Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7893-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El capítulo 14 es el momento decisivo del Evangelio de Juan. Al comienzo de este capítulo el Señor sorprendió a los discípulos al decirles que Él estaba a punto de dejarlos. Los discípulos se desilusionaron enormemente con la idea de perder al Señor. Luego, el Señor les dijo la verdad, el hecho, de que Su ida no sería una pérdida para ellos, sino una ganancia. El que Él se fuera no era Su partida, sino Su regreso; Su ida era Su venida. Hace aproximadamente dieciséis años, después que habíamos llegado a Taiwán por primera vez, todos nuestros hijos eran muy jóvenes. Un día traje una enorme sandía a la casa. Anteriormente, en la China continental no teníamos sandías durante el invierno, así que un melón en aquella época parecía ser un verdadero tesoro. Cuando coloqué la sandía sobre la mesa del comedor, los niños estaban muy emocionados, pero cuando me la llevé a la cocina, algunos de los más pequeños comenzaron a llorar. Les dije: “No estén tristes. El hecho de que me lleve el melón equivale a traerlo más cerca de ustedes”. Entonces llevé el melón a la cocina y lo corté en rebanadas. Cuando lo traje de regreso, todos los niños estaban alegres nuevamente. Les dije: “¿Ya ven? No me lo llevé a la cocina para quitárselo; fue para acercarlo más a ustedes”. Si no me lo hubiese llevado para cortarlo en rebanadas, habría sido muy difícil recibirlo. Sólo podríamos apreciarlo y admirarlo. Era necesario cortar la sandía a fin de que fuese transformada en algo que pudiésemos recibir. Esto es un ejemplo de lo que el Señor dijo en Juan 14.
Los versículos del 16 al 20 dicen: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. En el versículo 17 el Señor Jesús dijo que el Espíritu de realidad estaría con los discípulos y luego en el versículo 18 dijo: “Vengo a vosotros”. Mientras Él hablaba, Él ya venía. Su ida era Su venida. El día de Su venida sería el día de la resurrección (v. 20). Es como si el Señor dijera: “No es necesario que se preocupen. Ustedes deben estar contentos. Me voy, pero vengo. Además, Mi venida sirve para que Yo pueda entrar en ustedes. Ahora estoy en la carne; por esa razón, sólo puedo estar entre ustedes. Mientras esté en la carne, nunca podré estar en ustedes. Por lo tanto, necesito ser transfigurado de la carne al Espíritu. Necesito tener un cambio de forma. Por medio de la muerte y la resurrección, seré transfigurado, cambiaré de forma, de la carne al Espíritu”. Fue de esta manera, por medio de la muerte y la resurrección, que Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante.
El Señor, después de hablarles a Sus discípulos, se entregó para que lo pusieran en la cruz, donde fue crucificado para efectuar la redención. La obra de redención fue consumada (19:30), y Él fue puesto en la tumba para reposar allí. Luego, al tercer día Él resucitó de entre los muertos, y en el día de la resurrección regresó a los discípulos de una manera muy misteriosa. Esa noche estaban cerradas las puertas de la casa donde los discípulos estaban por temor a los judíos, pero de repente Cristo estaba entre ellos. A pesar de que nadie abrió la puerta, Él entró en la habitación y les dijo a Sus discípulos que tocaran Su cuerpo resucitado. Él regresó de manera misteriosa a fin de hacer una cosa, es decir, a fin de impartirse en Sus discípulos al soplar en ellos. Él sopló en los discípulos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”. En el griego la palabra traducida “Espíritu” es pnéuma, que también significa “aliento”. En aquel tiempo, Él era el Aliento Santo que Sus discípulos habían de respirar. Fue de este modo que Cristo entró en los discípulos. En el Evangelio de Juan, no hay registro alguno de la ascensión de Cristo a los cielos. A partir de ese momento, Él estaba en los discípulos continuamente como Espíritu, como Aliento Santo.
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