Información del libro

Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 11 Sección 1 de 2

SER DE CORAZON PURO Y VER A DIOS

Según la secuencia de las bendiciones halladas en Mateo cinco, tener un corazón puro viene después de mostrarse misericordioso para con otros. Esto también corresponde a nuestra experiencia. Si usted no es justo para consigo mismo y misericordioso para con otros, le será difícil tener un corazón puro para con Dios. Uno debe ser estricto en relación consigo mismo y misericordioso en relación con otros para poder tener un corazón puro para con Dios. Esto no parece tener lógica. Pero nuestra experiencia comprueba que es cierto. Si usted no está bien en relación consigo mismo y no tiene misericordia de otros, nunca será puro en su relación con Dios. Creo que por lo menos algunos de los que están en las iglesias tienen la experiencia de la cual estoy hablando. A lo largo de los años aprendimos que debemos ser estrictos y no indulgentes para con nosotros mismos. Pero también aprendimos a ser misericordiosos para con otros, especialmente para con los que son más débiles. Como resultado, nuestro corazón es puro al buscar a Dios. Cuando somos justos para con nosotros mismos y misericordiosos para con otros, vemos a Dios. Pero cuando somos descuidados en nuestra persona y condenamos a otros, nuestros ojos están completamente ciegos, y no podemos ver a Dios. Si usted es indulgente consigo mismo, pero al mismo tiempo es exigente con otros, su corazón no es puro. Tener un corazón puro para con Dios sólo proviene de tratarnos estrictamente y de tratar a otros con misericordia.

Incluso en las iglesias, varios santos siempre son indulgentes consigo mismos, pero exigentes con otros. Por ejemplo, tal vez se excusen de dormir tarde por la mañana diciendo que anoche recibieron una llamada telefónica de larga distancia. Pero si oyen que cierto hermano no asistió a la vigilia matutina, dirán: “¿Por qué no vino? Como líder de la casa de los hermanos, él debe levantarse temprano en la mañana”. Los ojos de semejante persona están ciegos, lo cual indica que su corazón no es puro. Debemos ser estrictos para con nosotros mismos y misericordiosos para con otros. Si otros andan de manera indisciplinada, si son ociosos o desordenados, tal vez no los amonestemos de manera adecuada. No obstante, necesitemos mostrarnos misericordiosos para con ellos. Por muy estrictos que debamos ser al tratar a otros, todavía debemos mostrarnos misericordiosos para con ellos. Si somos estrictos en relación a nosotros y misericordiosos con otros, tendremos un corazón puro y sencillo para con Dios. La recompensa de tener semejante corazón es ver a Dios. Puedo asegurarle que si pone a prueba el ser estricto en cuanto a sí mismo y misericordioso para con otros, usted verá a Dios.

PACIFICADORES

También será una persona tranquila. Los que son estrictos para sí, misericordiosos para con otros y puros para con Dios, son los pacificadores. A ellos no les gusta ofender, perjudicar ni hacer daño a nadie; más bien, les agrada tener paz con todos. Ser un pacificador no significa ser político, lo cual es mentira e hipocresía. Debemos ser cuadrados según la justicia y no redondos de forma política. Recordemos: la Nueva Jerusalén no es redonda, sino cuadrada. Nosotros los cristianos debemos ser así. Aunque somos cuadrados según la justicia, todavía debemos ser misericordiosos para con otros. Esto nos da la capacidad para ser puros para con Dios y verle. Si somos así, espontáneamente seremos los que procuran la paz. En vez de pelear con otros y hacerles daño, siempre mantendremos la paz con los que nos rodean. Esto es lo que significa ser pacificador.

HIJOS DE DIOS

Los pacificadores serán llamados hijos de Dios. Esto significa que los que nos rodean dirán: “Estos no sólo son hijos de hombre, sino hijos de Dios”. Todos los hijos de hombre pelean entre sí, pero los hijos de Dios, tal como su Padre celestial, son pacificadores y siempre hacen la paz con otros. Romanos 12:18 dice: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, vivid en paz con todos los hombres”. Sin embargo, mantener la paz no debe ser un simple comportamiento externo, el cual es político. Nuestra paz proviene de nuestra naturaleza. Tenemos una naturaleza que nos hace ser estrictos para con nosotros mismos, misericordiosos para con otros y puros para con Dios. Debido a esta naturaleza, espontáneamente mantenemos la paz con otros. Esto no es una pacificación política, sino lo que proviene espontáneamente de nuestra naturaleza, la cual motivará a otros a decir: “De verdad éstos son hijos de Dios”.


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