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Experiencia subjectiva que tenemos del Cristo que mora en nosotros, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-9033-0
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LA MANIFESTACIÓN DE LAS CARACTERÍSTICAS DIVINAS
POR MEDIO DE TODAS LAS COSAS CREADAS
EN EL UNIVERSO

Romanos 1:20 dice: “Porque las cosas invisibles de Él, Su eterno poder y características divinas, se han visto con toda claridad desde la creación del mundo”. Aquí, la frase características divinas denota los rasgos especiales, las características, como manifestaciones externas de la naturaleza o sustancia de Dios, las cuales pueden ser vistas y apreciadas por los hombres. Si usted desea conocer a Dios, sencillamente mire el universo con todas las cosas creadas, puesto que todo el universo expresa las características divinas. Cuando usted ve que el universo está lleno de luz, usted sabe que Dios es luz; el universo es hermoso, así que Dios es un Dios de hermosura; el universo está lleno de vitalidad, así que Dios está rebosante de vida; el universo es ordenado junto con los cuerpos celestes que giran en sus órbitas apropiadas, así que Dios es ordenado y sin confusión alguna. Por lo tanto, usted conoce las características de lo que Dios es mediante las manifestaciones de todas las cosas creadas en el universo. Aunque las personas informadas podrían conocer a Dios como el Creador del universo al observar el universo mismo, ellos no conocen verdaderamente quién Dios es y qué es la Deidad, porque su conocimiento de Dios es meramente conforme a la expresión exterior del universo.

CRISTO COMO EXPRESIÓN DE LA DEIDAD

¿Quién es este Dios con la Deidad? Es menester que esto sea explicado y expresado por el Señor Jesucristo. Cuando el Señor Jesús vino, Él no sólo nos mostró las características manifestadas de Dios, sino que más aún declaró plenamente a Dios mismo con la Deidad. Esto se debe a que toda la plenitud de la Deidad habitaba corporalmente en este Jesús encarnado (Col. 2:9). Dios era la Palabra en la eternidad pasada (Jn. 1:1). Aunque Él tenía la plenitud de la Deidad, a simple vista esta Deidad no es concreta, no es “corporal”. No fue sino hasta el momento en que la Palabra se hizo carne como Jesús de Nazaret, quien vivió en la tierra entre los hombres, que la Deidad fue manifestada en Él corporalmente. Antes que Dios llegara a ser carne, Él era la Palabra sin una forma corporal; cuando Él llegó a ser carne, Él tomó una forma corporal. Cristo es el misterio de Dios, la corporificación de Dios, porque toda la plenitud de la Deidad habita corporalmente en Él.

CRISTO LLEGA A SER EL ESPÍRITU
A FIN DE SER NUESTRA VIDA

Colosenses 3:4 dice: “Cristo, nuestra vida”. Aquí dice que Cristo es nuestra vida; no dice que Cristo ha de ser nuestra vida. Quizás en el chino se escuche mejor si decimos que experimentamos a Cristo para que sea nuestra vida, pero esta expresión no es exacta. La manera exacta de decirlo es que experimentamos a Cristo como nuestra vida. El libro de Colosenses abarca el asunto de Cristo como nuestra vida en el aspecto de la verdad. Por lo tanto, es necesario que el libro de Filipenses continúe a decirnos cómo Cristo es nuestra vida y de qué modo podemos experimentar a este Cristo como nuestra vida.

Filipenses 1:19 dice: “Por [...el] Espíritu de Jesucristo”. El Espíritu de Jesucristo es Jesucristo. Con respecto a Dios, Cristo es Su misterio; con respecto a nosotros, Cristo es el Espíritu. El misterio de Dios, Cristo, nos alcanza como Espíritu. El Espíritu de Jesucristo no significa que Cristo es una persona y el Espíritu es otra persona. En el griego la expresión el Espíritu de Jesucristo significa que “el Espíritu es Jesucristo”; por tanto, el Espíritu de Jesucristo es Jesucristo. De forma similar, 2 Corintios 3:17 dice: “Y el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. La primera parte del versículo dice: “El Señor es el Espíritu”, y la segunda parte dice: “El Espíritu del Señor”. Si usted no entiende el significado espiritual de este versículo, o si su estudio del texto original no es adecuado, usted pensará que estas dos declaraciones se contradicen la una a la otra. La primera parte dice: “El Señor es el Espíritu”, lo que significa que el Señor y el Espíritu son uno solo; luego el versículo continúa diciendo: “El Espíritu del Señor”, lo que pareciera implicar que el Señor y el Espíritu han llegado a ser dos entidades. En realidad no es así. “El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay...” nos muestra que la construcción de esta oración es correcta. En contraste, no es fluido ni gramaticalmente correcto decir: “El Señor es el Espíritu donde hay...”. Además, en el versículo 18b Pablo también dice que “somos transformados [...] como por el Señor Espíritu”. Esto comprueba que el Señor y el Espíritu son una sola entidad. El título compuesto el Señor Espíritu no quiere decir que el Señor es una persona y que el Espíritu es otra persona. El Señor Espíritu es una sola persona, no dos. Esto es exactamente igual al título compuesto el Padre Dios, que indica que Dios y el Padre son una sola persona, no dos.

A fin de ser nuestra vida, Cristo tuvo que llegar a ser el Espíritu, y de hecho Él ha llegado a ser el Espíritu. “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante” (1 Co. 15:45). Jesús se hizo carne, vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, murió en la cruz y resucitó; en resurrección Él llegó a ser el Espíritu vivificante. Muchos cristianos se pierden aquí debido a que no tienen la luz.

El Señor Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo y nació de la virgen María con un cuerpo que era físico y pertenecía a la vieja creación. Él vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, y fue crucificado, pero Dios lo resucitó de los muertos. Luego de pasar por el proceso de muerte y resurrección, Su cuerpo, el cual pertenecía a la vieja creación y era físico, llegó a ser un cuerpo resucitado y espiritual. Este asunto se explica claramente en 1 Corintios 15. Por medio de la resurrección, el cuerpo de la vieja creación del cual el Señor Jesús se había vestido, fue introducido en el Espíritu. Por lo tanto, después de Su resurrección, Su cuerpo llegó a ser un cuerpo espiritual. Por consiguiente, hoy Cristo, quien es el Espíritu, es nuestra vida.


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