento. Observen que Pablo no nos dice que alabemos u oremos acerca de una misma cosa. Alabar y orar son acciones relacionadas con el espíritu. Sin embargo, pensar es algo relacionado con nuestra alma. Como hemos visto, lo que nos impide disfrutar a Cristo no es nuestro espíritu sino nuestra alma; y el problema no radica principalmente en nuestra obstinada voluntad ni en nuestra desconcertante parte emotiva, sino en nuestra problemática mente. Sin embargo, nuestra mente es afectada por nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Si nuestra parte emotiva no está finamente calibrada y si nuestra voluntad no ha sido subyugada, no podremos pensar apropiadamente.

DISCIPLINAR EL ALMA A FIN DE DISFRUTAR A CRISTO

Por muchos años, hemos hablado acerca de la experiencia y el disfrute que tenemos de Cristo, pero no hemos visto de manera detallada cómo disfrutar a Cristo. Por lo tanto, he sentido la carga de dar varios mensajes sobre la manera en la cual podemos disfrutar a Cristo. A fin de disfrutarle, es preciso que disciplinemos cada una de las partes de nuestra alma, principalmente nuestra mente. Si nuestro modo de pensar es disciplinado, desarrollaremos un gusto apropiado por Cristo y le experimentaremos al mismo tiempo que le disfrutamos. Así, no sólo comeremos, sino que también disfrutaremos lo que comemos. Si disfrutamos la comida o no, depende de nuestro paladar. Con relación a Cristo, nuestro paladar se encuentra principalmente en nuestra alma. Es por ello que, con relación a la experiencia que tenemos de Cristo y el disfrute que tenemos de Cristo, debemos disciplinar las diferentes partes de nuestra alma.

COMPORTARNOS COMO ES DIGNO DEL EVANGELIO

La última parte de Filipenses 1 y la primera parte de Filipenses 2 de hecho pertenecen a la misma sección y no deben separarse. Entre 1:27 y 2:8 encontramos una línea de pensamiento. En 1:27 Pablo dice: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo”. Cuando leí este versículo hace muchos años, pensé que conducirse como es digno del evangelio significaba tener un comportamiento perfecto delante de aquellos a quienes les predicamos el evangelio. Pero eso no es lo que Pablo quiere decir aquí. El resto del versículo 27 dice: “Para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes junto con la fe del evangelio”. Pablo no habla aquí de amar a nuestras esposas o de someternos a nuestros maridos, ni de honrar a nuestros padres, ni de ser bondadosos o amables; más bien, él nos dice que estemos firmes en un mismo espíritu y que estemos unánimes. Si no estamos en un mismo espíritu y tampoco estamos unánimes, no nos comportaremos como es digno del evangelio. Sin importar cuántos seamos en una localidad o en la universidad, la impresión que todos deben llevarse cuando prediquemos el evangelio es que somos uno en el espíritu y en el alma. Ninguna otra cosa es más convincente que esto. Cuando todos los miembros de la iglesia estén en un mismo espíritu y sean unánimes en el alma, esta unidad convencerá, subyugará y atraerá a otros. Cuando tengamos esta clase de unidad tan subyugante y convincente, experimentaremos a Cristo y le disfrutaremos. Disfrutaremos a Cristo por estar en un mismo espíritu y por estar unidos en el alma. Así, al predicar el evangelio, expresaremos la unidad que tenemos en el espíritu y en el alma. Cuando prediquemos el evangelio de esta manera, disfrutaremos a Cristo; y cuanto más prediquemos el evangelio así, más disfrutaremos a Cristo. Entonces podremos decir: “No nos interesa cuántas almas sean salvas, ni cuántas personas traigamos al Señor. Lo que nos importa es que estamos disfrutando al Señor”. De este modo, rebosaremos de gozo y la predicación del evangelio será un banquete. Pero si mientras predicamos el evangelio no tenemos la sensación de que Cristo es nuestro banquete, algo anda mal. Significa que carecemos de la unidad en el espíritu y en el alma. Sin embargo, si estamos en un mismo espíritu y somos unánimes, el número de personas salvas por medio de nuestra predicación del evangelio vendrá a ser algo secundario. De hecho, lo más importante será que durante nuestra predicación, comeremos a Cristo como nuestro banquete y le disfrutaremos. No sólo lo experimentaremos sino que también lo disfrutaremos.

El versículo 29 dice: “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en Él, sino también que padezcáis por Él”. Aunque en este versículo Pablo habla acerca de sufrir, en realidad sufrir por Cristo equivale a disfrutarle. Cuando en nuestra predicación del evangelio sufrimos por causa de Cristo, le disfrutamos.


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