CAPÍTULO CINCO

PORCIONES EN EL NUEVO TESTAMENTO
QUE REVELAN LA TRINIDAD DIVINA
EN EL MOVER DIVINO
Y EN NUESTRA EXPERIENCIA

(2)

Lectura bíblica: Mt. 12:28; He. 9:14; Mt. 28:19; He. 2:3-4; Lc. 15:3-32; Ef. 2:18; Tit. 3:4-6; 1 Jn. 4:13-14; Gá. 4:4-6; Ro. 8:9; 1 Co. 12:4-6

En este capítulo queremos ver más porciones del Nuevo Testamento que revelan a la Trinidad Divina en el mover divino y en nuestra experiencia. Al considerar estas porciones del Nuevo Testamento podemos ver que en la Trinidad Divina hay muchas excelencias divinas, virtudes divinas y atributos divinos tales como unidad, humildad, belleza y armonía. En estas porciones de las Escrituras, necesitamos ver las bellezas, las excelencias, las virtudes y los atributos de la Deidad en la Trinidad Divina.

MATEO 12:28

En Mateo 12:28 el Señor dijo: “Pero si Yo [el Hijo] por el Espíritu de Dios [el Dios Triuno incluyendo al Padre] echo fuera los demonios, entonces ha llegado a vosotros el reino de Dios [el Dios Triuno]”. Mateo 12:28 aparentemente es una palabra simple, pero debemos considerar este versículo para ver su significado más profundo y su revelación. Debemos preguntarnos: “¿No hubiera podido el Señor Jesús echar fuera demonios por Sí mismo? ¿No hubiera podido el Señor haber dicho que Él echaba demonios por Él mismo para que Su propio reino llegara a las personas? ¿Qué de malo habría en esto?”. Si el Hijo hubiese hecho esto, Él habría actuado de manera individualista. En aquel entonces, Él se encontraba entre los fariseos, quienes eran orgullosos, egoístas e individualistas. Ellos no trabajaban con nadie más. Entre ellos no había humildad y estaban ocupados en la búsqueda de su propio provecho, su egoísmo. Sin embargo, aquí estaba Uno a quien ellos condenaban y que estaba frente a ellos y les decía que Él hacía las cosas de una manera distinta. La manera en que Él echaba fuera demonios mostraba que Él era una persona humilde y que no era individualista. Esta Persona no hacía las cosas por cuenta propia ni para sí mismo, sino que todo cuanto hacía, lo hacía por el Espíritu de Dios y para el reino de Dios. Él jamás hizo nada por Sí mismo ni para Sí mismo. ¿No es esto hermoso? Esto nos muestra la excelencia en la Trinidad Divina.

Ciertamente este es un buen modelo para nuestra coordinación. El Señor ha producido un Cuerpo constituido con muchos miembros, por tanto, todos estos miembros deben aprender de Él. Él estaba trabajando por el Espíritu de Dios para Dios el Padre. Él nunca hizo nada por Sí mismo ni para Él. ¿Acaso no es esto un modelo para nuestra coordinación en el Cuerpo? Debemos comportarnos como nuestra Cabeza. Él se comportó en una manera en que no hacía nada por Sí mismo ni para Sí mismo. Hoy, la vida de iglesia, el Cuerpo de Cristo, no ha sido edificada adecuadamente por la escasez de una coordinación apropiada. Si queremos coordinar con todos los miembros del Cuerpo, tenemos que aprender de Cristo nuestra Cabeza, tomándolo a Él como nuestro modelo. No debemos hacer nada por nosotros mismos ni para nosotros. Tal vez yo pueda hacer algo de acuerdo a la voluntad de Dios, pero lo que haga no puede ser hecho por mí mismo, sino que tiene que ser hecho por medio de otros. Más aún, lo que haga no puede ser para mí mismo, sino para los intereses, los derechos, de Dios sobre la tierra. Ésta es verdadera hermosura, y esta hermosura es una excelencia real, un atributo divino real, y una virtud excelente que necesitamos reproducir.

A menudo me preguntaba acerca de Mateo 12:28. Quería saber por qué el Señor no dijo que Él echaba demonios por Sí mismo para Su reino. Más bien, Él dijo que echaba demonios por otro y para otro. Su espíritu era tan humilde y abnegado. Él no hizo nada por Sí mismo ni para Sí mismo. En Él no había yo, ni elemento alguno de egoísmo. Esto es hermoso.

HEBREOS 9:14

Hebreos 9:14 también revela la Trinidad Divina en Su mover divino. En este versículo está la sangre de Cristo [el Hijo]. También está Cristo, el Hijo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios [Dios el Padre]. Finalmente, este versículo nos dice que la sangre de Cristo purifica nuestra conciencia de obras muertas para que sirvamos al Dios vivo [el Dios Triuno]. La sangre de Cristo es la sangre del Hijo. En 1 Juan 1:7 se hace referencia a la sangre de Jesús, el Hijo de Dios.

Cristo se ofreció a Sí mismo como un sacrificio para ser la realidad de todas las diferentes ofrendas ofrecidas a Dios en el Antiguo Testamento. Él es la realidad del holocausto, de la ofrenda de harina, de la ofrenda de paz, de la ofrenda por el pecado, de la ofrenda por la trasgresión, de la ofrenda mecida, de la ofrenda elevada, de la ofrenda voluntaria y Él es la realidad de la libación. Él es la suma total de la realidad de todas las ofrendas del Antiguo Testamento como la única ofrenda para Dios en el Nuevo Testamento.

