Iglesia: la réplica del Espíritu, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1976-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Basándonos en la economía de Dios, podemos ver cuán coherente es la Biblia. Si no hemos visto el significado que tiene la economía de Dios, no seremos capaces de comprender el verdadero significado de la Biblia considerada en su conjunto. De ser así, la podemos leer una y otra vez, y aún así no percatarnos de cuál es el pensamiento central de la Biblia. Cuando el Señor abre nuestros ojos de manera que podemos ver la economía de Dios, ésta se convierte de inmediato en una llave que nos permite abrir toda la Biblia. Sin tener esta llave, difícilmente entenderíamos la Palabra santa. Así pues, para ganar acceso a todo lo que la Biblia encierra, necesitamos de esta llave segura.
En el pasado obtuvimos cierto conocimiento en cuanto al candelero del tabernáculo, pero el Señor, en Su misericordia, nos ha mostrado algo más. Ahora podemos ver que en el libro de Exodo el candelero fue “sembrado” como una semilla, y que podemos observar su crecimiento en Zacarías, hasta que finalmente, en el último libro de la Biblia, en Apocalipsis, podemos apreciar la “cosecha” de esta verdad concerniente al candelero. Difícilmente encontraremos algún elemento nuevo en el libro de Apocalipsis. La mayor parte de lo que se halla en Apocalipsis, ya fue sembrada en el Antiguo Testamento. Hace muchos años recibí la visión del candelero en Exodo y de los siete candeleros en Apocalipsis. Sin embargo, durante mucho tiempo no logré ver que los candeleros mencionados en Apocalipsis constituyen la cosecha del candelero que, como una semilla, había sido “sembrado” en Exodo. No fue sino hasta 1975 que pude percibir la relación que existe entre estas tres clases de candeleros; a saber: el candelero que es necesario para la obra de edificación que Dios realiza tanto del tabernáculo como del templo; el candelero requerido para la obra de reedificación del templo de Dios, y los candeleros necesarios para la edificación de la iglesia.
En primer lugar, vi que el libro de Zacarías nos presenta el candelero principalmente para darnos a entender lo necesario que es el Espíritu para la obra de edificación que Dios realiza, en especial para Su obra de reedificación. En cierto sentido, la edificación de la iglesia hoy en día en el recobro del Señor es una especie de obra de reedificación; el recobro se ha hecho necesario debido a que hay ciertas cosas que se perdieron a lo largo de la historia de la iglesia y que ahora es necesario recuperar. Cuando me di cuenta de que el candelero en Zacarías nos da a entender lo necesario que es el Espíritu para la obra de reedificación del templo en la cual el Señor está empeñado; volví a examinar el candelero mencionado en Exodo y procedí a considerar los candeleros que figuran en Apocalipsis. Fue entonces que pude comprender que el candelero de Exodo, el cual representa a Cristo, llega a ser el candelero que se menciona en Zacarías, el cual representa al Espíritu. Finalmente, los candeleros de Apocalipsis constituyen la réplica, la reproducción, de este Cristo-Espíritu.
Hace algunos años descubrí que el candelero de Exodo 25 tipifica a Cristo y que es Cristo quien sostiene las lámparas que resplandecen en virtud del aceite. Además llegué a comprender que este aceite simboliza al Espíritu (Is. 61:1; He. 1:9). Como candelero, Cristo tiene el aceite, lo cual significa que El tiene el Espíritu. Más adelante comprendí que este Cristo, quien era el candelero, con el tiempo, llegó a ser Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Por una parte, Exodo 25 nos muestra que el candelero representa a Cristo, quien es la corporificación de Dios. Y por otra, Zacarías 4 nos muestra que el candelero representa al Espíritu vivificante, quien es la realidad de Cristo. Dios está corporificado en Cristo, y Cristo es hecho real para nosotros como Espíritu. Así que tanto este Cristo, quien es la corporificación de Dios, como este Espíritu, quien es la realidad de Cristo, se hallan representados por el candelero. Finalmente, y como obra consumada, en la Biblia vemos producidas las iglesias, y cada una de ellas es un candelero.
Es necesario que contemplemos este cuadro. Si examinamos este cuadro, podremos comprender que toda iglesia local es una réplica del Espíritu, el cual es la realidad de Cristo, quien es la corporificación de Dios. Dios está corporificado en Cristo, Cristo es hecho real para nosotros como Espíritu; y el Espíritu hace de las iglesias Su propia réplica. Por tanto, la iglesia es la réplica del Espíritu, el cual es la realidad de Cristo, quien es la corporificación de Dios.
Esta visión se convierte en nuestra experiencia concreta mediante la regeneración y la transformación. Es necesario que comprendamos claramente el verdadero significado de la regeneración. La regeneración es la manera en que los seres humanos son engendrados por Dios, es decir, son nacidos de la vida divina y con la naturaleza divina (Jn.1:12-13; 1 Jn. 5:11-12; 2 P. 1:4). Así, los hijos del hombre llegan a ser los hijos de Dios. Los que hemos nacido de Dios podemos declarar: “¡Por una parte, soy hijo de hombre, y por otra, soy hijo de Dios!” Hemos nacido de Dios con Su vida y Su naturaleza. La vida divina con la naturaleza divina es el elemento fundamental en virtud del cual nosotros llegamos a ser la iglesia. Si no poseyéramos la vida y naturaleza divinas, jamás podríamos ser la iglesia. La vida divina, en virtud de la cual hemos nacido de nuevo, es nada menos que Dios mismo en Cristo como nuestra vida (Jn. 1:4; 14:6). Cuando nacimos de nuevo, Dios entró en nosotros, de modo que ahora Dios en Cristo está dentro de nosotros como nuestra vida y nuestra naturaleza. Debido a que tenemos la vida y la naturaleza divinas, podemos ser la iglesia. Así pues, la iglesia es una entidad viviente, compuesta de la vida y naturaleza divinas.
