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Estudio más profundo en cuanto a la impartición divina, Unpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7461-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 13 de 15 Sección 4 de 4

LA MAYORDOMÍA DEL APÓSTOL
PERFECCIONA A LOS SANTOS PARA LA OBRA
DEL MINISTERIO NEOTESTAMENTARIO

Además, en Efesios 4 Pablo nos dice que Dios tiene una economía. Esta economía tiene por finalidad que las riquezas de Cristo sean impartidas en Sus escogidos, quienes han creído en Él. Para que esta economía se lleve a cabo y se cumpla, se requiere un grupo de personas como los apóstoles. Pero no piensen que en la economía de Dios la mayordomía solamente ha sido confiada a los apóstoles y profetas y que solamente ellos llevarán a cabo la obra. La mayordomía de los apóstoles tiene como meta el perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio neotestamentario, que consiste en la edificación del Cuerpo de Cristo. Si entre nosotros hay algunos que han recibido esta gracia de tener la mayordomía de los apóstoles, deben recordar que no están aquí para hacerlo todo ellos mismos. Tales hermanos deben aprender del apóstol Pablo. Pablo dice que la Cabeza dio dones al Cuerpo, como los apóstoles, profetas, evangelistas y pastores y maestros, y que estas personas cumplen el propósito de perfeccionar a los santos, es decir, impartirles a Cristo, a fin de perfeccionarlos al grado en que ellos puedan hacer la obra del ministerio neotestamentario, que consiste en edificar directamente el Cuerpo de Cristo.

Supongamos que hay trescientos cincuenta santos reunidos aquí, y que tenemos los servicios de la iglesia. Me preocupa que lo único que ustedes entiendan acerca del servicio de la iglesia sea que simplemente consiste en limpiar los pisos, lavar las ventanas, servir de ujieres, etc. Permítanme preguntarles: ¿podemos considerar estas cosas los servicios de la iglesia? Es difícil responder esta pregunta. Quisiera junto con ustedes examinar si en estos asuntos prácticos ustedes suministran a Cristo a los demás. En principio, sólo una cosa cuenta en el servicio de la iglesia, a saber, suministrar a Cristo a otros. Predicar el evangelio y traer a las personas a la salvación definitivamente equivale a distribuir, suministrar, a Cristo a los demás. Esto sin duda es un servicio de la iglesia. Después que las personas son salvas, ellas llegan a ser nuevos creyentes, corderitos. Así que tenemos que alimentar los corderos. Alimentar los corderos después de predicarles el evangelio, también equivale a suministrar a Cristo a los demás. Después de esto, debemos continuar guiándolos. No sólo tenemos que alimentarlos por dos o tres meses, sino que quizás tengamos que dedicar de uno a dos años para cuidar de ellos. No sólo debemos cuidar de ellos a solas, sino que también debemos traerlos a las reuniones. Esto también equivale a suministrarles a Cristo. En 1 Corintios 14 también se nos enseña que cuando toda la iglesia se reúne, todos deben tener algo que presentar a los demás. Esto no es lo que el cristianismo llama “un servicio de adoración”, sino una reunión en la que todos tienen algo que presentar. Pablo dice que todos podemos profetizar, esto es, que uno por uno todos podemos hablar por Dios, proclamar a Dios e impartir a Dios en otros por medio de nuestro hablar. Por consiguiente, cada vez que nos reunamos como iglesia, todos tenemos que aprender a hablar por el Señor. Lo que vemos hoy en el cristianismo en los servicios dominicales por la mañana es una práctica totalmente contraria a las Escrituras. La Biblia nos dice que cuando toda la iglesia se reúne, todos deben tener algo que presentar. En otras palabras, todos deben tener algo que decir. Hacer mandados y encargarse de asuntos prácticos no es servicio. En la tipología, ése no era el trabajo de los sacerdotes, sino de los levitas, quienes se encargaban de los oficios varios. La labor del sacerdote consiste en ofrecer sacrificios, en encender las lámparas y en quemar el incienso. ¿Hay algún sacerdote que no ofrezca sacrificios? Si alguien no ofrece sacrificios, entonces no es un sacerdote. Hoy en día en el servicio de la iglesia, debemos poder distribuir a Cristo a otros. En la reunión lo único que ustedes tienen que hacer es decir de manera apropiada: “Cristo es mi vida. Él vive dentro de mí una vida que pone fin al mal genio. Yo jamás puedo controlar el mal genio por mí mismo. Aun si pudiera, ello no contaría a los ojos de Dios. Lo que Dios desea es que Cristo se exprese en mi vivir”. Si usted dice esas pocas palabras, estará ministrando a Cristo. Pero hoy estamos bajo la influencia de nuestra formación y nuestro entorno. Así que, hemos tenido el concepto equivocado de que los domingos o tenemos que dar un largo mensaje o no decir nada. Al final, cuanto menos hablen algunos, más incapaces serán de hablar. Debemos crear una atmósfera entre nosotros que motive a todos a hablar. Si usted no puede hablar mucho, hable poco. Si no puede decir tres frases, diga una sola frase. Digo esto para que entiendan claramente que el servicio de la iglesia consiste en ministrar a Cristo a los demás. Es por eso que al comienzo del capítulo 3 Pablo dijo que había recibido una gracia especial; Dios le dio a él la mayordomía de la gracia a fin de que ministrara e impartiera a otros la gracia de Dios. En el capítulo 4 él continuó describiendo lo que la Cabeza ha dado a la iglesia: los apóstoles, los profetas, los evangelistas y los pastores y maestros. Todas estas personas han sido dadas para el perfeccionamiento de los santos, a fin de que todos los santos participen en la edificación del Cuerpo de Cristo, la misma obra que les fue confiada a los apóstoles. De ese modo, ¿no significa eso que cada uno de los santos, después de ser perfeccionado, llega a ser un apóstol? ¿Creen ustedes que todos en la iglesia pueden ministrar a Cristo, y que cada hermana entre ustedes puede más o menos ministrar a Cristo e impartirlo a los demás? La respuesta es, definitivamente, sí. Por consiguiente, todos podemos edificar el Cuerpo de Cristo. Todos los que edifican el Cuerpo de Cristo son apóstoles, profetas, evangelistas o pastores y maestros. De esta manera, todos llegamos a ser esta clase de personas. Todos llegaremos a ser apóstoles, profetas, evangelistas y pastores y maestros.

La impartición de Dios tiene por finalidad que se cumpla el plan eterno de Dios, que es la edificación de la iglesia como Su Cuerpo y Su morada en la tierra. Esto tiene que ver completamente con la impartición divina. Esta impartición según Su economía se halla en tres niveles. En primer lugar, Dios en Su economía realiza la impartición Él mismo al producir a los apóstoles, a los profetas, a los evangelistas y a los pastores y maestros. En segundo lugar, estas personas dotadas cumplen su ministerio al perfeccionar a otros santos. En tercer lugar, los santos perfeccionados realizan la obra de los apóstoles y profetas, esto es, la obra del ministerio neotestamentario, que consiste en edificar el Cuerpo de Cristo. De esta manera, la impartición de Dios podrá alcanzar su meta máxima y final, que es la edificación del Cuerpo de Cristo.

(Mensaje dado por el hermano Witness Lee en Petaling Jaya, Malasia el 4 de noviembre de 1990).


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