Cristo se ofreció a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu eterno. En Mateo 12 el Señor echó fuera demonios por el Espíritu de Dios. Hebreos 9:14 nos dice que Él se ofreció a Sí mismo mediante el Espíritu eterno. Nuevamente, debemos preguntarnos ¿por qué el Señor al presentarse a Dios no lo hizo por Sí mismo? ¿Acaso no era apto para hacerlo? Él era apto para hacer esto y, de haber querido, podría haberlo hecho; pero no lo hizo así, sino que se ofreció a Sí mismo mediante un canal, a través de un medio, esto es mediante el Espíritu eterno.

Ahora tenemos que preguntarnos si el Espíritu mediante el cual el Señor se ofreció a Sí mismo era el Espíritu en Su aspecto esencial o en Su aspecto económico. Que el Espíritu eterno operase aquí en Su aspecto esencial o económico estará determinado por nuestra definición de lo que el Señor está haciendo. Cuando Él se ofreció a Sí mismo, ¿era esto la realización de una obra? Si ésta era una obra, ciertamente el Espíritu por el cual Cristo se ofreció a Sí mismo era el Espíritu en Su aspecto económico. Cristo realizó esta obra mediante el Espíritu eterno para la economía de Dios. El Espíritu en Su aspecto económico está relacionado con Su obra, no con Su ser. Por otro lado, el hecho de que al ofrecerse a Sí mismo Él era la ofrenda única es probable que haga alusión a Su ser. En relación con el Ser mismo de Dios, el Espíritu eterno es el Espíritu en Su aspecto esencial. Cuando el Señor echó fuera demonios, el Espíritu por el cual lo hizo era el Espíritu en Su aspecto económico; pues el Espíritu era el poder, el medio, por el cual el Señor Jesús echó fuera demonios.

En Hebreos 9:14 debemos ver que el Oferente es también la ofrenda. No podemos separar la ofrenda del Oferente. Ambos son uno. Él mismo como el Oferente se ofreció a Sí mismo como la ofrenda, no mediante Él mismo, sino mediante el Espíritu eterno. El Espíritu fue el canal mediante el cual Cristo llevó a cabo esta cosa tan excelente. Aquí, el Espíritu está relacionado tanto con lo que era como con lo que hacía; El acto de ofrecerse es una obra; pero el sacrificio mismo se relaciona con Su ser. El hecho de que el Espíritu es eterno significa que Él es perfecto, completo, sin falta alguna. El calificativo “eterno” implica todo. El Espíritu eterno en Hebreos 9:14 incluye tanto el aspecto esencial como el aspecto económico del Espíritu.

El Señor Jesús no actuó por Sí mismo incluso al llevar a cabo la redención cuando se ofreció a Sí mismo en la cruz. Sino que Él lo hizo mediante el Espíritu eterno, ofreciéndose a Sí mismo sin mancha a Dios el Padre. Además, Él no se ofreció nada para Sí mismo. Todo lo que ofreció fue para Dios y todo lo que era fue para Dios. El resultado de Su ofrenda fue que Su sangre purifica nuestras conciencias de obras muertas para que nosotros podamos servir al Dios vivo, al Dios Triuno. El Señor no hizo nada por medio de Sí mismo, nada por Sí mismo, ni nada para Sí mismo. Todo lo que Él hizo fue a Dios y para Dios.

Aquí vemos otra vez la humildad y lo desprendido que era el Hijo. Podemos ver también la armonía en la Trinidad Divina. El Hijo es el centro de la Trinidad Divina. No nos olvidemos que el centro de la Trinidad Divina se comportó de esa manera. Él no confió en Sí mismo, sino en Otro. Lo que Él hizo no fue para Sí mismo sino para el Padre, y lo que emanó de Él fue al Padre. En todo Él no actuaba ni vivía mediante Sí mismo, por Sí mismo ni para Sí mismo.

Éste es un buen modelo que nuestra Cabeza dejó establecido para Su Cuerpo, del cual todos somos miembros. Nosotros, por ser Sus miembros, debemos comportarnos, actuar y vivir de acuerdo a lo que Él hizo y lo que Él era. Cuando hagamos algo, debemos aprender a hacerlo no por nosotros mismos. Somos los que lo hacemos, pero no debemos ser el canal. Necesitamos que otra persona sea el canal por medio del cual hacemos las cosas. Más aún, no debemos ser los beneficiarios de lo que hacemos. Alguien más debe ser el beneficiario, el que recibe el beneficio de lo que hacemos y de lo que somos.

El mover de la Trinidad Divina tal como es visto en Hebreos 9:14 y en Mateo 12:28 es un ejemplo excelente y hermoso que debemos seguir. Él no actuó de forma individualista al salvarnos. Él no hizo nada en función de Sí mismo ni para Sí mismo, ni tampoco confió en Sí mismo. El relato del Nuevo Testamento nos muestra tales excelencias, hermosuras y virtudes de la Trinidad Divina. Hay tantas cosas hermosas en esta querida Persona. Él se humilló a Sí mismo para ser un hombre humilde, incluso un esclavo; y mientras estuvo en la tierra como un esclavo, Él actuó de tal manera que no ponía Su confianza en Sí mismo y no hacía nada mediante Sí mismo, para Sí mismo ni por Sí mismo. Finalmente, Dios el Padre lo exaltó hasta lo sumo.