Autoridad y la sumisión, Lapor Watchman Nee
ISBN: 978-0-7363-3690-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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David esperó en Hebrón siete años y medio, porque Is-boset, el hijo de Saúl, continuó siendo rey en Mahanaim después de la muerte de Saúl (2 S. 2:8-9) hasta que fue asesinado por Baana y Recab, los cuales tomaron su cabeza y se la llevaron a David en Hebrón, pensando que le traían buenas noticias a David. Pero éste los hizo ejecutar (4:5-12); es decir, juzgó a los rebeldes. Esto nos muestra que una persona que verdaderamente es una autoridad, vela por la misma. No podemos establecer nuestra autoridad a expensas de la de otros. Cuanto menos uno se considere que es la autoridad, más Dios le dará autoridad. Cuando una persona se rebela contra la autoridad, uno debe juzgarla, aunque no se rebele contra la autoridad de uno. Cuando David hizo esto, obtuvo el favor del pueblo de Dios. En 2 Samuel 5 dice que las once tribus enviaron hombres para buscar a David. El hombre que conoce la autoridad de Dios es sumiso a la autoridad y es apto para ser una autoridad. No debemos juzgar a nadie sólo porque haya ofendido nuestra autoridad. Debemos esperar que los hijos de Dios nos unjan como autoridad. Antes que los hijos de Dios nos unjan, no debemos quejarnos ni murmurar.
En 2 Samuel 6 dice que cuando David regresó el arca a la ciudad de David, siendo ya rey de toda la nación de Israel, él danzó delante del arca con todo su poder. Cuando Mical, la hija de Saúl, vio esto, ella lo menospreció (vs. 14-16). Ella pensó que debido a que David era el rey, debía santificarse ante los ojos de los israelitas. Es cierto que un rey no debe ser una persona descontrolada. Pero David no estaba equivocado en lo que había visto. El vio que no tenía ninguna autoridad delante de Dios, que él era pobre e insignificante. El error de Mical fue el mismo que había cometido su padre. Saúl guardó lo mejor del ganado y de las ovejas, pero desobedeció la orden de Dios; por eso Dios lo rechazó. A pesar de eso, trató de vindicarse pidiéndole a Samuel que lo recomendara delante del pueblo de Israel (1 S. 15:1-30). La actitud de Mical fue diferente a la de David, y Dios juzgó a Mical, a raíz de lo cual no pudo tener descendencia hasta el día de su muerte (2 S. 6:23). Esto significa que Dios cortó la continuación de tal persona; es decir, no permitió que se reprodujera.
Cuando David se presentó delante del Señor, sintió que él era tan pobre como cualquier otro y no se consideró más que los demás. La autoridad delegada debe considerarse pobre y humilde como los demás del pueblo de Dios. No debe exaltarse a sí misma ni tratar de mantener su autoridad delante de los hombres. En el trono, David era el rey, pero delante del arca, él era igual a todos los hijos de Israel. Todos eran el pueblo de Dios y, por ende, eran iguales. Mical quería mantener su posición, por lo cual quería que David fuera rey aun delante de Dios. Ella no pudo tolerar el comportamiento de David y le dijo: “¡Cuán honrado ha quedado hoy el rey de Israel!” (v. 20). Pero Dios aprobó lo que hizo David y rechazó la actitud de Mical. Cuando Moisés se presentó delante de Jehová, él era igual al pueblo de Israel, y cuando David se acercó a Jehová, también era uno más del pueblo. Podemos ser autoridad en la iglesia, pero cuando nos acercamos al Señor, somos iguales a los demás. Así que, la base y la llave de la persona que es autoridad es permanecer al mismo nivel de todos los hermanos cuando se acerca al Señor.
Me agrada mucho una cláusula que se halla en 2 Samuel 7:18: “Entró el rey David y se puso delante de Jehová”. Como el templo no había sido edificado todavía, el arca estaba en el tabernáculo, y David se sentaba en el suelo. Dios hizo un pacto con David, y éste ofreció una oración maravillosa, en la cual podemos tocar un espíritu dócil y sensible. Antes de que David fuera rey, era un guerrero, y nadie podía prevalecer frente a él. Ahora que era rey y que su nación había llegado a ser fuerte, él era lo suficientemente humilde para sentarse en el suelo frente al arca. He ahí una persona que se mantuvo humilde. El podía orar con mucha sencillez. Este es un cuadro de lo que es la autoridad delegada.
Mical, quien había nacido en el palacio, se preocupaba por la pompa y la majestad, igual que su padre. Ella no se daba cuenta de la diferencia entre ser un enviado del Señor y entrar en Su presencia. Cuando el hombre es enviado por el Señor, tiene cierto grado de autoridad al hablar o actuar de parte de Dios, pero cuando entra en la presencia del Señor, debe postrarse ante los pies del Señor y tener presente su propia condición. David era un rey escogido por el Señor; a él se le había dado la autoridad de Dios. Aparte de Saúl, fue el primer rey que Dios escogió. Cristo no sólo es descendiente de Abraham, sino también de David. El último hombre cuyo nombre se menciona en toda la Biblia es el nombre de David (Ap. 22:16). Pero lo asombroso es que a pesar de que él era un rey, no estaba consciente de su posición. El sabía que no era nada a los ojos del Señor. Si una persona está siempre consciente de su autoridad, no es apta para ser autoridad, ya que para ser autoridad debe conocerse a sí misma. Si una persona es una autoridad, deja de estar consciente de su autoridad. La autoridad delegada por Dios debe tener la ignorancia bienaventurada de ser una autoridad sin estar consciente de ella.
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