Información del libro

Cristo es todas las cosas y los asuntos espiritualespor Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0698-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 5 Sección 3 de 4

SOLO EL ARBOL DE LA VIDA TIENE VIDA

Con frecuencia nuestras propias obras nos condenan. Aquellos que sirven al Señor procuran serle más útiles. Es bueno y correcto servir al Señor, pero el servicio que le rendimos requiere en muchas ocasiones que suframos, que nos sacrifiquemos y que invirtamos nuestras energías y nuestro dinero. Sin embargo, lo extraño de esto es que muchas veces cuando hacemos estas cosas, no tocamos la vida. Por el contrario, recibimos muerte, nos debilitamos y sentimos que algo está mal en nuestro interior. Algo dentro de nosotros nos dice que estamos mal. ¿Por qué sentimos eso? Mientras sirvamos al Señor, trabajemos y planeemos hacer cosas para El, nos debilitaremos y algo dentro de nosotros nos reprenderá enérgicamente. En muchas ocasiones la reprensión que sufrimos por causa del pecado es menos severa que la que recibimos cuando procuramos efectuar actividades buenas.

Muchos piensan que el Señor sólo los reprenderá interiormente cuando pequen. ¡Pero no es así! Frecuentemente el Señor nos reprende mientras estamos haciendo algo bueno. El debido principio ante los ojos de Dios no es el principio del árbol del conocimiento del bien y del mal, sino el principio del árbol de la vida. No basta con diferenciar entre el bien y el mal; todo depende de la vida. Todo aquel que se alimenta del árbol del conocimiento del bien y del mal, ciertamente morirá. Sólo el árbol de la vida nos infunde vida.

LAS DOS CLASES DE VIDA CRISTIANA

Entre los hijos de Dios encontramos dos clases de vida cristiana. Una de ellas se encuentra llena de virtudes, y la otra sólo se compone de Cristo. Exteriormente, ambas parecen igualmente buenas. No notamos ninguna diferencia entre ellas. Una habla acerca de la humildad, la mansedumbre, el amor y el perdón, y la otra habla de lo mismo. Externamente ambas son más o menos lo mismo; aparentan ser la misma cosa. Pero en una de ellas sólo encontramos una larga lista de virtudes, mientras que en la otra encontramos a Cristo. En realidad, las dos son completamente diferentes.

CON CRISTO ES NECESARIA LA CRUZ

Me gustaría recalcar que cuando tenemos virtudes, no necesitamos la cruz. Pero con Cristo sí es necesaria la cruz. Esta no sólo nos restringe del pecado, sino también de nuestras propias actividades. La cruz no sólo nos dice que no debemos pecar, sino que también nos prohibe realizar nuestras propias actividades. El problema de los hijos de Dios es que piensan que todo está en orden siempre que hagan lo bueno. No han visto que el bien es sólo “cosas”. A Dios le interesa Cristo. Cristo es la verdadera virtud. El es la vida. Si El no se mueve, nosotros no actuamos. Es fácil decir muchas palabras reconfortantes a otros, pero si no es Cristo quien las dice, no debemos proferirlas, pues si lo hacemos, tocaremos la muerte, nos debilitaremos, decaeremos y nos derrumbaremos. Podemos ayudar a otros de muchas maneras. Podemos ser muy amables, a tal grado que piensen que somos muy buenas personas. Pero cuando actuamos así, algo se derrumba dentro de nosotros y nos debilitamos. Por eso vemos que necesitamos la cruz. Las muchas virtudes que obtenemos por medio de las buenas obras no requieren la cruz. Necesitamos la cruz para permitir que el Señor viva en nosotros y sea nuestro todo. Cuando El no actúa, nosotros no debemos movernos. Tenemos que pedirle al Señor que nos libre de nuestras acciones buenas y justas de la misma manera que le pedimos que nos libre de nuestros pecados. Es fácil pedirle que nos libre de nuestros pecados, pues nosotros mismos los condenamos, pero no es fácil pedirle que nos libre de nuestra vida natural, pues muchos aún no la hemos condenado ni nos hemos dado cuenta siquiera de que la tenemos, y por consiguiente, tampoco la hemos rechazado.

