Don sobresliente para edificar la iglesia, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4216-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Pablo es el modelo de una persona que anhelaba cooperar con el Señor y era diligente en hacerlo a fin de cumplir Su deseo de edificar orgánicamente el Cuerpo de Cristo (1 Ti. 1:16; Ef. 3:8). Pablo era esta clase de modelo por la gracia de Dios, no por su propio esfuerzo. Pablo era lo que era por la gracia de Dios, y por Su gracia trabajó más abundantemente que todos los demás apóstoles (1 Co. 15:10). En Efesios 3:8 Pablo dijo que él era menos que el más pequeño de todos los santos. Aunque era un cristiano tan pequeño, con todo, él recibió la gracia, la cual lo convirtió en la persona que era. Si el más pequeño de todos los santos recibió esta gracia, todos nosotros podemos recibir esta misma gracia. Cuando nos ejercitamos somos aptos para recibir la gracia. Debemos orar, arrepentirnos y confesar nuestras faltas, a fin de ejercitarnos. De este modo la gracia vendrá a nosotros, y esta gracia nos hará otra clase de persona. Pablo dijo: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”.
Pablo es también el modelo de una persona que se ejercitaba plenamente en el evangelio. Él dijo: “Ay de mí si no predico el evangelio” (1 Co. 9:16). ¿Queremos recibir la bendición o algún tipo de mal? Si queremos recibir la bendición, debemos predicar el evangelio. En Colosenses 1:28-29 él dijo que anunciaba a Cristo, amonestando a todo hombre y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre; para esto él trabajaba, luchando según la operación de Cristo, la cual actuaba en él con poder. ¡Qué modelo más maravilloso es Pablo! Él laboraba luchando. Luchar significa contender, esforzarse y pelear. Él luchaba según la operación de Cristo, la cual actuaba en él. La operación de Cristo también actúa en todos nosotros, pero si no nos ejercitamos, la operación cesará. La operación de Cristo en nosotros es como un motor. Cuando activamos el interruptor ejercitándonos, el motor opera. Tenemos que ejercitarnos conforme a esta operación, no según nuestra energía natural, fuerza natural ni capacidad natural. Laboramos y luchamos según el Cristo que opera en nosotros con poder. Este poder es el poder del dínamo divino, el motor divino.
En Hechos 20 Pablo dijo que él les había enseñado a los creyentes públicamente y de casa en casa, amonestando con lágrimas a cada uno de noche y de día (Hch. 20:19-20, 31). Pablo nos dijo que corría, no como a la ventura, y que luchaba en el pugilato, no como quien golpea el aire, sino que golpeaba su cuerpo y lo ponía en servidumbre (1 Co. 9:26-27). Mientras Pablo ponía su cuerpo en servidumbre, hoy la mayoría de las personas son controladas por su cuerpo. Es debido a que el cuerpo es rebelde que tenemos que golpearlo y ponerlo en servidumbre, de modo que sea un esclavo que sirve a nuestro propósito. Pablo se presentó a sí mismo a nosotros como un modelo en este asunto.
El esclavo infiel e insensato y el esclavo malo y perezoso sufrirán un castigo en la era del reino. Debemos leer Mateo 24:45-51 y 25:24-30 una y otra vez para que nos quede grabada esta advertencia. Hoy en día tal vez nos parezca que no pasa nada si no predicamos el evangelio o si no asistimos a las reuniones, pero en aquel día no todo estará bien. El Señor vendrá a juzgar, y nosotros tendremos que rendirle cuentas de lo que hemos sido y de lo que hemos hecho. Él echará al esclavo malo y perezoso a las tinieblas de afuera. Esto será un castigo dispensacional en la era del reino. Puesto que no quisiera que esto le suceda a ninguno de los santos, debo ser franco en presentarles esta advertencia.
La verdad nos ha sido claramente presentada en el recobro del Señor. Si no tomamos Su gracia para seguirle a Él conforme a Su voluntad, sufriremos la pérdida de no disfrutar del reino y recibiremos un castigo dispensacional por cierto tiempo. Lo que les he presentado en este libro es la verdad que nos presenta la Biblia. Debemos reconsiderar nuestros conceptos a la luz de esta verdad. El recobro del Señor está lleno de la verdad. La Biblia nos dice que cuanto más conozcamos la voluntad del Señor, más se nos exigirá (Lc. 12:47-48).
