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Levantarnos para predicar el evangeliopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8726-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 7 Sección 5 de 8

PERSEVERAR EN
LA PRÁCTICA DE LA NUEVA MANERA

Ésta es nuestra manera de llevar adelante a las personas. Si no podemos lograr esto en un año, lo haremos en dos años. No esté apurado. Más bien, persevere en tres asuntos: visitar al llamar a las puertas, tener reuniones de hogar y enseñar la verdad. No establezca un límite de tiempo diciendo que usted cuidará de un nuevo creyente por tres meses solamente; luego si él no progresa en tres meses, usted lo abandonará. Con respecto a nutrir y enseñar a los nuevos, no hay necesidad alguna de llevar la cuenta del tiempo. Independientemente de cuánto tiempo tome, seguiremos conduciendo a un nuevo creyente a profundizar en la verdad. Hacer esto incluso hasta que el Señor regrese vale la pena. Algunas personas son peculiares y complicadas. Si usted le dice a tal persona que vaya hacia el este, insistirá en ir al oeste; si usted le pide que vaya rápido, irá lentamente a propósito. Tal parece que quizás no cambie aun cuando el Señor regrese. No obstante, de todos modos usted tiene que esperar pacientemente y seguir manteniendo su comunión con él. Esto es cierto no sólo con respecto a los nuevos creyentes, sino también con los creyentes que no desean entrar en la vida de iglesia. Si estamos dispuestos a ser fieles en este camino, el Señor seguramente nos recompensará cuando regrese. Él nos dirá: “Anteriormente este hijo Mío no estaba siendo edificado en la verdad, pero por causa de tu fidelidad, él ha sido edificado”.

Cuando ponemos en práctica esta manera de proceder, también quebrantamos tres asuntos. Primero, quebrantamos el concepto que muchos cristianos tienen, de que las personas en el recobro del Señor son reservadas y recluidas. En el pasado muchos han dicho que robamos a sus ovejas. Más bien, salimos para ganar nuevos creyentes, nutrirlos, cuidar de ellos y edificarlos. En este caso quienes nos critican serán acallados y no podrán decir nada más. Segundo, quebrantamos la “naturaleza restrictiva” del recobro del Señor y manifestamos la inclusividad de la iglesia. Si los nuevos vienen a las reuniones o no es asunto de ellos. Aún los incluimos y semana tras semana seguimos visitándolos y teniendo comunión con ellos, enseñándoles la verdad. Aunque ellos no vienen, si nosotros somos fieles en enseñar, un día sus hijos vendrán. En el pasado hemos tenido esta clase de testimonio en el cual los hijos les han dicho a sus padres: “Papá y mamá, lo sentimos, pero vamos a reunirnos con esos hermanos y hermanas que nos enseñan la verdad”. Tercero, quebrantamos la limitación de nuestra predicación del evangelio al tomar toda la familia de los nuevos como una unidad y al vincularnos a todos sus parientes. Hace cuarenta años, mientras yo servía en Chifú, el servicio de la iglesia creció a tal grado que hasta los incrédulos decían que para creer en Jesús tenían que venir a donde estábamos.

En el Entrenamiento de Tiempo Completo en Taipéi, actualmente hay sobre setecientos santos de varios países. Cada día ellos salen a llamar a las puertas en la mañana, en la tarde y en la noche, bautizando al menos a una persona por semana. Si estos setecientos ganan setecientos hogares por semana, habrá dos mil ochocientos hogares en un mes, y once mil doscientos hogares en cuatro meses. Con estas familias como unidades y como conexiones a todos sus parientes, no es posible saber cuán grande será el aumento. No sólo será difundido el evangelio, sino que también la verdad podrá ser predicada y propagada continuamente. Que todos nosotros tengamos tal visión a largo plazo para entender la importancia de esta clase de práctica. Por ende, necesitamos utilizar las Lecciones de la verdad agresivamente y pasar tiempo para traer personas a la vida de iglesia o para nutrirlos y edificarlos en sus hogares continuamente. Creemos que esta labor no será desperdiciada, sino que será de gran valor delante del Señor.