Con respecto a nuestro cuerpo físico, no puede existir ningún elemento extraño. Si un elemento extraño se introduce en nuestro cuerpo, nos causa una enfermedad, pues nuestro cuerpo físico simplemente no acepta ninguna sustancia ajena a su propia vida y naturaleza. Asimismo, el Cuerpo de Cristo, la iglesia, rechaza toda sustancia que le resulte extraña. Cualquier cosa que no provenga de la vida y naturaleza divinas, es ajena al Cuerpo de Cristo, y el Cuerpo no la acepta. Esto implica que nuestro hombre natural no es beneficioso para el Cuerpo de Cristo. Nuestra voluntad natural, nuestras emociones naturales, nuestra mente natural y todo aquello que en nosotros pertenece al hombre natural no es de beneficio para la iglesia, y la iglesia como Cuerpo de Cristo lo rechaza. Nuestra mente natural, nuestra natural manera de pensar, nuestro amor natural, nuestros atributos naturales, y nuestra habilidad natural le resultan completamente inaceptables al Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo es una entidad viviente compuesta de la vida divina, la cual contiene la naturaleza divina.
Entre todo el mobiliario del tabernáculo, el candelero era excepcional. Casi todos los muebles vinculados al tabernáculo estaban hechos de madera, excepto el lavacro, que estaba hecho de bronce. El altar, la mesa de la proposición, el altar del incienso, y el arca, eran de madera de acacia cubiertos de bronce o de oro. Pero el candelero no tenía madera entre sus componentes; era una pieza sólida de oro. En cuanto al lavacro, si bien no tenía madera entre sus componentes, tampoco tenía oro, pues estaba hecho de bronce. El candelero era una sola pieza de oro puro, y la iglesia es la réplica de tal candelero. Por tanto, la madera tiene que ser eliminada. La madera tiene que mermar. Cuando en Apocalipsis la iglesia nos es presentada como el testimonio de Jesús, todas las iglesias son candeleros de oro puro porque cada iglesia local es la reproducción de Cristo, y ahora Cristo es el Espíritu vivificante.
Si el Señor abre nuestros ojos y logramos percibir esta visión de la iglesia, tal visión será mejor que mil mensajes acerca de la iglesia. Si usted realmente ha recibido esta visión, ya no podrá depender de su mente y argumentar con los hermanos de su localidad. Así también, si las hermanas realizan algo inmersas en sus emociones naturales, esta visión las aniquilará. Esta visión estará presente inclusive cuando nos sentemos a comer y, al resplandecer sobre nosotros, nos regulará. Es necesario que tal visión impere entre nosotros, una visión que aniquile, extermine y anule todo lo perteneciente a nuestro hombre natural. Así, cuando un hermano esté a punto de discutir con su esposa, esta visión lo detendrá. Cuando esté a punto de justificarse, quizás el Señor le diga: “¿Qué es eso? ¡es algo natural! ” Si esta visión resplandece con todo su esplendor en nuestro interior, el Señor podrá hablarnos en medio de nuestras actividades cotidianas a fin de aniquilar nuestro hombre natural. El podrá decir: “¿Qué es eso? ¡es afecto natural! ¿Qué es eso? ¡es tu manera de pensar natural! ¿Qué es eso? ¡es tu hombre natural! ¿Qué es eso? ¡es natural, natural, natural!” Todo lo natural tiene que desaparecer. De lo contrario, no estamos realmente en la iglesia. Aunque usted fue puesto en la iglesia hace más de diecinueve siglos y medio, puede ser que hoy día, en la práctica, no esté en la iglesia. ¿Donde está usted? Tal vez esté en su vida natural. Debemos levantarnos para testificar que la iglesia es la réplica del Espíritu. Debemos testificar: “¡A partir de ahora mi hombre natural no tiene parte en la iglesia, ni es partícipe de la vida de iglesia; pues he visto que la iglesia es la réplica del Espíritu!” Como candelero, la iglesia es pura y sin mezcla. La iglesia es la corporificación de Cristo y la réplica del Espíritu.
No existe comparación alguna entre la iglesia y las denominaciones. La iglesia es edificada con oro, perlas y piedras preciosas (Ap. 21:18-21). La iglesia no tiene nada que ver con materiales como la madera, el heno y la hojarasca, los cuales son producidos por nosotros al estar en nuestro hombre natural y en la carne (1 Co. 3:12). Al respecto, es necesario recibir una advertencia. No debemos ofender a la iglesia al comportarnos y conducirnos en nuestra vida natural. Si estamos en la iglesia y a pesar de ello seguimos comportándonos, actuando y moviéndonos por nuestro ser natural, en nuestra vida natural, esto constituirá una ofensa para la vida de iglesia. En la vida de iglesia, los “buenos modales” son nuestro espíritu regenerado, en el cual Dios mora (Jn. 3:6; Ro. 8:16; 2 Ti. 4:22). En nuestro espíritu existe la réplica del Espíritu divino, la cual es la iglesia en su manifestación concreta. ¡Oh, que el Señor abra nuestros ojos para que podamos ver qué es la iglesia!
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.