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Estudio más profundo en cuanto a la impartición divina, Unpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7461-3
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LA IMPARTICIÓN DIVINA DEL ESPÍRITU
COMO ESENCIA DEL CUERPO DE CRISTO

En Mateo 28:19 el Señor Jesús comisionó a los discípulos para que fueran e hicieran discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. En este versículo el Padre se menciona primero, luego el Hijo y finalmente el Espíritu. Pero en Efesios 4:4-6 el orden es revertido: el Espíritu se menciona primero, luego el Hijo y por último el Padre. Al comienzo, cuando bautizamos a las personas en el Dios Triuno, el Padre es primero, porque el Padre es la fuente. Por medio del bautismo, las personas entran en el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo no comienza con el Padre, sino con el Espíritu. Cuando somos bautizados, entramos en el Padre, el Hijo y el Espíritu. Ahora en el Cuerpo de Cristo, estamos experimentando al Espíritu, al Hijo y al Padre. En el primer caso, el orden va de arriba abajo hasta el resultado obtenido; en el segundo caso, el orden va de abajo hacia arriba, hasta llegar a la fuente. Hoy en día, la iglesia como Cuerpo de Cristo está en el Espíritu Santo. Si no estamos en el Espíritu Santo, la iglesia no existe. La iglesia está en el Espíritu Santo. Es solamente cuando estamos en el Espíritu Santo que podemos ser liberados de la carne, y es sólo entonces que podemos tener la iglesia.

Efesios 4:4 dice: “Un Cuerpo, y un Espíritu”. Este Espíritu es la esencia del Cuerpo de Cristo. La esencia denota algo más intrínseco que el elemento. El Espíritu no es el elemento del Cuerpo, sino la esencia del mismo. Si no tenemos al Espíritu en nuestro interior, entonces no somos la iglesia. Somos la iglesia porque tenemos al Espíritu en nuestro interior. La suma total del Espíritu que está en usted, en mí y en todos los creyentes es la iglesia.

La impartición divina del Espíritu, quien es la esencia del Cuerpo de Cristo, produce una esperanza gloriosa en todos los miembros del Cuerpo de Cristo, y esta esperanza es que nuestros cuerpos serán redimidos, es decir, glorificados (Ro. 8:23-25). Todo nuestro ser entrará en la gloria divina. Hasta el día de hoy nuestros cuerpos aún no han entrado en la gloria. Pero tenemos la esperanza de que un día, cuando el Señor venga, nuestro cuerpo, que pertenece a la vieja creación, sea introducido en la gloria de la nueva creación. En otras palabras, el Espíritu en nosotros está constantemente sellándonos, nutriéndonos y saturándonos. Cuando nos haya saturado por completo, seremos glorificados. En aquel tiempo nuestra esperanza vendrá a ser realidad. Nuestro cuerpo ya no será un cuerpo de carne, sino que será un cuerpo espiritual que está empapado del Espíritu.

LA IMPARTICIÓN DIVINA DEL SEÑOR
COMO ELEMENTO DE SU CUERPO

Efesios 4:5 dice: “Un Señor, una fe, un bautismo”. Esto revela que la impartición divina del Señor, quien es el elemento de Su Cuerpo, hace que todos Sus miembros experimenten una unión de vida con Él en Su elemento divino por medio de la fe, y experimenten un traslado que los saque de Adán y del mundo adámico por medio del bautismo.

El Señor Jesús es el elemento que nos constituye el Cuerpo de Cristo. Este proceso se lleva a cabo primeramente por medio de la fe. En otro tiempo no teníamos nada que ver con Cristo; pero un día escuchamos el evangelio, y la fe fue producida en nosotros. Por medio de esta fe creímos en el Señor y entramos en una unión de vida con Él. Esta fe hizo que nos uniéramos al Señor y a Su Cuerpo, la iglesia. Además, antes que creyéramos en el Señor, estábamos en Adán. Por medio de la fe, fuimos trasladados de Adán a Cristo, pero nuestra relación con Adán aún no fue cortada radicalmente. Por esta razón, necesitábamos del bautismo. La fe nos lleva a experimentar una unión de vida con el Señor, mientras que el bautismo pone fin a nuestra relación con Adán.

Por medio de una fe y un bautismo, hemos sido unidos a Cristo y a Su Cuerpo, la iglesia. De esta manera, Cristo llega a ser nuestra vida, y la iglesia llega a ser nuestro vivir. Antes que creyéramos en el Señor, estábamos en el mundo. Pero por medio de la fe, y por medio del bautismo, nos unimos a Cristo y a Su Cuerpo. Esto puso fin a nuestra relación con Adán, y nos separó del mundo. Después que somos unidos al Cuerpo, la vida de iglesia llega a ser nuestro “mundo”. Si no hemos sido liberados de Adán, no podremos ser libres del mundo. Adán es la cabeza del mundo, así como Cristo es la Cabeza de la iglesia. No obstante, ahora hemos creído y hemos sido bautizados en Cristo, y hemos entrado en la vida de iglesia porque la iglesia es el Cuerpo de Cristo. Al mismo tiempo, hemos sido separados de Adán y del mundo de Adán.

Por lo tanto, Cristo es el elemento de la iglesia. Con Él tenemos la fe y el bautismo. Por medio de la fe, nos unimos a Él y a Su Cuerpo, y hoy Su Cuerpo ha llegado a ser nuestro mundo espiritual. Por medio del bautismo somos trasladados de Adán y separados de Adán y de su mundo. Ahora la iglesia está en Cristo, está en unión con Él y con Su elemento, y está siendo trasladada para salir de Adán y de su mundo.


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