CÓMO ENSEÑAR
LAS LECCIONES DE LA VERDAD

La nueva manera no es otra cosa que perseverar en estos tres asuntos: visitar personas al llamar a las puertas, levantar o establecer reuniones en los hogares de los nuevos y enseñar la verdad. Si el nuevo creyente está dispuesto a venir a la iglesia, le proveeremos más cuidado, pero si no está dispuesto, siempre y cuando no nos rechace, seguiremos cuidando de él de manera oportuna. La enseñanza de la verdad debería llevarse a cabo consecutiva y gradualmente. No puede lograrse una vez para siempre. Es mejor comenzar guiando al nuevo a leer los folletos, que son más fáciles de digerir. Después de un periodo de tiempo, cuando su apetito haya sido estimulado, podemos llevarlo a entrar en las Lecciones de la verdad.

Enseñar las Lecciones de la verdad no es un asunto fácil. Cuando algunos santos escuchan: “Lecciones de la verdad”, lo que entienden inmediatamente es “enseñar”. Realmente, no hay necesidad alguna de que usted enseñe, pues cada lección es un mensaje, y cada mensaje también es muy rico. Lo que debemos hacer es ayudar a los nuevos creyentes a leer las lecciones. Esto no quiere decir que no hay necesidad alguna de venir a las reuniones, que uno sencillamente puede comprar el libro y leerlo en su casa. Al hacer esto, el aprecio o gusto apropiado no será desarrollado. Además, no deberían reunirse y meramente hacer que cada uno lea un párrafo, es decir, una persona lee un párrafo y luego otra persona lee otro párrafo. Esto equivale a leer de forma muerta, y cuanto más lea, más muerto usted pasará a ser. Por ende, la manera en que debemos leer no es sencilla.

Cuando leemos las Lecciones de la verdad lo más importante es leer los bosquejos. No deberían leer al meramente turnarse, sino de forma viviente, usando su espíritu. A veces cuando llegan a un punto importante y usted tiene alguna experiencia, puede dar un breve testimonio de tres o cinco frases. Cuando tenga un himno apropiado, puede elegir cantar una estrofa. Lo más necesario es ejercitar su espíritu. Inicialmente, podría ser difícil y quizás no tenga mucho éxito. Sin embargo, si usted sigue practicando, mejorará.

Lo mejor es tener treinta o cincuenta personas en una clase que abarca las Lecciones de la verdad. No es necesario que cada iglesia practique esto de la misma forma. Si tan solo unas pocas iglesias están dispuestas a intentarlo, una buena práctica evolucionará con base en eso, y otras iglesias aprenderán. Luego, después de unas cuantas semanas, todos podrán hacerlo. Los seres humanos son muy inteligentes; todo lo que ven, lo aprenden. Quizás algunos no participen, sino que sencillamente observen. Si ellos reciben un suministro en las reuniones, a la postre tomarán la iniciativa para participar. En el proceso de enseñanza, no es necesario que alguien tome la delantera para enseñar. Más bien, los santos deberían leer juntos de forma viviente, usando su espíritu. Esto le da al Espíritu la verdadera oportunidad de enseñarnos. Los santos con más experiencia tienen que estar alertas para tomar la delantera de enfatizar los puntos principales en la lectura. Los santos que sean conmovidos pueden dar un testimonio o hacer notar un himno. Al final quizás usted sea inspirado para dar un testimonio a manera de conclusión. No existe una manera establecida de proceder, sólo que no extiendan demasiado el cantar o los testimonios, pues las personas no podrán tolerarlo. A algunos santos les encanta hablar incesantemente. Cuando esta situación surja, un hermano o una hermana debería detenerlos de inmediato. Es mejor que quien los detenga no sea el hermano que lleva la delantera, pues el que habla podría ofenderse. Esto es una lectura bíblica orgánica, completamente orgánica, sin que nadie se comporte de forma dictatorial ni asuma el control. Con respecto a las reuniones de hogar, de tres a cinco personas podrían formar un grupo, siendo asimismo orgánicos vivientes y flexibles.


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