Espíritu, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0257-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Hechos 16:7 dice: “Y cuando llegaron a Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió”. El Espíritu de Jesús es una expresión muy particular que guarda estrecha relación con el Espíritu de Dios y hace referencia al Espíritu del Salvador que se encarnó, Jesús en Su humanidad, y experimentó la existencia humana y la muerte en la cruz. Esto implica que en el Espíritu de Jesús no sólo se halla el elemento divino de Dios, sino también el elemento humano de Jesús junto con los elementos que componen Su existencia humana y el padecimiento de Su muerte. Para ejercer su ministerio, un ministerio de sufrimientos entre sus semejantes y en beneficio de ellos, Pablo tenía la necesidad de tal Espíritu, un Espíritu todo-inclusivo, que le capacitara para llevar tal existencia humana. El Espíritu de Jesús es la realidad de Jesús como hombre que padeció entre los hombres. Si no conocemos a tal Espíritu, el Espíritu de Jesús, Jesús no será real para nosotros. Sin embargo, hoy Jesús es real para nosotros porque hemos experimentado al Espíritu de Jesús como la realidad de Jesús, como Aquel que hace real a Jesús en nuestro ser.
En Romanos 8:9 Pablo habla del Espíritu de Cristo. La expresión el Espíritu de Jesús recalca el hecho de que Jesús era hombre y que, como tal, padeció sufrimientos. Sin embargo, la expresión el Espíritu de Cristo recalca que Él resucitó, y en resurrección nos impartió la vida divina. El Espíritu de Cristo es el Espíritu del Cristo que resucitó y que da vida. Es en virtud de este Espíritu, el Espíritu de Cristo, que somos partícipes del poder de Su resurrección, de Su ascensión que todo lo transciende y de la autoridad que se le dio en Su entronización. Al disfrutar del Espíritu de Cristo somos hechos partícipes de Su vida de resurrección, del poder de Su resurrección, del poder para trascenderlo todo implícito en Su ascensión y de Su autoridad para reinar.
Filipenses 1:19 se nos habla sobre la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Debido a que el Espíritu de Jesús hace especial referencia al sufrimiento del Señor y el Espíritu de Cristo a Su resurrección, el Espíritu de Jesucristo guarda estrecha relación con Su sufrimiento y también Su resurrección. El Espíritu de Jesucristo no sólo es el Espíritu de Jesús que llevó una vida de sufrimiento en la tierra, sino también el Espíritu de Cristo que se halla en resurrección. En su sufrimiento Pablo no sólo experimentó los sufrimientos que el Señor padeció en Su humanidad, sino que también experimentó la resurrección de Cristo. Por tanto, según las experiencias de Pablo, este Espíritu era el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu vivificante, compuesto y todo-inclusivo del Dios Triuno. Para Pablo, quien experimentaba y disfrutaba al Cristo que llevó una existencia humana y resucitó, tal Espíritu no sólo poseía la abundante suministración, sino que además era la abundante suministración.
El Señor Espíritu hace referencia al Señor que es Espíritu y al Espíritu que es el Señor (2 Co. 3:17-18). En 2 Corintios 3:18 se menciona al Señor Espíritu, y basado en el contexto de este mismo capítulo, el Señor es Jehová, Dios mismo. Conforme al Nuevo Testamento, la totalidad de la persona de Jehová Dios está corporificada en Jesucristo. En Mateo 1 se le atribuyó al Señor Jesús dos nombres: Jesús, el nombre dado por Dios, y Emanuel, el nombre dado por los hombres. Jesús significa Jehová el Salvador, y Emanuel significa Dios con nosotros. “Je-” en Jesús es la forma abreviada del nombre Jehová, mientras que “-el” en Emanuel es Dios en hebreo. Por tanto, Jehová y Dios son los dos nombres que se le atribuyeron al Señor. En la persona de Jesús está Jehová, y en Emanuel está Dios. Así pues, Jesús es Jehová Dios. Este Jehová Dios es el Señor tanto en el Antiguo Testamento como en Nuevo Testamento.
En 2 Corintios 3 se revela que este Señor, que es la corporificación de Jehová Dios, es ahora el Espíritu. Por tanto, a Él se le ha atribuido un nombre compuesto, “el Señor Espíritu”. El Señor Espíritu es semejante al título compuesto “el Padre Dios” y “el Señor Cristo”. Este título significa que Jehová Dios, quien es el Señor, es ahora el Espíritu, y nosotros somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu.
El Señor Espíritu tiene como objetivo transformarnos. Siempre que invocamos “¡Oh Señor!” experimentamos al Espíritu. Además, si invocamos incesantemente Su nombre a lo largo del día, somos transformados, ya que el Espíritu viene a nosotros cuando invocamos “¡Oh Señor!”. En el universo hay un solo Señor. Ninguno de los fundadores de las religiones más importantes que se practican en este mundo es llamado el Señor. El único que ha sido llamado Señor es Jesús. Al invocar “¡Oh Señor!” somos partícipes del Espíritu, el Señor Espíritu, y este Espíritu es el Espíritu que nos transforma. Por ejemplo, por medio de invocar: “¡Oh Señor Espíritu!”, podemos cooperar con Dios para que nos erradique nuestro mal genio. Si somos personas impacientes, ¿cómo podremos cambiar? Tenemos que invocar “¡Oh Señor Espíritu!”. Si una persona impaciente invocase incesantemente “¡Oh Señor Espíritu!” por dos semanas, ella llegará a ser más paciente. El Señor Espíritu nos cambia, al transformanos de gloria en gloria en la imagen del Cristo que resucitó y que fue glorificado.
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