CRISTO ES NUESTRA SANIDAD

¿Qué significa el hecho de que Cristo sea la realidad de todos nuestros asuntos y nuestras virtudes, y qué significa para nosotros tenerlo como tal realidad? Creo que podemos usar una analogía al respecto con nuestro cuerpo físico. Muchos son débiles físicamente, y piden a Dios que los sane. Podemos encontrar tres clases de resultados, o tres clases de fe en esta petición. Algunos creen que Dios los puede sanar; otros creen que El les dará salud; pero otros creen que El es su sanidad.

¿Cómo ora una persona que tiene una enfermedad y qué busca? El supone que Dios lo puede sanar. Como Dios es viviente, él lo busca para que lo sane, lo toque con Su poder, para que sea su médico y manifieste Su poder sanador en él. Si ése es el caso, su Dios está tan lejos de él como su doctor. Me pregunto si entienden a qué me refiero, pues ésta es una palabra crucial. Mucha gente quiere que Dios sea su sanador, pero la distancia entre Dios y ellos es tan grande como la distancia entre ellos y los doctores terrenales.

Otros tienen un concepto algo más elevado y le piden a Dios que les dé salud. Así que, un buen día Dios los sana. Muchos oran, suplican y esperan ser sanados; sin embargo, ¿por qué están débiles continuamente? Hay muchos que esperan que Dios los sane pero continúan siendo débiles. Sin embargo, tener a Dios como el sanador, y ser sanados, son sólo experiencias externas; no son más que cosas.

¿Cuál es el resultado de estas experiencias? Muchas veces Dios está dispuesto a sanarnos. No estoy diciendo que no lo pueda hacer; Dios sí puede sanar a Sus hijos. Pero muchas veces El no lo hará, sino que los dejará en la condición en que estén para enseñarles algo. Cuando creímos en el Señor, Dios estaba dispuesto a sanarnos. Pero después de un tiempo, El nos tomará en Sus manos, nos educará y nos enseñará lecciones. Entonces dejará de ser nuestro sanador. Dios reserva lo mejor para aquellos que El considera lo mejor; El llega a ser la sanidad de ellos. No les da sanidad, sino que El llega a ser susanidad. Para ellos, El no llega a ser el Dios que sana, sino el Dios viviente que es su sanidad. Dios es nuestra sanidad. No sé cómo expresarlo más claramente; sólo puedo decir de la manera más reverente delante del Señor, que Cristo es nuestra sanidad.

El problema es que muchos ven la sanidad como una cosa aislada. Piensan que es algo aparte de Cristo y que todo termina después de que El efectúa tal acción. Recordemos la historia de la mujer que tocó a Cristo y cómo el Señor sintió que de El salió poder. La Biblia dice que el Señor percibió que de El había salido poder (Lc. 8:46). Me tomo la libertad de declarar explícitamente que Cristo mismo brotó como poder. El no estaba efectuando una sanidad, sino que El era la sanidad. Cuando El llegó a ser la sanidad, los hombres fueron sanados.

Con frecuencia podemos encontrarnos débiles aunque sigamos alimentándonos. No obstante podemos levantar nuestra cabeza y decirle al Señor: “Señor, no espero que seas mi sanador sólo para alejarme después que me hayas sanado. Tampoco espero que me sanes y luego te alejes. Aunque mi salud permanezca, espero que Tú, Señor, seas mi sanidad. Es cierto que Tú me sanas, pero deseo que seas el sanador que mora en mí. Mi sanidad debe ser una persona; una persona que haya venido a ser mi salud”. Dios llega a ser nuestra salud. Cristo llega a ser nuestra salud. ¿Existe alguna diferencia entre ser sanado y conocer a Cristo como nuestra sanidad? Sí, ¡hay una diferencia enorme! Cuando aprendí esta lección, vi que no sólo poseía algo llamado sanidad, sino que poseía una persona que había llegado a ser vida para mi cuerpo. Al comprender esto, todos mis problemas se solucionaron y vi que mi cuerpo tenía una estrecha relación con el Señor. Cuando tengo un problema con el Señor, mi cuerpo inmediatamente tiene un problema con El. Si El quiere pasarnos por pruebas o hacer algo más con nosotros, no podemos resistirnos. Todo lo que tenemos depende del Señor. Sólo podemos acudir a El; no podemos hacer nada más. Esto es absolutamente diferente de tomar la sanidad como un beneficio aislado.

