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Estudio más profundo en cuanto a la impartición divina, Unpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7461-3
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SECCIÓN II
La impartición divina de la Trinidad Divina
en el espíritu, alma y cuerpo de los creyentes
junto con su resultado y su meta

CAPÍTULO TRES

EL DIOS TRIUNO PROCESADO
EN SU CONSUMACIÓN LLEGA A SER
LA LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA

BOSQUEJO Y LECTURA BÍBLICA

  1. El Espíritu de vida es el Espíritu compuesto:
    1. Una mezcla de la divinidad, humanidad, vivir humano, muerte y resurrección de Cristo con el Espíritu de Dios y como tal llega a ser el ungüento santo—Éx. 30:23-25.
      Éxodo 30:23-25
      Toma también de las especias más finas: de mirra fluida, quinientos siclos; de canela aromática, la mitad, doscientos cincuenta siclos; de cálamo aromático, doscientos cincuenta siclos; (24) de casia, quinientos siclos, conforme al siclo del santuario, y un hin de aceite de oliva. (25) Harás de ello el aceite de la santa unción, un ungüento aromático compuesto según la obra del apotecario; será el aceite de la santa unción.
    2. El elemento suministrador de este Espíritu compuesto es abundante y excelente—Fil. 1:19b.
      Filipenses 1:19b
      ...la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo.
  2. La ley de este Espíritu de vida es el Dios Triuno consumado—Ap. 22:17a:
    Apocalipsis 22:17a
    Y el Espíritu y la novia dicen: Ven.
    1. Llega a ser la ley de vida con sus capacidades naturales de vida y su poder espontáneo de vida—Ro. 8:2a.
      Romanos 8:2a
      Porque la ley del Espíritu de vida [...] en Cristo Jesús...
    2. Libera a los creyentes de la ley del pecado y de la muerte, lo cual les resuelve el problema del pecado y de la muerte—v. 2b.
      Romanos 8:2b
      ...me ha librado [...] de la ley del pecado y de la muerte.

LA ECONOMÍA ETERNA DEL DIOS TRIUNO

En las epístolas de Pablo, y especialmente en Romanos, 1 y 2 Corintios y Efesios, vemos que antes de los siglos, es decir, en la eternidad pasada, Dios tuvo un deseo y un beneplácito. Su deseo y Su beneplácito llegaron a ser Su motivación, la cual lo llevó a tener un propósito, un plan y unos arreglos en la eternidad. Pablo llamó a todo esto —el propósito, el plan y los arreglos— la economía de Dios. La economía de Dios consiste en obtener un grupo de personas para forjarse a Sí mismo en ellas, a fin de ser la vida y el todo de ellas, y en mezclarse como una sola entidad con ellas en su vivir. De este modo, Él vive en ellas y ellas manifiestan la gloria de Dios en su vivir. Por medio de esto, Él es expresado.

Esta expresión es, por un lado, individual y, por otro, corporativa. En el sentido individual, nosotros los creyentes tenemos la vida de Dios para llevar el vivir glorioso de Dios, esto es, un vivir que manifiesta a Dios mismo. En el sentido corporativo, cuando los santos se reúnen, llevan una vida que glorifica a Dios, la cual es la vida de iglesia. La expresión corporativa es lo que Dios realmente desea obtener.

A fin de llevar a cabo esta economía, Dios tiene que ser triuno. Él no simplemente es Dios, sino que es el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Llamamos a esto la Trinidad Divina. El Padre es la fuente; el Hijo es la expresión, que se manifiesta entre nosotros; y el Espíritu es la manera en que el Dios Triuno llega a nosotros y entra en nosotros. El Padre está en el Hijo, el Hijo llega a ser el Espíritu, y el Espíritu entra en nosotros para ser la realidad del Dios Triuno. Cuando el Espíritu viene, el Hijo viene y el Padre también viene. Por consiguiente, el Espíritu es la totalidad de la Trinidad Divina y también la consumación máxima de la Trinidad Divina. El Padre se expresa en el Hijo, el Hijo es hecho real como Espíritu, y el Espíritu es la realidad del Dios Triuno que viene a nosotros y entra en nosotros para ser nuestra vida. Él se mezcla con nosotros y participa del mismo vivir con nosotros.

LA IMPARTICIÓN DIVINA DE LA TRINIDAD DIVINA

En el Nuevo Testamento el primer libro que habla expresamente de este tema es el Evangelio de Juan. Al comienzo, nos dice que en el principio era la Palabra, y que la Palabra estaba con Dios, y que la Palabra era Dios (Jn. 1:1). Un día, esta Palabra se hizo carne, y trajo consigo gracia y realidad en plenitud (v. 14). Además, esta Palabra es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (v. 29). Él es también la serpiente de bronce que fue levantada y que destruyó a Satanás (3:14). Él incluso es el grano de trigo que cayó en la tierra y murió. Por medio de Su muerte y Su resurrección, la vida divina fue liberada de su interior, y entró en nosotros, los creyentes, para producir los muchos granos (12:24) que son molidos hasta convertirse en harina y llegar a ser un solo pan. Este pan es el Cuerpo de Cristo.

Además, cuando Él entró en resurrección, cambió de forma, cambió de la carne al Espíritu. En 1 Corintios 15:45 leemos que este Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante. Este Espíritu es también el Espíritu de vida descrito en Romanos 8:2. Esto significa que Él es el Espíritu y que también es vida. En la noche del día de la resurrección, el Señor Jesús se puso en medio de los discípulos y se les apareció. Los saludó y luego les infundió con Su soplo un aliento santo, para que ellos recibieran al Espíritu Santo (Jn. 20:19-22). La Palabra que estaba con Dios en el principio llegó a ser carne, pasó por la muerte, entró en la resurrección, y finalmente llegó a ser este aliento santo, que es el Espíritu Santo. Así es Él en el universo hoy. Él es el aliento santo, el Espíritu Santo, el Dios que ha entrado en nosotros para ser nuestra vida. Si le recibimos, seremos regenerados, esto es, recibiremos la vida de Dios, además de la vida que poseemos en la carne. Él es nuestro aliento santo; podemos inhalarlo. Él también es el agua viva; podemos beberle. También es el alimento espiritual en la palabra de Dios; podemos comerle. Más aún, nosotros podemos permanecer en Él y podemos permitirle permanecer en nosotros. De este modo, creceremos, podremos producir el fruto de vida, y de nuestro interior correrán ríos de agua viva.

Hay un himno que dice: “El Espíritu engendra el espíritu, el espíritu adora al Espíritu, a fin de que el Espíritu me llene. El Espíritu llega a ser la palabra, trayendo consigo la vida abundante, fluyendo de nosotros como ríos de agua viva”. Éste es el Evangelio de Juan. La economía de Dios es muy profunda; aun así, Juan usó palabras muy sencillas para explicar estas cosas profundas. Sin embargo, no tocó el límite o la cumbre de ellas. Por eso, además de él, tenemos a Pablo. Las catorce epístolas escritas por Pablo, que vienen después del Evangelio de Juan, nos hablan de la economía de Dios. Él nos dijo de una manera rica y profunda cómo la Trinidad Divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— pasó por muchos procesos para llegar hasta nosotros, para estar con nosotros e incluso para entrar en nosotros a fin de ser nuestra vida. Él vive en nosotros a fin de que lleguemos a ser el medio por el cual Él pueda vivir y expresarse. Cuando nos reunimos, somos la iglesia, y llevamos una vida que glorifica y expresa a Dios.


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