Si estamos desesperados y somos diligentes en lo que se refiere a practicar la manera bíblica de servir y de reunirnos, redimiremos el tiempo (Ef. 5:16). El tiempo es muy precioso. Si no lo fuera, no valdría la pena redimirlo. Si algo no es valioso, no vale la pena redimirlo. Debido a que el tiempo es tan precioso, tenemos que redimirlo aprovechando toda oportunidad que tengamos. Tenemos que valorar como un tesoro el tiempo que tenemos, y aprovechar cada oportunidad que tengamos para servir al Señor. Un día Él nos preguntará aun acerca de lo que hemos leído aquí. Ese día, el Señor podría preguntarnos por qué no respondimos a esta comunión. Si recibimos la comunión que se encuentra en este libro, será una gran bendición para nosotros y para muchos que serán nuestros beneficiarios. Ellos recibirán el beneficio de nuestro servicio, y estarán agradecidos con nosotros. La iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, será edificada orgánicamente para ser el testimonio del Señor. No obstante, si no nos ejercitamos para practicar la manera bíblica, sufriremos pérdida. Los pecadores no serán salvos por medio nuestro, la iglesia no será edificada por nosotros y no tendremos manera alguna de presentarnos ante el tribunal de Cristo.
Si hemos de redimir el tiempo, debemos ser sabios y abandonar las cosas de esta era maligna, las cuales destruyen, perjudican y echan a perder nuestro tiempo. Nuestras conversaciones por teléfono pueden ser algo maligno que echan a perder nuestro tiempo. Si acortamos nuestras conversaciones telefónicas, esto nos ahorrará mucho tiempo. Es posible que digamos que estamos demasiado ocupados para orar, pero cuando hablamos por teléfono, parece que tenemos mucho tiempo. Tenemos que acabar con las conversaciones innecesarias y los chismes que contamos por teléfono. Tenemos que redimir el tiempo por causa del Señor.
Tal vez usted tenga hoy treinta y cinco años. Puede que usted busque del Señor y asista a las reuniones con regularidad, sin querer llevar ninguna carga. Es posible que lo único que le interese sea “disfrutar a Cristo”. El tiempo se va rápidamente. Sin que nos demos cuenta, llegamos a los cincuenta y cinco, y después a los sesenta y cinco. Cuando usted llegue a los sesenta y cinco, es posible que considere su situación y se arrepienta. Tal vez usted diga: “He sido salvo por tantos años, y me he estado reuniendo regularmente con la iglesia, sin dejar de amar al Señor, pero no he llevado ningún fruto. No podría decir el nombre de nadie en la tierra que haya conducido al Señor”. Incluso antes de que usted esté ante el tribunal de Cristo, especialmente cuando esté a punto de morir, usted recordará todos sus años con el Señor y lo que ha hecho para Él. Estará lleno de remordimiento si no redimió su tiempo para obtener algunas ganancias para los intereses del Señor; sin embargo, su remordimiento no le devolverá el tiempo perdido. El tiempo se habrá ido.
Todavía recuerdo la historia de D. L. Moody cuando estaba a punto de morir. Él dijo muy contento a todos los santos que lo rodeaban, muchos de los cuales habían sido salvos por su predicación: “¡Adiós!”. Creo sin duda que mientras moría, debió haber considerado sus años pasados en los que laboró fielmente para el Señor predicando el evangelio para conducir a miles al Señor. Mientras moría, él debió haberse sentido victoriosamente feliz. ¿Qué podemos decir nosotros? Cuando vayamos a partir de esta tierra, ¿podremos decir “¡Adiós!” con alegría a los hermanos y a nuestros parientes? Por un lado, es posible que nos sintamos consolados por la salvación del Señor. Por otro, podríamos sentirnos muy arrepentidos por la manera en que vivimos nuestra vida cristiana. Sin embargo, le damos gracias al Señor porque todavía tenemos el día de hoy, como nos lo dice el libro de Hebreos (He. 3:7-8, 13, 15; 4:7). No es demasiado tarde para nosotros porque todavía tenemos el día de hoy.
Cuando nos presentemos delante del Señor en Su tribunal, lo que importará será cuánto fruto hemos llevado. No podremos decirle que no tuvimos tiempo para llevar fruto cuando dedicamos tanto tiempo a nuestras casas y a nuestros intereses personales. En esta era, tenemos que estar completamente ocupados con los intereses del Señor. Luego, el Señor nos dirá en Su tribunal: “Bien, esclavo bueno y fiel [...] entra en el gozo de tu señor” (Mt. 25:21, 23). Pero si no somos fieles en cooperar con el Señor en esta era, Él nos llamará esclavos malos y perezosos, y nos echará a las tinieblas de afuera (Mt. 25:26, 30). Quiera el Señor tener mucha misericordia de nosotros, de modo que reconsideremos nuestro camino y escojamos seguir Su camino para complacerlo a Él.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.