Doy gracias al Señor por sanarme muchas veces. Puedo contar que yo estaba enfermo cierto día de cierto mes de cierto año, y que Dios me sanó en cierto día de cierto mes de cierto año. Puedo contar muchos casos en los que fui sanado a una hora específica de un día específico y en cierto mes de cierto año. Puedo contar muchos casos de sanidad, pero aquellas sanaciones fueron pequeñas. Fueron beneficios aislados que pueden enumerarse. Si tengo un caso, dos, diez o veinte casos, los puedo enumerar. Sin embargo, puedo contarles también otra historia, que a cierta hora de cierto día, de cierto mes de cierto año, Dios abrió mis ojos para ver que Cristo es mi sanidad. Esto es algo que no puede repetirse ni cuantificarse. Con una vez basta. No es un caso que pueda ser enumerado; es una persona; es la sanidad personificada. Mi sanidad es una persona que está en mí continuamente como mi sanidad. Gloria al Señor porque éste es un hecho. Recibir una sanidad de parte de Dios y tenerle como mi sanidad son dos cosas completamente diferentes. Una es una “cosa”, y la otra es una persona.

Pablo no fue sanado, sino que recibió a Aquel que es la sanidad. ¿Podemos ver la diferencia entre estas dos cosas? Pablo mostró en 2 de Corintios 12 que él no fue sanado (v. 9). El no recibió eso que llamamos sanidad. En Pablo vemos una persona que era continuamente su sanidad. Su debilidad permaneció con él, pero su sanidad también permaneció con él. Su debilidad era crónica, pero su sanidad habitaba en él. ¿Qué es la sanidad? Para nosotros, sanidad es eliminar algo. En realidad, la sanidad no es quitar algo, sino obtener algo. La sanidad no es la ausencia de la debilidad, sino la presencia del poder.

Cuando vi este asunto por primera vez, la luz vino poco a poco, ya que mi mente estaba llena de cosas; estaba completamente rodeado de cosas. No comprendía que el Señor quería ser las cosas que yo buscaba, y no entendía que la sanidad no era una cosa. Unicamente sabía que el Señor me había prometido algo; no sabía que el Señor quería ser mi sanidad. Sólo sabía de la promesa del Señor; no había conocido al Señor como mi sanidad. Un día leí el relato de Pablo en 2 Corintios y me pareció bastante extraño. Al Señor le habría sido fácil otorgarle la sanidad. Quitar el aguijón era tan fácil para el Señor como lo es para un doctor eliminar los microbios. ¿Por qué el Señor no sanó a Pablo? Yo le pregunté al Señor esto en oración, y mientras oraba, El me mostró algo. En 1923 el hermano Weigh me invitó a predicar en cierto lugar. Para llegar allí tuve que tomar una pequeña embarcación y viajar a lo largo del río Min. Con bastante frecuencia las embarcaciones se atascaban en el lecho del río, debido a que el agua no era muy profunda y a que las rocas eran grandes. En muchas ocasiones las embarcaciones tenían que ser remolcadas. Mientras yo oraba, me vino a la mente esa escena. Yo dije: “Dios, ¿sería fácil para Ti quitar las rocas, lo cual sería maravilloso, pues así los barcos podrían navegar libremente?” Leí 2 Corintios 12 y comprendí que esto fue exactamente lo mismo que Pablo pidió. El agua tenía poca profundidad, y las rocas estaban cerca de la superficie; Pablo oró para que Dios quitara las rocas para poder navegar con facilidad, pero en vez de eso, El hizo que el nivel del agua aumentara, y así la embarcación pudo pasar sobre las rocas. Esto es lo que Dios hace hoy. Nuestro problema, el cual se expresa en nuestra oración, radica en que sólo buscamos la sanidad aisladamente. Pero la respuesta del Señor es que El mismo es nuestra sanidad. Cuando El está presente, podemos trascender a nuestros problemas. La debilidad de Pablo todavía estaba presente. El no luchó con sus propias fuerzas para combatirla. Si lo hubiera hecho, únicamente habría podido decir que su propio empeño acampaba sobre él. Pero fue el poder de Cristo el que acampó sobre él (v. 9). Era Dios quien operaba. Aquí vemos una diferencia básica. El hecho de que Dios me dé algo es completamente diferente a que El mismo sea ese algo. Dios en mí llega a ser lo que necesito.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top