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Espíritu y el cuerpo, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4516-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 21 Sección 2 de 4

NECESITAMOS CONOCER EL ESPÍRITU DE FILIACIÓN

Únicamente podemos llegar a ser un hijo de Dios al recibir al Espíritu de filiación. Este Espíritu de filiación es el Espíritu de santidad y el Espíritu de vida. Si no sabemos qué es el Espíritu de santidad ni qué es el Espíritu de vida, entonces no sabremos qué es el Espíritu de filiación. Aunque usted sea un hijo de Dios, no sabrá el significado de esta filiación. ¿Puede usted explicar lo que es la filiación? Es posible que los cristianos hablen acerca del Cuerpo en Romanos 12 sin haber visto que los miembros del Cuerpo son los hijos de Dios. Nadie puede ser un miembro de Cristo, a menos que sea un hijo de Dios y, de la misma manera, nadie puede ser un miembro apropiado del Cuerpo de Cristo a menos que sepa lo que es la filiación. Además, para ser un miembro apropiado del Cuerpo de Cristo, debemos saber lo que significan el Espíritu de santidad y el Espíritu de vida.

EL ESPÍRITU DE SANTIDAD

Ahora veamos lo que es el Espíritu de santidad. La santidad denota la naturaleza de Dios, la cual es única. En griego, la palabra santidad significa “ser separado” o “diferente de todas las cosas comunes”. En otras palabras, ser santo es ser único, diferente y apartado de todo lo demás. Por lo tanto, ser santo significa ser igual a Dios mismo y ser diferente de cualquier otra persona, cosa o asunto. La naturaleza divina de Dios es única y diferente de todas las demás cosas. En todo el universo sólo existe una naturaleza que es diferente de todas las demás cosas, y ésa es la naturaleza de Dios. No es nada insignificante ser santo, pues ser santo es prácticamente lo mismo que ser divino. Ello significa ser separado o diferente de todo lo que no es Dios. La santidad denota esta condición. Ésta es una condición en la cual uno es distinto de todas las demás cosas. Únicamente Dios mismo se halla en esta condición.

Cuando Cristo vino como hombre, Él se vistió de la naturaleza humana; sin embargo, esta naturaleza humana no era santa, pues era exactamente igual a nuestra naturaleza. La única diferencia era que en nuestra naturaleza se hallaba el elemento del pecado, mientras que en Su naturaleza no había pecado. No tener pecado no es lo mismo que ser santo. Una mesa no es pecaminosa, pero ciertamente no es santa. La ausencia de pecado o la pureza no es santidad. La santidad se refiere a una condición o estado en el cual alguien o algo es diferente de cualquier cosa que no sea Dios. Cuando Cristo se vistió de carne, Él se vistió de algo que era común. Su carne no era pecaminosa, pero tampoco era santa. Más tarde, fue consagrada, separada para Dios en cuanto a posición (Lc. 2:22-23), pero en su naturaleza intrínseca Su humanidad seguía siendo común. Por lo tanto, la humanidad de la cual Cristo se vistió necesitaba ser hecha santa. Esto fue logrado mediante Su resurrección.

LA TRANSFIGURACIÓN DE CRISTO

La resurrección de Cristo fue una especie de transfiguración. Estoy seguro de que usted ha oído hablar acerca de la transfiguración de Cristo en el monte (Mt. 17:1-2). En el momento de la transfiguración, Él fue hecho santo. Antes de ese suceso, Él estaba en la carne, la cual es común. Su humanidad era común, igual a la de Pedro, Jacobo, Juan y de cualquier otro hombre. Como ya hemos señalado, la única característica de la humanidad de Cristo que lo hacía diferente era que no tenía pecado. Pero en lo que se refiere a la naturaleza de la carne y la sangre, era exactamente igual a nuestra humanidad. Sin embargo, cuando Cristo fue transfigurado en el monte, Él fue santificado, fue hecho santo. Él llegó a ser diferente de Pedro, Jacobo y Juan. Su transfiguración, de hecho, fue Su resurrección. Más tarde, cuando Él fue resucitado, fue plenamente transfigurado. En Su transfiguración Cristo fue designado, fue señalado, como Hijo de Dios. Cuando Jesús fue transfigurado, Su rostro resplandeció como el sol y llegó a ser distinto de todas las demás personas. Lo mismo sucedió en Su resurrección: Su cuerpo físico llegó a ser distinto, diferente, de todas las cosas que no son Dios. Esto era según el Espíritu de santidad. La transfiguración de Jesús fue algo interno, no externo. Fue según el Espíritu de santidad que estaba en Su interior. En el momento de Su transfiguración, el Espíritu de santidad empapó y saturó todo Su ser, haciéndolo distinto, diferente de todo lo que no es Dios.


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